Sin requerir de conocimientos académicos, simplemente con los dones que la vida le dio, como él mismo afirma, Gerardo Osti es un escultor instintivo que crea con sus manos bellas figuras talladas en madera preciosa, guiado sólo por su imaginación y sus manos se gana la vida en las calles, donde debe pernoctar hasta conseguir vender sus piezas que pueden llegar a costar hasta más de 10 mil pesos por el trabajo, la dedicación y el material del que están elaboradas.
Trabajando a la sombra de una palmera, observado por la figura de Don Alonso Felipe de Andrade y por los peatones que se detienen un momento a admirar sus prodigiosas y hábiles manos tallando la dura madera, Gerardo relata su vida como artista marginado y sus ganas de enseñar la técnica de labrado, que se han topado con la burocracia que exige un certificado académico para compartir lo que nace de su creatividad.
Un don
“Lo aprendí solo, hay dones que te da el mundo, el universo, es labrado en madera hacemos lo que la imaginación dicte y los ojos vean, la gente se acerca y dice ‘está padre’, te dejan 10, 20 pesos, no sólo es vender la pieza sino elaborarlo también es llamativo, y promover la cultura”.
“Esto ya se perdió, el labrado en madera, porque no conviene, no deja, no hay apoyo del Gobierno, no hay nada. Te exigen papeles, yo quise dar cursos en todo el Estado de Campeche y qué me dijo el encargado del ICAT, fui y dejé mi acta, mi credencial pero me dicen ‘te falta el papel principal, quién te enseñó, dónde aprendiste’, a mí me enseñó la vida, es un don, por qué no se fijan en lo que hace uno”, expresó.
En madera de cedro Gerardo talla un magnífico pavorreal parado sobre un árbol de mangle, “una alegoría de las riquezas naturales”, afirma, pero aclarando que usa sólo madera que desechan, “con lo que ya no salen tablas, es lo que procuro: el aprovechamiento y no tumbar un árbol”.
Se mantiene de esta actividad que realiza desde hace 27 años, sin embargo vive al día, una pieza puede llegar a tardar hasta un mes, y sólo después de venderla ve los beneficios, por ello invita a la ciudadanía carmelita a valorar este tipo de obras artísticas o cualquier otra, darle el justo valor por el tiempo y el esfuerzo dedicado y no regatear a los creadores, porque a veces “la necesidad económica te hace aceptar menos de los que vale”.
(Texto y fotos: Carlos Valdemar)