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Las Antillas

 

 

Dr. Alvaro Vivas Arjona*

Al igual que América Central, las Antillas están situadas en el corazón del continente americano. Forman un gran archipiélago que se extiende en unos tres mil 500 kilómetros en y alrededor del mar Caribe, entre Venezuela, la Florida (Estados Unidos) y la Península de Yucatán.

Las Antillas Mayores provienen del desprendimiento de la masa continental de México, ocurridos hace más de 70 millones de años. Incluyen Cuba, la isla de La Española (dividida políticamente entre Haití y la República Dominicana), Puerto Rico y Jamaica; pero se les relaciona igualmente con varias islas menores de la misma región. En cuanto a las Antillas Menores, son de origen volcánico. Se distribuyen entre Puerto Rico y Venezuela, e incluyen las islas de Antigua y Barbuda, Barbados, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Las Granadinas, Santa Lucía, Trinidad y Tobago, Guadalupe, Martinica, San Bartolomé, San Martín, Aruba, Bonaire y Saba (Cassá, 1992).

Los primeros pobladores de las Antillas procedían de Centroamérica y de las costas de Venezuela. Las migraciones hacia el Caribe y las Antillas se produjeron entre el año 8000 y 9000 a. C. aproximadamente. Los primeros de estos grupos indígenas que poblaron esta región fueron los arcaicos, los arahuacos y los caribes. Los arcaicos eran cazadores, pescadores y recolectores de moluscos, frutos y semillas silvestres, son conocidos como preagrícolas porque tenían nociones elementales de agricultura. Proceden desde Belice y la Península de Yucatán, en Centroamérica, y desde la costa oriental de América del Sur (María Pérez, 2012).

Los arcaicos de las Antillas fueron los barreoides y siboneyes que habitaron las islas de Santo Domingo y Antillas Menores. En el siglo x de nuestra era se produce la sedentarización de las Antillas como consecuencia de las actividades agrícolas de los arahuacos. Los caribes, por su parte, fueron agricultores, guerreros y expertos navegantes y eran considerados antropófagos. Originarios de regiones amazónicas y Centroamérica, se enfrentaban constantemente con grupos arahuacos.

El pueblo taíno provenía de los arahuacos, era el más numeroso y poseía una cultura elaborada. Se asentó a partir del siglo viii, aproximadamente, en las Antillas Mayores, concentrándose especialmente en Quisqueya (La Española), Boriken (Puerto Rico) y, en menor medida, en el este de Cuba y norte de las Antillas Menores. Se cree que los indios taínos son parientes del pueblo arawak de América del Sur, su lengua es un miembro de la familia lingüística arawak, que se extiende desde América del Sur a través del Caribe (Pigna, 2004).

Los taínos dominaban el medio ambiente, tenían un conocimiento profundo de la agricultura, donde utilizaban el riego. Encontramos excelentes expresiones en piedra, alfarería y cerámica. Realizaban juego de pelota en grandes centros ceremoniales. La sociedad taína se dividía en dos grupos: los caciques y los campesinos. Esta estratificación tenía un origen mítico, fuente del poder de los caciques. Sin embargo, en la vida cotidiana, las diferencias sociales se reducían a las funciones que cumplía cada grupo y no poseían un fundamento económico.

Los caribes de las Antillas Menores fueron uno de los primeros pueblos americanos que conocieron los europeos. En las crónicas españolas se les suele contraponer a los taínos, presentados como un pueblo pacífico y con una cultura elevada, mientras que a los caribes se les veía como un pueblo belicoso y salvaje que practicaba la antropofagia. De hecho, su nombre es el origen de los términos caníbal y canibalismo, con cuyos equivalentes se describen en varios idiomas europeos las prácticas de alimentarse con carne de miembros de su propia especie.

Las Antillas Mayores resultaron ser la primera región de América donde la población aborigen sufrió el empuje de los conquistadores y colonizadores europeos (principalmente españoles). Estas islas también resultaron ser la primera región de América donde fueron introducidos los esclavos de África (Aleksandrenkov, 2014:15).

El conocimiento de las culturas aborígenes se basa en los trabajos arqueológicos actuales y en las evidencias escritas durante el período colonial.

El primer trabajo sobre el Nuevo Mundo en su totalidad fue escrito por Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), miembro del Consejo de Indias (1520-1526). La obra Décadas del Nuevo Mundo fue construida en forma de cartas, unidas por decenas, ocho en total. Mártir escribía en base a relaciones orales y escritas de testigos, y a veces conservó algunos detalles no mencionados por otras fuentes (Aleksandrenkov, 2014:13).

El cura Andrés Bernáldez (¿-1513) fue un autor más, quien no estuvo en América, pero recogió varios materiales correspondientes a las Antillas Mayores en su libro Historia de los reyes católicos, donde se describen los viajes de Colón. Uno de los pasajes más interesantes es el cuadro del encuentro en el mismo viaje, con una pequeña flotilla, de un cacique de Jamaica y su séquito, incluida la familia.

Dos libros sobre las “Indias” fueron escritos por Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1558) habitualmente conocido como Oviedo. Tuvo la oportunidad de conversar con los participantes de los viajes de Colón y mantenía amistad con algunos de ellos. Conoció Las Antillas en 1514, cuando los barcos de la expedición de Pedrerías Dávila, participante de la cual fue Oviedo, se abastecieron de agua en la isla Dominica. Hallándose en España escribió para cumplir la voluntad del rey, y publicó en 1526, Sumario de la natural historia de las Indias (Oviedo, 1950:55-56).

