Don Rafael Ramos Espínola es un combatiente de los tableros de la vieja guardia, a sus 90 años aún imparte cátedras y goza de una lucidez envidiable
Juan Diego Casanova Medina
Todo lo que implique imaginación, cálculo y temeridad, es del agrado de don Rafael Ramos Espínola, quien a sus 90 primaveras es el ajedrecista en activo más longevo del Sureste de México.
El veterano combatiente es un valioso soldado del ejército de Caissa, la musa de la milenaria disciplina, pues no sólo ejecuta explosivos lances para dinamitar las posiciones del ejército enemigo en los torneos, sino que contribuye a aumentar las filas de trebejistas.
En sus frecuentes visitas al “Bobby Fischer”, el club de ajedrez independiente más dinámico del país, ubicado en la “Casa del Ajedrez” (calle 62 x 63, contra esquina de la Plaza Grande), don Rafa se presta de buen grado a intercambiar jaques con cualquiera, principiantes, intermedios o avanzados. El caso es hacer lo que le apasiona: mover los trebejos sobre la liza bicolor.
Además, no pierde oportunidad de transmitir sus conocimientos en forma gratuita a niños y jóvenes. Ayer, por ejemplo, cuando el Diario de la Dignidad, Identidad y Soberanía se hizo presente en el más céntrico templo ajedrecístico de Mérida, el nonagenario jugador impartía cátedras a un grupo de jóvenes que laboran en ese centro comercial.
“El alfil se desplaza en diagonal, la torre se mueve en forma horizontal o vertical, los peones nunca retroceden…” señalaba Ramos Espínola a los jóvenes que se arremolinaron junto a él para aprovechar esa auténtica “cátedra de gente grande”.
Don Rafael, quien el pasado martes recibió un galardón por ser el participante de mayor edad en el Campeonato Estatal Abierto de Ajedrez de la Tercera Edad, realizado en la cafetería “La Giralda”, es el más leal de los concurrentes al club “Bobby Fischer”.
Lo frecuenta desde que su directora, la enfermera jubilada Concepción Godínez Bautista, lo abrió en su sede original, en la calle 57 entre 62 y 64, frente a céntrico hotel. Ahí sostuvo con ella interminables, emocionantes batallas cerebrales como una manera de desestresarse de sus múltiples gestiones.
Y es que don Rafa rara vez descansa, siempre está activo. Cuando se retira del “Bobby Fischer” se dirige, como si fuera un rito, a un billar cercano donde juega dominó, otra actividad que requiere de cálculo y reflexión. Gente así no padecería nunca el mal de Alzheimer, pues continuamente está ejercitando las neuronas.
Hay quien piensa que para jugar bien ajedrez hay que aprender desde niño o muy joven. Nuestro protagonista es la prueba de lo erróneo de esa creencia. Él aprendió a mover los caballos, la dama y el rey ya de grande, a los 45 años para mayor precisión. O sea, lleva la mitad de su larga vida moviendo los trebejos sobre la palestra cuadriculada.
Cuando se le preguntó cuántas partidas calcula que ha jugado a lo largo de su existencia, respondió que aproximadamente unas 500, pero el ex campeón estatal Jorge Alberto Balam Díaz, secretario del “Bobby Fischer”, presente en la entrevista, aventuró que con toda seguridad son más de mil, pues el viejo lobo del tablero sostiene mínimo tres o cuatro batallas cada que va al club en una media de asistencia de 3 o 4 veces a la semana.
Eso sin contar con los numerosos torneos en los que ha participado.
Son muy pocos los ajedrecistas locales que no se han enfrentado con Ramos Espínola, infaltable competidor en los eventos de la tercera edad. De hecho, el año pasado, en la Expo-DIF Adulto Mayor que se realiza en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, él aparecía, sentado frente a un tablero, en uno de los promocionales del evento.
No sólo participa en cuanta competencia puede, sino que en cada actuación, aunque no sea de los ajedrecistas más fuertes, prevalece su espíritu de lucha a toda prueba. Por cierto, cuando jugó el martes pasado en el Campeonato Estatal de la Tercera Edad, lo hizo después de visitar a su esposa enferma, internada en el sanatorio del ISSSTE. Ella quedó al cuidado de sus dos hijos.
Don Rafa dijo que se adentró en el mágico mundo de los 64 escaques cuando por fin se lo permitieron sus ocupaciones como conductor de autobuses urbanos en la Alianza de Camioneros de Yucatán (ACY), donde comenzó a laborar desde muy joven, pues ya era diestro en el volante desde los 12 años.
Las vivencias del combatiente de la vieja guardia son incontables y es una mina de datos, pues ha visitado todos los grandes centros ajedrecísticos que han surgido en la capital yucateca en las últimas cuatro décadas, como el “Vicente Solís Aznar”, ya desaparecido, que estuvo ubicado en la calle 61 entre 62 y 64.
Durante un tiempo, él fue el encargado de ese local a petición del propio don Vicente, quien supuestamente les dejó a los ajedrecistas ese local como legado, pero terminó por cerrar sus puertas hace muchos años y los guerreros del tablero tuvieron que buscar otro sitio de reunión.
La figura del veterano jugador también se hizo conocida en el club “Kasparov”, también sobre la calle 61, pero entre 64 y 66, en los altos de un predio al se trasladaron al cerrar el “Vicente Solís”.
También frecuentaba los bajos del Palacio Municipal, donde antes el Ayuntamiento ponía mesas con tableros y trebejos y era un sitio muy concurrido por los turistas nacionales y extranjeros, así como el “Baxal Tuklal”, que el desaparecido físico Alejandro Preve Castro, quien fue el alma del torneo internacional “Carlos Torre”, estableció en el Pasaje “Picheta”.
Por esos tiempos, hace unos 15 años, calcula, también asistía al local original de la Escuela de Desarrollo y Alto Rendimiento de Ajedrez en Yucatán y el Sureste (Edarays), en la calle 51 entre 54 y 56.
Pese a su avanzada edad, gracias a la práctica sistemática del juego ciencia, el entrevistado demuestra envidiable lucidez mental y buena forma física, que le permiten desplazarse con seguridad por todo el Centro Histórico. Incluso sube sin ayuda las escaleras, como ayer para llegar al “Bobby Fischer”. Todo un personaje este don Rafael Ramos Espínola, ajedrecista de hueso colorado.
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