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Entretenimiento / Virales

El derecho a la ciudad

Alberto Híjar Serrano

1. “Tierra, territorio, terruño” es el atinado título de una reflexión de Andrés Aubry (1987). Precisa la dialéctica entre el arraigo humanizador con la naturaleza pródiga, la apropiación histórica y social del hábitat y sus usos culturales entrañables, todo lo cual está en proceso de extinción con todo y fecha de caducidad: 2030. El calentamiento global que derrite los polos, la minería extractiva y los megaproyectos turísticos con los malls patrocinados por las refresqueras y las enormes tiendas que los acompañan, se integran a la devastación de bosques, ríos, lagos, lagunas y humedales, simultáneos a la gentrificación adornada con esculturas abstractas invasivas sin más significado que señalar el poder económico, político y cultural: signos del progreso y del poder del Estado neoliberal.

2. Es tal la devastación del hábitat que por todo el mundo proliferan marchas de desplazados nómadas sin solvencia económica ni derecho a crédito para vivir. Esta desgracia se suma a la de los damnificados por desastres nada naturales por su origen en el calentamiento global, el uso devastador del suelo, la destrucción de la biodiversidad y otras calamidades. La falta de agua y otros servicios públicos, como el drenaje eficiente, el transporte, el abasto y la salud, acompaña al despojo de terrenos comunitarios para beneficiar megaproyectos como el del nuevo aeropuerto internacional y otras aberraciones de urbanización salvaje, todo a nombre de las inversiones, los contratos, la apertura de empleos temporales y sin plenos derechos laborales, la conversión mercantil de los usos de la tierra.

3. Progreso y racionalismo van de la mano como fundamentos de la acumulación capitalista. Esta es asunto de las financieras globales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y sus filiales regionales apoyadas por las coordinadoras empresariales. Pueblos, comunidades, barrios y colonias son señalados como espacios de ignorantes y despreciables.

4. Ante la inminencia de la Cuarta República, crecen las coordinadoras para cumplir la consigna de “ni una sola lucha aislada más”. Los damnificados de los temblores y las inundaciones deciden superar el corrupto pillaje de la ayuda estatal y de la filantropía privada acudiendo a la solidaridad profunda del pueblo presente y activo, lo mismo trabajando en ruinas y escombros, que contribuyendo con agua, alimentos, ropa y albergues, que marchando en apoyo de los +43 de Ayotzinapa, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, generador de organización, a la par de los vecinos de la Santo Domingo Pedregales, denunciantes del taponamiento del manantial del que emanan millones de litros de agua potable bombeados al drenaje por la empresa de sardónico nombre: Quiero Casa, una de tantas inmobiliarias apoyada por los gobernantes capaces de emitir dictámenes mentirosos y de tolerar el aprovechamiento de licencias para construir cuatro niveles, para dar lugar a torres de diez o más pisos de instalaciones de lujo, con gimnasios, spas y albercas.

5. Desde el siglo pasado la acumulación capitalista impone un espacio simbólico. Durante la sustitución de importaciones alemanista, la simbolización tuvo aprovechamiento del nacionalismo de Estado aplicado a enormes conjuntos de edificios públicos centralizados en la capital: Ciudad Universitaria, el Centro Médico Nacional, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social desparramados por todo el país, con todo y las emulaciones propias del coloniaje interno: hay que copiarle a la capital como signo del progreso. Este alcanza dimensión extensiva antinacional, con las puertas de Sebastián en las afueras de las capitales para destacar su incorporación al poder. Todas procuran anular movimientos patrióticos y cívicos, también de Estado, como la Ruta de la Independencia y los monumentos a la solidaridad del gobierno de Salinas. El geometrismo, en cambio, es un poder de abstracción de lo concreto con claridad racionalista que se remonta al siglo v antes de Cristo, con el letrero de entrada al aula abierta de Platón: “No entre aquí quien no sepa geometría”. Los grandes conjuntos urbanos de los consorcios también tienen como signo de identidad al geometrismo, si de Sebastián mejor, como signo de poder. Lo mismo ocurre con edificios públicos. Ocurre una “astucia de la razón”, como llama Hegel a los imprevistos y las casualidades que rompen la linealidad racionalista, para dar lugar a resultados simbólicos, como en el cruce de avenidas del Centro Histórico, donde está el edificio de despachos de los senadores frente al llamado Caballito de Sebastián, una agresiva y enorme escultura de color amarillo intenso, que rompe la escala urbana a un lado del histórico edificio de la Lotería Nacional, que fuera hasta la primera mitad del siglo pasado el más alto de México. La confluencia del Paseo de la Reforma con el arranque de la avenida Juárez y la calle de Bucareli, en la llamada por la publicidad mercantil Esquina de la Información por la vecindad de los periódicos Excélsior y El Universal, resulta territorio en disputa a raíz de la instalación sin permiso oficial del antimonumento a los +43 que es punto central de mítines cada día 26 al conmemorarse los aniversarios de la noche trágica de Iguala en 2014. Acrecienta el simbolismo la enorme fuente circular con un garabato escultórico de Felguérez al frente, muy cerca de donde estuvo durante mucho tiempo la hermosa escultura ecuestre de Manuel Tolsá conocida como El Caballito. Una acongojada familia, por cuenta propia, instaló una figura abstracta dividida por el contraste entre dos tonos de azul, en recuerdo de los dos jóvenes secuestrados en Acapulco por los que se pagó rescate traicionado e inútil. He ahí la dialéctica por el derecho a la ciudad como territorio en lucha de clases.