Hablando de Oviedo no se puede dejar de tocar el asunto de su apreciación del indígena americano. Desde temprano se ha difundido la opinión sobre Oviedo como un denigrador intencional de los aborígenes. El más insistente en tal característica fue Bartolomé de las Casas. Entre los vicios más constantemente mencionados por Oviedo estaban la idolatría, sodomía, indolencia y cobardía (Aleksandrenkov, 2014:15).

Bartolomé de las Casas (1474-1566) fue testigo de los acontecimientos en La Española y Cuba durante treinta años. En un trabajo suyo, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), culpó a la totalidad de los españoles en el Nuevo Mundo de la “destrucción de Indias” (Ibídem: 15).

Como un acto increíble, el perfil del Nuevo Mundo lo van trazando a golpes de audacia quienes menos saben de geografía. La costa de la perlas la han explorado Alonso Niño y Cristóbal Guerra en una nave; con cuatro descubre el Amazonas Vicente Yañez Pinzón. Estos empresarios son tipos que salen del montón de los marineros, cuando no, hijos de campesinos que no conocieron antes la estampe del barco. No les han ayudado las letras, ni el favor de los reyes, ni el dinero: nuestra América es hija de unos hombrazos, como suele verse muy poco en los anales del mundo (Arciniegas, 2014: 20).

Vive en los suburbios de Sevilla un escribano que, cuando va a hablar de estas cosas, no puede escribir más, no le obedece la pluma, él ha de ir a conquistar esa costa. Su nombre es Rodrigo de Bastidas; este caballero explora todo el fragmento de costa que le ha faltado a Colón. Este fragmento viene a ser el único que América consagra a la memoria del almirante, se llama Colombia.

Otro navegante, Juan de la Cosa, cosmógrafo que anduvo con Colón y Bastidas, es de los pocos que saben de velas; su nombre recordará los siglos porque él fue quien hizo el primer mapa del Nuevo Mundo.

Caballeros de tan limpios antecedentes, no hay quien pueda igualarse a Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa. Ojeda es muy conocido en la isla de Santo Domingo, de los días de Colón, fue quien introdujo la excelente costumbre de cortar a los indios orejas y narices. La reina lo quiso mucho, porque lo encontró gran maromero. Diego de Nicuesa hace buen par con Ojeda por sus actos. Es la América del pueblo que empieza a surgir del mar Caribe. El rey se limita a dar aprobación al nombramiento de Alonso Ojeda y Diego de Nicuesa para gobernar la provincia del Darién. En el primer encuentro de Ojeda con los indios le mataron a flechazos a unos cuantos españoles, entre ellos, al cosmógrafo Juan de la Cosa.

La reina de España nombra a Vasco Núñez de Balboa como capitán del común en Santo Domingo, quien en expedición por su cuenta descubrió el océano Pacífico. Vasco Núñez había tenido una estancia en América de diez años. El rey de España organiza una gran expedición al Darién al mando de Pedrerías Dávila; expedición que fracasó, considerando a Núñez de Balboa como el único causante, por haber llevado a cabo una misión sin el permiso de los reyes. Núñez es apresado por Pizarro, uno de sus acompañantes (antiguo pastor de piaras de cerdos y futuro conquistador de Perú), debido a los informes que Pedrerías Dávila envió al rey de España, quien ordenó que le cortaran la cabeza. Le fue aún peor que a Colón (Arciniegas, 2014: 43).

La reina Isabel de España era soberana de la mayor parte de Europa y emperatriz del Nuevo Mundo. El desarrollo en general de las islas de las Antillas, como Cuba, Santo Domingo, Haití, Puerto Rico, Jamaica, etc., aunado a los envíos de Hernán Cortés al rey (discos de oro, pepitas de oro y otros valores), ponen a pensar a los reyes de Francia y de Inglaterra.

Los reyes de Francia e Inglaterra no saben dónde ponerle la trampa a España, dónde darle la batalla, si en Italia o en Flandes o en el mar Caribe. Un día, el Caribe, por esto, será la gallera del poder marítimo europeo. Santo Domingo es la primera ciudad que fundan los españoles en América. El gobernador Bobadilla, alojado en su palacio, pacta la paz con los reyes de las naciones indígenas, o les hace la guerra. Se perfilan los edificios que son fundamentales para una ciudad española: iglesia, fortaleza, hospital y cárcel. Catedral y universidad. Hernández de Oviedo, el primero que describe la ciudad, dice: “En cuanto a los edificios, ningún pueblo de España le hace ventaja. Todas las casas de Santo Domingo son de piedra, como las de Barcelona... y el asiento, mejor que el de Barcelona, porque las calles son tanto y más llanas y más anchas, y sin comparación, más derechas” (Ibídem: 50).

Por esas calles empiezan a verse los tres colores de la bandera del Nuevo Mundo: el del indio, el del español, el del africano. La excelencia de los reyes ordena que las personas que hayan cometido delitos graves se condenen y destierren a la isla La Española, donde vivirán libres y en paz. Cada castellano que se embarca hacia La Española puede, al principio, traer una esclava. Luego, hasta veinte. Todos quieren tener sus esclavos, es lo más natural, por la necesidad de la mano de obra, que en su mayoría, era gratuita. El padre Bartolomé de las Casas lo pide al rey con entusiasmo. Los padres jerónimos sugieren armar expediciones para cazarlos en Cabo Verde o Guinea. La corona española otorga el permiso necesario para que pasen a las Indias negros esclavos que alivien el trabajo de los nativos de La Española.

Las tierras, con sus indios, se reparten entre los de Castilla. Cada terrateniente hace que los indios trabajen hasta reventar. El resultado no es malo: empiezan a verdear los cañaduzales; se fabrican enormes panes de azúcar; hay fundiciones de oro y permiso para hacerse cadenas y joyas de oro labrados a martillo. Para los frailes, se abren los conventos. Encuentran un campo incomparable para sus labores: tiene repartimiento de indios, como los señores, casan, bautizan y predican (Arciniegas: 52).

