Metodología de los “por qué”
Marta Núñez Sarmiento*XXXVII
Prometí en el artículo anterior que les explicaría como darles sentido a las informaciones que hemos organizado. Pero ¿qué significa esto de conferir sentido? Pues que llegó el momento de interpretar toda la madeja ya organizada de datos y opiniones que recogimos; esto es descubrir cuáles son sus esencias, qué aspectos de las estructuras sociales los explican y jerarquizar los temas en un informe final que sea capaz de trasmitir a un auditorio determinado nuestros hallazgos con argumentos sencillos y claros. Los resultados pueden redactarse en forma de tesis de doctorado, de maestría o como un trabajo de diploma que serán evaluados por un tribunal; serán los contenidos de un programa docente; con ellos elaboraremos una ponencia a presentar en un evento científico para un auditorio altamente especializado; servirán para redactar artículos periodísticos dirigidos a un público más amplio y también como libros, que es lo que pretendo hacer con mis trabajos en Unicornio de POR ESTO!
Aunque cada una de estas maneras que adoptan los informes finales se rige por reglas bien distintas, en todos los casos nos convertimos en narradores calificados, en verdaderos cronistas que contamos nuestros descubrimientos. Sugiero a continuación varios consejos para redactar los resultados.
Primera sugerencia. Tenemos que conocer las reglas de escritura de los géneros con los que narramos los hallazgos. Se trata de ajustarnos a los requisitos que exige cada institución en la que presentaremos nuestro informe final y, consiguientemente, tomaremos en cuenta las características de los auditorios que conocerán nuestros análisis. Las tesis de doctorado tienen las reglas para su presentación que exigen cada uno de los tribunales, universidades e instituciones académicas que los evaluarán. Lo mismo sucede con los informes que solicitan las agencias que contratan a consultores, con las normas que exigen las publicaciones científicas o con el estilo y el número de páginas que exige un diario que llega a millones de lectores.
Segunda idea. Hay que explicar el contexto histórico y social concreto en que se produjeron los hechos que estudiamos y la historia que los precedió. En los artículos previos ejemplifiqué cómo cumplir con estos requisitos basándome en mi investigación sobre las características genéricas de las emigraciones cubanas recientes. De todos modos, resumo qué cuestiones debemos tratar para explicar las condiciones de las estructuras sociales o de la formación económica y social: las relaciones económicas, políticas, legales, sociales, ideológicas, así como las políticas sociales que rigen los comportamientos de la sociedad específica que produce los fenómenos que investigamos. ¿De dónde sacamos los datos para llenar estos requisitos? De los anuarios estadísticos, de los documentos (artículos y libros científicos vinculados a nuestro problema de investigación, regulaciones oficiales, trabajos contenidos en los medios de comunicación, etc.) y de las respuestas a las preguntas de los instrumentos que aplicamos (entrevistas a expertos, a individuos; cuestionarios; diarios de observación; testimonios, historias de vida).
Tercera sugerencia. Es imprescindible que describamos quiénes son las personas, las instituciones y las situaciones que indagamos y las comparemos con los datos sociodemográficos generales de cada país. Esto ayuda a entender si los individuos que nos respondieron o que observamos siguen las características de la población total del país o se alejan de ellas. Por ejemplo, en mi investigación sobre los emigrados cubanos recientes yo los escogí sólo entre los profesionales, y como sabía que las dos terceras partes de ellos son mujeres, intenté que las personas de mi muestra replicaran esta proporción.
Cuarta propuesta. Aquí entramos en la “sustancia” de los resultados porque analizaremos los temas en que organizamos las informaciones. Una vez más alerto que tenemos que distinguir dentro de cada tema si las “voces” a las que nos referiremos pertenecen a las personas que respondieron a nuestras preguntas o si son nuestras inferencias. Me auxiliaré con el ejemplo de las actitudes de los emigrados cubanos recientes en cuanto a su participación en el empleo y en la segunda jornada en los países donde se asentaron.
La totalidad de los hombres y mujeres en este estudio se graduaron de universidades cubanas durante los noventa y en los primeros años de este siglo. Trabajaron en empleos vinculados a sus profesiones al menos durante dos años antes de abandonar el país. En sus países de destino sólo una tercera parte de las mujeres y menos de la mitad de los hombres ocupaban empleos de acuerdo a sus profesiones. Aproximadamente todos tenían más de un empleo para cubrir sus gastos. Todos hubieran deseado emplearse en cargos vinculados a sus profesiones, pero estaban satisfechos de contar con empleos remunerados.
La generalidad de los entrevistados manifestó que sus posibilidades para superarse profesionalmente eran sumamente limitadas. Expertos que entrevisté dijeron que es mucho más difícil para las mujeres que para los hombres encontrar trabajos afines a su entrenamiento profesional en los países adonde emigraron. Las emigradas estaban muy desilusionadas con esto, pero señalaron que tuvieron que adaptarse a estas circunstancias. Constataron varias características discriminatorias: salarios inferiores para las mujeres en relación con los hombres; insuficiente o casi ninguna licencia laboral remunerada; horarios de trabajo extremadamente intensos y dos mencionaron casos de abusos sexuales con compañeras de trabajo.
Los migrantes cubanos aceptaron la idea de que ambos miembros de la pareja trabajen y agregaron que ambos estaban entrenados por igual para emprender cualquiera ocupación “decente”, “apropiada” y que “genere ingresos”. Esta opinión podría derivar del entrenamiento educacional prolongado que tuvieron en Cuba que les disciplinó para ajustarse a horarios fijos desde la mañana hasta la tarde, así como de los paradigmas laborales que observaron en sus padres y madres. También estuvo presente la influencia que ejerció el empleo femenino sobre la ideología de género en Cuba. Las madres de mis entrevistados eran asalariadas y, por tanto, los migrantes de este estudio estuvieron entrenados desde su infancia a reconocer el empleo femenino como algo “natural” y, en el caso de los hombres, a admitir a mujeres como compañeras de trabajo y como dirigentes y asentir casarse con trabajadoras. Las personas que emigraron de Cuba llevaron este entrenamiento a los países donde ahora viven.
Esta “preparación” promovió una nueva visión sobre la segunda jornada, ya que ambos miembros de las parejas se incorporaron por igual en sus países de destino a las tareas domésticas, en mayor medida que lo que hacían sus padres en Cuba. Es una suerte de “florecimiento pospuesto” de las habilidades masculinas para participar en la “esfera privada” que no practicaron en Cuba, aunque tenían el entrenamiento para hacerlo.
En el próximo artículo, les comentaré otras propuestas para escribir los resultados finales.