Entre las colonias más desarrolladas en las Antillas, podemos mencionar a Haití, que da vida a Marsella, Burdeos y Nantes. A su puerto llegan en el año 1500 buques, 750 naves están destinadas exclusivamente al comercio. Trabajan 24 mil marinos. En Burdeos hay 16 fábricas destinadas a refinar azúcar de la isla. Allí se importa azúcar, se exporta brandy y hay un centenar de pequeñas industrias que crecen al lado de las destilerías. Los comerciantes de Nantes tienen invertidos 50 millones de libras en la isla. Todo chocolate que se toma en Francia es de Haití, se importan 73 millones de libras de café y 6 millones de libras de algodón (Ibídem).

Otra de las colonias francesas fue La Martinica, de donde era Josefina Beauharnais, de belleza antillana en el punto de la perfecta madurez. Ninguna otra mujer ocupará en el corazón de Napoleón, el futuro emperador de Francia, el lugar de Josefina, es su más grande amor, su más ardiente pasión.

Jean Francois, uno de los principales caudillos esclavos de la revolución haitiana (1791-1793), desempeñó un papel importante en la contienda armada desarrollada en la isla de La Española. Primero se sublevó en unión de otros esclavos, buscando la libertad y proclamando la monarquía francesa; posteriormente España lo ganó para su causa, dejándose Jean Francois llevar por intereses personales y olvidando sus antiguos ideales de libertad general. Terminó sus días en un exilio forzado, sin que la corona hispana cumpliera las promesas ofrecidas (Victoria, 2004:27).

En esa misma época, navegando las corrientes del Caribe y del golfo de México, se establecieron en el noreste de la Península de Yucatán 115 negros excombatientes en Santo Domingo, miembros del ejército de Jean Francois y precursores de la Revolución haitiana que fundaron el poblado de San Fernando Aké. Eran libres por decreto real y con el privilegio de establecerse en su propio poblado, con cierta autonomía respecto de las autoridades provinciales, incluso algunos de ellos ostentaban rangos militares con visto bueno de los españoles (Victoria y Canto, 2006:13).

San Fernando no fue la única comunidad negra en la provincia de Yucatán. Tenemos referencia de otro poblado, situado en la cercanía del puerto de Sisal, denominado San Francisco de Paula, que existió a mediados del siglo xix y del que todavía se tiene memoria oral entre los habitantes de la región (Ibídem:15). El investigador y arqueólogo Fernando Robles1 nos participa que en el Proyecto Costa Maya se encontró cerca de Sisal un asentamiento de negros, de origen indeterminado, relacionado con la presencia de piratas en esa zona, que persistió durante mucho tiempo.

En la década de los ochenta, recalaron en las playas del puerto de Progreso, Yucatán, dos barcos transportando numerosos inmigrantes haitianos en busca de asilo.

Con la consolidación de la conquista del Nuevo Mundo y el desarrollo de sus colonias, surgió la piratería. La piratería es un acto de depredación y violencia, cometido en alta mar o en zona sometida a la jurisdicción de algún país extranjero. Como consecuencia lógica, varias naciones europeas se dieron a la tarea de buscar nuevas rutas marítimas para llegar a los territorios recién descubiertos y conquistarlos, si no lo habían hecho, desde luego con la protesta de los monarcas españoles (Montero, 2005).

Las primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo v a. C. en la llamada Costa de los Piratas, en el golfo Pérsico. Otras zonas afectadas fueron el mar Mediterráneo y el mar de la China meridional.

La piratería ejercida por ingleses, franceses y holandeses contra las posesiones españolas en América se debió a la inconformidad de esos países en el reparto del Nuevo Mundo, ya que España y Portugal se adueñaron de América, imponiendo su política económica, la colonización, los repartimientos y la iglesia; es decir, por el exclusivismo de España que consideraba el territorio de las Indias solo para vasallos de la corona de Castilla, y vetado a los súbditos de potencias extranjeras (Piña, 1977:44).

Enrique viii, rey de Inglaterra, quiso hacer algo en contra de los reyes católicos. Él fue quien primero trató de impulsar la maroma mercante a mezclarse en las navegaciones trasatlánticas, pero carecía de liberalidad y de holgura. Pero un día encontró algo extraordinario en la corte: William Hawkins, un rico de Plymouth que vendía en las Antillas, de contrabando, negros de Guinea, quien propuso hacer ese negocio en las colonias del Nuevo Mundo, que requerían urgentemente de mano de obra. Este negocio (de los negros) extraordinario, recibe la natural recompensa para Hawkins: dos veces alcalde de Plymouth, y miembro del Parlamento, llegando a ser el más rico del lugar.

El primer caso de piratería en esta zona ocurrió en 1522, cuando el francés Jean Fleury (Juan Florín, 1485-1527, oficial de la marina francesa y corsario), interceptó la nave que transportaba los regalos de Moctezuma a Hernán Cortés. El conquistador se los enviaba a Carlos V, rey de Castilla, a modo de impuesto y muestra de su lealtad. El tesoro estaba formado por máscaras, collares, brazaletes, vasos, figuras de jade, perlas, aves, huesos de mamuts y tres jaguares. Se cree que el tesoro robado sirvió a los franceses para financiar el arreglo de la iglesia de Dieppe, patrocinar varios viales de descubrimiento y otros proyectos. Fleury fue capturado cerca de Canarias y trasladado a la Península, donde Carlos V ordenó su ahorcamiento (Robledo, 2010:3-4).

Los corsarios eran piratas que asaltaban al servicio de un país, principalmente ingleses y holandeses. Por ello recibían una patente de corso, que les autoriza para actuar contra los enemigos de la Corona. El caso más famoso es el del inglés Francis Drake (1543-1596). Para los británicos se trata de un héroe nacional y de una de las figuras más carismáticas de toda su historia. Para los españoles fue un cruel rufián, que saqueó y mató sin piedad cuanto tuvo a su alcance (Ortigueira, 2014:109).

Drake tenía 23 años cuando hizo su primer viaje a América en compañía de John Hawkins, su primo segundo, reconocido y antiguo comerciante de negros en toda la costa de América. Algunos autores opinan que él fue quien pintó de negro la costa del Nuevo Mundo, desde Brasil hasta Norteamérica. Juntos fletaron la primera expedición inglesa para comerciar con esclavos. Tras ser atacados en Nautla, Veracruz, por una flota española que destruyó dos de sus naves, Drake emprendió una guerra personal en contra España, que le ocupó toda su vida. En 1587, después de haberse dedicado a la piratería en las Antillas durante años y haber obtenido cuantiosos botines, saquear Cádiz y derrotar a la Armada Invencible española en 1588, el marino británico volvió a Europa (Ibídem:110).

Junto con John Hawkins, Francis Drake organizó en 1595 una flota de 27 barcos con el objetivo de tomar diversas plazas en las Antillas. Hawkins no llegó a participar en ninguna acción, murió cuando navegaban cerca de Puerto Rico; en una visita al camarote del barco de Francis Drake, fue herido de muerte por una bala de cañón. Francis Drake en 1596 fue derrotado en Panamá, murió de diarrea de origen amebiano y fue lanzado al mar, como cualquier marino.

Por su actuación a favor de Inglaterra, era tan admirado y respetado que con la madera de la nave de Drake, el Golden Hind, hicieron una silla que la Universidad de Oxford guarda como una reliquia hasta la fecha. Drake, antes de su muerte, le regaló a la reina un prendedor de esmeraldas de Muzo, que pilló en el Pacífico, es la joya que luce la reina el día de año nuevo, hasta hoy (Arciniegas, 2014: 132).

En 1633 la piratería se extendió hasta el golfo de México, pues en esa fecha llegó a Campeche una flota de corsarios alemanes, ingleses, franceses y portugueses, procedentes del mar Caribe, mandados por Cornelius Hols o Pie de Palo y Diego el Mulato, criollo de La Habana que iba como guía de la expedición. Hecho sobresaliente en el combate fue que Diego el Mulato encontró al capitán Galván, jefe de los defensores de Campeche, muerto, demostrando profundo sentimiento, porque el capitán había sido su padrino en La Habana (Piña, 1977:52).

Ese mismo año, el corsario holandés Mansvelt organizó en la isla de Tortuga otra expedición sobre Campeche. Los piratas se adueñaron del puerto, matando a decenas de vecinos y haciendo prisioneros a 170 hombres, que fueron bárbaramente ultrajados. Después de obtener su botín, como rescate por los prisioneros, los piratas regresaron a isla de Tortuga, donde Mansvelt falleció, se cree, a manos de los españoles, sin disfrutar su botín (Piña: 60).

En 1663 los piratas del Caribe hicieron una nueva intrusión en Campeche, esta vez al mando de Bartolomé el Portugués y sus hombres, quienes quemaron una hacienda cercada a Campeche. Por lo que doscientos infantes y seiscientos indios flecheros salieron al encuentro de los intrusos. Las autoridades de Campeche lograron tomar varios prisioneros, entre ellos al Portugués, quien fue juzgado y condenado a muerte. Sin embargo, este con algunos de sus hombres lograron fugarse de la cárcel y se hicieron a la mar con rumbo a Jamaica (Piña, 1977:63).

En el Caribe surgirían los bucaneros, sinónimo de piratas, comerciantes de un tipo de carne ahumada para abastecer a los barcos que navegaban por las aguas del mar Caribe. Fueron mercaderes que se dedicaron a la piratería.

Uno de estos bucaneros fue Rock Brasiliano (1630-1671), nacido en Holanda. Fue corsario en Bahía, Brasil, antes de irse a Port Royal, Jamaica. Naufragó en las costas de Campeche, donde tanto él como sus hombres, fueron hechos prisioneros. Ante amenazas y engaños fue sacado de la prisión, dejándolo en libertad. Brasiliano desapareció sin dejar ningún rastro (Piña, 1977:68).

En 1672 el filibustero holandés Laurent de Graff, Lorencillo (1653-1704), desembarcó en el barrio de San Román y al día siguiente se hizo a la mar, donde apresó un buque de Veracruz (Salmoral, 1992).

Lorencillo y Grammont tenían intención de marchar a Mérida, establecerse en Yucatán y hacerse de la explotación del palo de Campeche o tinte. Sin embargo, después de su fallido intento de marchar a la capital yucateca, al ser rechazados en Hampolol, desistieron de sus propósitos, llevando un rico botín (Victoria, 2003:10).

Otro personaje de las Antillas fue el bucanero Jean David Nau, conocido como el Olonés (1630-1671), quien zozobró en Campeche en 1677. Sus hombres fueron apresados y muertos, pero él logró escapar hacia la isla de Tortuga. El Olonés era conocido por su crueldad, quien se dice que a sus prisioneros les sacaba el corazón para comérselo delante de los demás. De acuerdo al Archivo de Indias, este pirata fue hecho prisionero por indígenas de Nicaragua, donde irónicamente, la tribu lo cortó en pedazos, lo asó y luego e lo comió (Robledo, 2010).

El filibustero inglés Henry Morgan, temido por ser despiadado, conflictivo, acostumbrado a juergas y alcohólico, no respetaba otra autoridad que la suya propia. Murió en 1688 de tuberculosis y cirrosis alcohólica. Atacó poblaciones del Caribe y el puerto de Campeche (Frers, 2008:148).

Interesante pero cruel y sanguinaria es la historia de las Antillas, en la que podemos percibir hechos relevantes que se realizan en distintas épocas y lugares. Actividades que se dieron como resultados finales del descubrimiento del Nuevo Mundo, en sí consolidación, y por el repartimiento y la posesión de las Antillas entre varios países.

Las Antillas (mayores y menores) llamadas Indias Occidentales por los españoles, se encuentran hoy día repartidas entre los países de Francia, Países Bajos, Inglaterra y Estados Unidos. Las lenguas principales son el inglés, el francés, el español, el papiamento y el neerlandés. El mayor peso demográfico antillano cae en el ámbito hispano: más de 25 millones de personas hablan español.

Al contrario que otras partes de la América Española, las Antillas no se independizaron a comienzos del siglo xix en las llamadas guerras de independencia hispanoamericana (con excepción de las islas pertenecientes a Venezuela). La República Dominicana, en el contexto de la Rrevolución haitiana, se independizó inicialmente y luego retornó a la soberanía española para luego independizarse (1865), aunque fue ocupada por los Estados Unidos (López y Del Mar, 1997: 75).

Francia posee las Antillas francesas, integradas por Martinica, Guadalupe y cinco islotes dependientes de Guadalupe: María Galante (Marie-Galante), islas de los Santos (Les Saintes), La Désirade y San Bartolomé (Saint-Barthélemy). San Martín, antigua dependencia de Guadalupe, es una colectividad de ultramar desde el 15 de julio de 2007.

Las Antillas Neerlandesas, pertenecientes a los Países Bajos (con frecuencia es conocido por metonimia con el nombre de su región histórica más influyente o relevante, Holanda, situada en la parte occidental del país), fueron hasta el 10 de octubre de 2010 un Estado autónomo formado por cinco islas del mar Caribe (que hasta 1986 incluía a Aruba). Las islas de Saba y San Eustaquio junto a la parte sur de San Martín (la parte norte pertenece a Francia), están ubicadas al este de las islas Vírgenes, en el llamado grupo de islas de Barlovento, mientras que Curazao y Bonaire, a 900 km al suroeste de las islas anteriores, frente a la costa occidental de Venezuela (López y Del Mar, 1997: 80).

Estados Unidos posee Puerto Rico y Las Islas Vírgenes Estadounidenses (en inglés oficial Virgin Islands of the United States), son un grupo de islas dependientes de los Estados Unidos de América ubicadas en el mar Caribe. Este territorio está compuesto por tres islas principales: Saint Thomas, Saint John, Saint Croix y algunas islas menores.

Las Islas Vírgenes Británicas (British Virgin Islands) conforman un territorio británico de ultramar localizado al este de Puerto Rico, en aguas del mar Caribe. El archipiélago está constituido por unas cuarenta islas, de las cuales once están habitadas. Las más grandes son Tórtola, Virgen Gorda, Anegada y Jost Van Dyke. La población del archipiélago es de 27 800 habitantes, viviendo 23 000 en la isla de Tórtola (Ibídem: 90).

Cuba y Puerto Rico accedieron a la independencia bajo control estadounidense en 1898 (guerra hispano-norteamericana).

En la actualidad, la isla de Tortuga es una dependencia del gobierno de Haití; Santo Domingo es la capital de la República Dominicana; Cartagena es dependencia de Colombia, y el Darién es la actual Panamá.

La vinculación y la identidad entre estas colonias y países antillanos se ha comprobado en diferentes estudios que nos permiten afirmar que somos parte de una misma historia.

En la época colonial, cuando los brazos de la masa aborigen antillana fueron disminuyendo, comienza la desmedida búsqueda de fuerza de trabajo en la costa africana, pero también en las costas americanas, ocupando un lugar nada despreciables la búsqueda de aborígenes en la cercana Península de Yucatán.

El 14 de agosto de 1509, el rey español Fernando II de Aragón expidió una cédula que autorizaba la importación de aborígenes de las islas cercanas para los trabajos de La Española. En 1526, la Corona española le otorgó a Francisco de Montejo el privilegio exclusivo de la conquista de Yucatán. Entre las cláusulas se indicaba que los aborígenes que se negaran a aceptar la soberanía del rey, serían esclavizados y enviados fuera de su territorio, bajo el estricto consentimiento del clero y de los oficiales reales, extradición que se realizaba a las distintas islas del Caribe (Rodríguez, 2015:52).

En la segunda fase de la conquista, entre 1529 y 1535, Montejo compró tres navíos y entró en relación con Juan de Lerma, rico comerciante y armador, cuyos barcos traficaban entre la Nueva España y las Indias Occidentales. Lerma debía proporcionar sus buques para las expediciones, reclutar soldados, colonos y transportar gente y abastecimiento a Yucatán. En pago, Montejo le ofreció privilegios comerciales, encomiendas y un jugoso comercio de esclavos que podían transportarse en sus barcos. Francisco Hernández, capellán de las fuerzas de Montejo “el Mozo”, fue el supervisor oficial del herraje de los indios y recibió por sus servicios una encomienda. Una vez entregadas las mercancías eran vendidos en la Nueva España, en Las Antillas y en Las Bahamas. Otros hechos son relatados en documentos varios. Fray Bartolomé de las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias (Sevilla, 1552), acusa a Montejo de haber hecho esclavos a los que no murieron en combate fueron enviados a cambio de vino, aceite, vinagre, puercos y ropa (Loret de Mola, 1986, s/n).

En el mes de agosto de 1543 llegó a Campeche un navío que traía todo cuanto podían apetecer los colonos: armas, caballos, ganado lanar y vacuno, ropa, vino, trigo y en fin, una porción de semillas de varias producciones de Europa, que podían aclimatarse en América. Las intenciones de los colonos de pagar con esclavos no fue permitida por Francisco de Montejo, basándose en las nuevas leyes llamadas Ordenanzas de Barcelona, que prohibían el comercio de esclavos. Hubo un enfrentamiento entre el capitán Francisco de Montejo y los componentes del Ayuntamiento por esta medida. Los resultados de esta discrepancia no se han obtenido con bases firmes, pero se rumora que la operación sí se llevó a cabo (Ancona, 1978:300).

La guerra de castas de Yucatán (1847-1901) fue el producto de una relación interétnica desigual que se originó desde el principio de la conquista española de América, hasta que los dominados encontraron las circunstancias propicias para recobrar la capacidad de decidir su propio futuro, que aprovechando la experiencia bélica y las armas que habían acopiado en las continuas batallas que el Estado de Yucatán sostuvo contra el ejército del gobierno centralista de México, que Antonio López de Santa Ana había enviado (Antochiw, 1997:10).

Durante este conflicto racial y político, se realizaron dos hechos sobresalientes relacionados con la venta de indígenas como esclavos a las Antillas, particularmente a Cuba, y el aumento en la adquisición de armas en el tráfico ilícito de los ingleses: Belice, la aldea de Cocos, el Río Hondo, Orange Walk y Corozal, donde ya existía tradicionalmente un verdadero comercio o sistema de trueque por intercambio de productos.

Esta rebelión, en la que participaron fundamentalmente los mayas, y promovida posiblemente por partidarios del exgobernador Barbachano, en contra del gobernador Barret, fue descubierta y uno de sus cabecillas Manuel Antonio Ay fue fusilado en Valladolid. Las tropas saquearon y quemaron el rancho de Cecilio Chí. Este y Jacinto Pat, líderes del movimiento, sabiendo el destino que les esperaba, decidieron hacer la revolución por su cuenta.

Después de 54 años, el final de la guerra de castas parecía cercana, pero la tierra recuperada no valía nada sin la mano de obra. Los soldados de las guarniciones representaban una parte importante de la fuerza de trabajo, faltaba dinero y sustento, y para no alimentar a los prisioneros, eran vendidos a Cuba. Con el dinero recibido, solventaron las carencias y necesidades de primer orden y financiaron una expedición a Bacalar. La venta de los mayas a Cuba causó enérgica protesta por parte del gobierno federal (Antochiw, 1997:12).

En 1658 existía un pueblo de mayas en las Antillas, con mayor precisión en Santo Domingo, que luego de ser capturados en las costas yucatecas y trasladados por piratas a la isla de Tortugas, fueron reubicados luego en la Dominicana, donde mantuvieron intacto su lenguaje nativo.

Los campechanos a los que se refirió Fernando Ortiz y a quienes otorgó rango de transculturador en Cuba, fueron mayas extraídos de Campeche en tiempos tempranos del coloniaje español, por vía de raptos o mediante la trata clandestina temprana (Bojórquez, 1988:13).

La emigración a Cuba de miles de mayas extraídos por Sisal y el Cuyo, entre otros lugares, fue debida a dos proceso históricos: la expansión azucarera en Cuba, y la puesta en marcha del ferrocarril en 1837. Yucatecos que fueron transportados a Cuba desde Sisal, junto con los de Campeche, que desde el siglo xvi llegaron a la Habana, se inscribieron al proceso transculturador cubano. Rafael López Valdez encontró yucatecos vinculados a las gestas revolucionarias de la isla y Jaime Sarusky los ubicó en el contexto actual de la sociedad cubana (Bojórquez, 1988:16).

Las emigraciones entre la isla de Cuba y la Península de Yucatán siempre han sido tradicionales, pero estas se acrecentaron considerablemente en los años difíciles de lucha de los cubanos contra el coloniaje español (1868), que convirtió la geografía peninsular en un terruño de exilios.

Los primeros emigrantes cubanos ligados al proceso de liberación de Cuba arribaron por el puerto de Sisal. Algunos estudiosos han sugerido que el primer contingente de cubanos llegó a Yucatán en 1869, que dio lugar a que el gobierno yucateco emitiera un decreto que ordenaba la adecuación del ex convento de mojas para alojar a los recién llegados (Bojórquez, 1988:23).

El Lic. don Olegario Molina Solís, siendo diputado federal en 1869, pronunció un discurso en la Cámara, en defensa de la independencia de Cuba, para obtener el apoyo del Sr. presidente Lic. Benito Juárez de García, a la lucha por la independencia de Cuba.

El auge del henequén, el “oro verde”, acrecentó el flujo migratorio de cubanos a Yucatán, quienes buscaban nuevas oportunidades laborales. Las industrias tabacalera y azucarera se beneficiaron con la llegada de los cubanos, quienes fueron mano de obra fácil de captar. Pero los principales beneficios de esta concentración migratoria se encuentra en el impulso que los intelectuales cubanos le dieron a la cultura y la educación en la Península. Entre estos migrantes podemos nombrar a los profesores hermanos Rodolfo y Antonio Menéndez de la Peña; Toribio Valdéz Rodríguez, Félix Ramos Duarte, Idelfonso Estrada Zenea; los hermanos Urzaiz Rodríguez (Artiles, 2018, s/n).

Entre los líderes de la guerra de independencia de Cuba (de España), predomina extraordinariamente la personalidad polifacética de José Julián Martí Pérez, doctor en Derecho Civil, político republicano democrático, escritor, periodista, filósofo, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la guerra de independencia. Martí constituía uno de los soldados más valiosos, por aportar, además de su capacidad bélica, cultura, experiencia y relaciones con adeptos a la causa.

Martí dentro de la estrategia de visitar distintos países se encontraba la estadía en México, y en una forma muy especial en la Península de Yucatán, en el puerto de Progreso, en la ciudad de Mérida, donde formó varios partidos políticos con cubanos y residentes del lugar. Martí recorrió vía marítima toda la costa oriente de la Península de Yucatán, donde visitó Holbox e isla Mujeres, donde estuvo aproximadamente una semana e hizo los estudios geográficos, relacionados con la isla de Cuba y la Península de Yucatán. Luego recorrió el mar Caribe, visitando Belice (¿armas?) y Guatemala, donde se integró a la sociedad y estableció numerosas relaciones programadas en la estrategia de independencia.

El 19 de mayo de 1895 se desplegó en la zona de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano, donde acampaban los cubanos, Martí marchaba entre Gómez y el mayor general Bartolomé Masó. Al llegar al lugar de la acción, Gómez le indicó detenerse y permanecer en el lugar acordado. Martí en el transcurso del combate se separó de las fuerzas cubanas y cabalgó sin saberlo, hacia un grupo de españoles ocultos en la maleza y fue alcanzado por tres disparos que le provocaron heridas mortales.2

Martí fue un hombre poderoso en sus razonamientos y decisiones, murió simplemente porque él quería morir en esa forma. Era el soldado que la causa cubana necesitaba para las discusiones parlamentarias en las relaciones de Cuba con Estados Unidos. Murió montado en un caballo blanco, quizás como coincidencia, un parecido a Santiago Matamoros, protector de las gestas, o con Mahoma, quien en una yegua blanca subió al séptimo cielo para hablar con Dios. Martí cumplió porque dejó su ejemplo al pueblo cubano.

En Cuba, al terminar la guerra de independencia de España, bajo el protectorado de Estados Unidos, se creó la Enmienda Platt, un apéndice al proyecto de ley de los presupuestos del ejército aprobado por el Congreso de Estados Unidos, e impuesto como un apéndice al agregado a la Constitución de Cuba en el período de la primera ocupación militar estadounidense en la isla (1899-1902) y que respondía a los intereses de los Estados Unidos. En la enmienda se determinaba que el gobierno de la República de Cuba no realizaría ningún tratado o convenio con potencias extranjeras que comprometiera o limitara la independencia de la isla. Asimismo, se expresaba que el suelo cubano no serviría de base para operaciones de guerra contra Estados Unidos y que deberían regularse las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Cuba, por medio de un tratado de reciprocidad. El desenlace de la guerra hispano-estadounidense entre España, Estados y Cuba, conllevó la obtención por parte de los estadounidenses de varias colonias españolas. Entre ellas se encontraba la isla de Cuba, que cambió de manos después de la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1899 (García, 2017).

En 1925, se produjo la primera modificación que supuso la recuperación de la soberanía cubana sobre la isla de Pinos. No obstante, y a pesar de la oposición de los responsables políticos cubanos, la ley se mantuvo vigente hasta el año 1934. En mayo de ese mismo año se firmó un nuevo tratado que regulaba las relaciones cubano-estadounidenses, en el marco de la “política de buen vecino”, impulsada por Franklin D. Roosevelt que suponía la derogación de la Enmienda Platt y el reconocimiento por parte de los Estados Unidos de la soberanía de Cuba, aunque mantuvo la base naval en Guantánamo.3

Desde 1952 comenzó una lucha pública en la isla de Cuba, encabezada por Fidel Castro Ruz, contra el dictador Fulgencio Batista, quien acababa de dar un golpe de Estado ante su más previsible derrota electoral. El 26 de julio de 1953, cuando Fidel tenía tan solo 26 años, encabezó el asalto armado al cuartel de Moneada en Santiago de Cuba, con el propósito de provocar un levantamiento popular contra el dictador Batista. Fidel fue capturado una semana después del asalto fallido.

Decidió asumir su propia defensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, en el cual pronunció un extenso alegato político-ideológico, que incluía un amplio programa de reformas por una futura Cuba libre de la dictadura; Fidel, después de todo, fue condenado a 15 años de prisión, pero en mayo de 1955 fue puesto en libertad en virtud de una amnistía decretada por Batista y sugerida por José Díaz Balart, suegro de Fidel y ministro en el gobierno del dictador.

Fidel Castro nació en Holguín, Cuba, en 1926. Estudió como interno en colegios de jesuitas en Santiago y La Habana. En 1945 inició sus estudios de la carrera de Derecho en La Habana, que finalizó cinco años después.

Viajó a México donde se le acusó de coautor de un movimiento nacional provocado por la izquierda mexicana. En la página 69 del libro Arrebatos carnales, el autor Francisco Martín Moreno dice que Castro no podía ser, ya que estaba en deuda con el PRI, debido a su amistad con el secretario de Gobernación, Gutiérrez Barrios, quien le salvó la vida y le facilitó el dinero que puso Miguel Alemán para que pudiera comprar el Granma, un yate que los ayudó a zarpar rumbo a Cuba, para iniciar la revolución en la Sierra Maestra. Desde allí comenzaron, bajo el mando de Fidel Castro, a organizar un ejército rebelde, integrado principalmente por campesinos y estudiantes, que en poco más de dos años forzaron la huida del país a Batista. El 8 de enero de 1959, Fidel Castro entró triunfal en La Habana (Moreno, 2014: 69).

Muchos de sus biógrafos, al entrar en el terreno del análisis psicológico, coinciden en que Fidel tenía una personalidad que no podía conformarse con un papel que no fuese de lo más destacado. Si no hubiese optado por la política, seguramente se habría hecho notar como excelente deportista, renombrado escritor o famoso actor de cine, como un hombre siempre lleno de buenas intenciones.

En el documental Cuba libre, de la plataforma Netflix, los analistas describen a Fidel como un líder excelso, internacional, que llegó al extremo de ser recipiendario de un homenaje en el Kremlin, durante un desfile del ejército de Rusia, conseguir la visita en dos ocasiones del presidente de este país, y el apoyo, respaldo económico y técnico, de la República de China. Los analistas de esta plataforma hacen una descripción de Fidel que coincide con las biografías que describieron su personalidad. También hacen una crítica de su gobierno, como un gobierno enérgico, con normas militares, que produjeron el éxodo de residentes cubanos a otros países.

La extraordinaria figura de Fidel Castro fue objeto de una enorme controversia histórica, marcada por la distancia abismal entre las opiniones de los que lo reverenciaban sin límite y sus detractores, que lo odiaban hasta desear su muerte.

El mexicano, en particular el que reside en la Península de Yucatán, siempre ha sentido afinidad, identidad, y empatía por el pueblo de Cuba, lo cual es fácil de mostrar en numerosos acontecimientos registrados en la historia de ambos países.

Antes de que Fidel tomara el poder en la isla de Cuba, en Yucatán y de una forma particular en Mérida, era fácil notar la efervescencia de cubanos de ambos sexos en busca de prosélitos y colaboradores para su causa. Conducta que dio lugar a que se conformara y se estableciera una firme relación y una entrañable amistad con esos luchadores por su patria. En lo personal, tuvimos la oportunidad de conocer entre ellos a gentes y de todas las categorías sociales: componentes de las principales familias españolas de La Habana, familiares de expresidentes de la isla de Cuba, profesionales distinguidos, banqueros, industriales cafetaleros y exfuncionarios de gobiernos anteriores.

En Mérida, un día del año de 1955, el cubano con domicilio en Mérida, Dr. en Filosofía y Letras, Juan Varela Álvarez, entrañable amigo, me invitó cortésmente a que lo acompañara al aeropuerto de la ciudad, lugar donde me presentó a un joven que dijo llamarse Fidel Castro, jefe de la Revolución cubana, a quien le dijo: “Mira, Fidel, acá está el Dr. Alvaro Vivas, es uno de los colaboradores de la causa”, y Fidel le respondió: “Ya estaba yo enterado”. Después de compartir gratos momentos sobre distintos temas, nos despedimos de él, al ser este interceptado por distintos personajes.

Sorprendido, le formulé una pregunta a Juanito: “¿Qué he hecho para merecer ser considerado colaborador del movimiento social cubano?”. “La respuesta a tu pregunta mañana te la entrego”, dijo. Al otro día, me dio un documento donde había un listado de información y servicios materiales que les había proporcionado, como el número de comidas y desayunos a cuatro miembros del movimiento revolucionario cubano, la información sobre los talleres de mecánica de aviación Tamsa y lugares de la Península, donde podían aterrizar aviones o avionetas. En realidad, la información de estos talleres figuraba en el directorio telefónico y sobre las pistas de aterrizaje era público y notorio, que en un gran número de ranchos ganaderos existían pistas de aterrizaje, como un medio de comunicación. Inclusive, que eran del dominio público los conocimientos y destrezas de un jefe de la policía de Campeche, para aterrizar en cualquier parte de la carretera. En el camino entre Chicxulub Puerto y Telchac existía una pista de aterrizaje y que, incluso, la avioneta que lo utilizaba estaba anclada y protegida en el mismo lugar, a la vista de todos.

Juanito sabía perfectamente de la amistad entrañable que había con el Lic. Lima Gutiérrez, avecindado en Isla Mujeres, y también sabía de la amistad de este último con el Gral. Lázaro Cárdenas, quien fue quien le solicitó que interviniera ante las autoridades municipales, estatales y federales para que se hicieran de la “vista gorda” en presencia de los luchadores sociales cubanos.

En cierta ocasión, el Lic. Lima, después de muchísimos años, me contó que los implementos necesarios de la Revolución cubana fueron trasladados desde Isla Mujeres a Cuba, en barcos pesqueros mexicanos y cubanos, a los que en la Isla llamaban “los pájaros de la noche”, por hacer sus operaciones en esas horas.

Al escribir sobre un tema de tanta responsabilidad y de valor histórico, como es el de las Antillas, se le asignó un mayor espacio a parte de la historia de la isla de Cuba por razones significativas: la isla de Cuba y la Península de Yucatán tienen una situación geográfica conflictiva, relacionada con la política internacional de las grandes potencias, por tener el mismo origen y la misma historia. En México y en Cuba, desde la conquista hasta la actualidad, ha existido siempre un mecanismo de protección recíproca por parte de sus gobiernos, a las migraciones, por motivos de luchas sociales, y que en numerosas ocasiones se establecieron en forma definitiva, formando un hogar, dando lugar a un nuevo tipo de mestizaje, con lazos de amistad, sangre y cultura. Somos los mismos.

Notas

1 F. Robles y P. Andrews (2003): “Proyecto Cosa Maya: reconocimiento arqueológico de la esquina noroeste de la Península de Yucatán”, en el XVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas de Guatemala, Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala, 2003.

2 http://www.josemarti.cu/?page_id=102 Universidad de Guadalajara

3 https://www.noti merica.com/sociedad/noticia-83-anos-derogacion-enmienda-platt~fin-control-m i litar- estadounidense-cuba-20170530081510.html

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