6. Manos fuera de la ciudad, de Franco Rossi, es una película clásica del neorrealismo italiano. Su sentido es vigente por el problema de la gentrificación necesaria para el capitalismo por despojo que incluye la simbolización adecuada y silenciosa en su obscenidad de los grande anuncios espectaculares, las fachadas de propaganda, la instalación de paneles y anuncios en el transporte público, el bombardeo constante de la propaganda para imponer las necesidades del mercado y con ello las sensaciones y sentimientos adecuados: El desodorante cuyo olor enamora, las marcas transnacionales en las camisetas, los audífonos y teléfonos móviles inseparables de los zombies urbanos. Una multitud juvenil probó la asombrosa solidaridad de salvamento y atención a los damnificados de los temblores de septiembre de 2017 en la capital, Morelos, Estado de México y Oaxaca, como prueba de existencia de los millennials de apariencia indiferente, pero dispuestos a ejercer su humanidad pese a las dificultades represivas del Estado. Construyen de tiempo en tiempo la sociedad civil en tránsito a la sociedad política ante la omisión y la represión de la seguridad del Estado. Formaron brigadas móviles eficientemente organizadas a partir de centros activadores de recintos propios y de locales comunitarios liberados de la represión estatal. El problema de la continuidad se reduce, en especial, en colectivos internacionalistas como H.I.J.O.S. México que coloca placas de mosaico en los sitios de desapariciones forzadas y acompaña acciones performáticas como la de Construcción de lo Común iniciada en 2016 con la sorpresiva Toma de San Ignacio, que despertó curiosidad ante la imprecisión deliberada del lugar y el propósito del evento. Comunicado el lugar horas antes de su ocupación para un festival sin más sentido que la convivencia festiva en el Mes de la Patria, reunió grupos diversos pintando, tocando, comiendo, corriendo en una calle cerrada al tráfico donde las casas de taza y plato del Convento de las Vizcaínas en la época colonial han sido convertidas en bodegas comerciales. Otra acción con H.I.J.O.S. México fue la exposición tendedero de las víctimas del operativo contra las Fuerzas de Liberación Nacional en 1974, coordinado por Miguel Nazar Haro desde la casa clandestina donde fueron torturados decenas de secuestrados, muchos de los cuales fueron desaparecidos. El vecindario adquirió claridad de la continuidad represiva, porque la casa en la Circular Morelia con un pequeño jardín público al frente albergó después el negocio de Miguel Nazar y su hijo del mismo nombre para proporcionar seguridad privada con amplios servicios criminales incluidos. El edificio sigue siendo ahora albergue de oficinas policiacas como prueba de la unidad impune entre la administración del Estado y sus necesidades paramilitares. Hasta aquí y con las pintas efímeras de las marchas y plantones, parece justa la caracterización de los antimonumentos y las acciones de denuncia como “apropiación caótica del espacio público” con “presupuestos modestos” y “temporalidad determinada” planteada por Alfonso Díaz Tovar y Lilian Ovalle (2018) en su excelente crónica reflexiva sobre los antimonumentos en el norte del país señalando masacres y asesinatos sin aclarar. Pero “la política de cualquiera”, como afirma Cristina Híjar (2016) al reflexionar sobre los murales identitarios de los Caracoles Zapatistas de Chiapas con realización comunitaria organizada por Sergio “Checo” Valdez a partir del “mandar obedeciendo”, con superación del aura artística, todo sistematizado a partir de la destrucción del mural en Taniperla como señal del primer Municipio Autónomo promovido por el EZLN con el encarcelamiento del maestro y veinte más durante dos años, todo lo cual amerita el nombre propuesto para su profesión como “muralero” y no muralista. Tal es el paradigma cumplido también en los trabajos incluidos en el mediometraje de Cristina Híjar (2017) A la calle: Okupar, resistir, organizar, todo lo cual procura la memoria histórica como fundamento de la reproducción social en beneficio del sujeto necesario para las acciones libertarias no solo confrontadas con el poder del Estado, sino con los brotes de violencia de comunidades efímeras que organizan linchamientos ante la incapacidad justiciera del estado y con la decisión de hacer justicia directa y pública, monstruosamente registrada por los celulares en alto filmando el sacrificio de los supuestos delincuentes incendiados, macheteados o pateados como ejecución colectiva. Contribuye a esta violencia que recupera sin saberlo los modos orientales y antiguos de construcción del sujeto social de la justicia como acción común, distinta en intención pero semejante en su protocolo a los cadáveres colgados en puentes, las cabezas de decapitaciones y las bolsas con restos humanos, que los grupos del llamado crimen organizado utilizan como lección y advertencia. El terror es también una necesidad del capitalismo por despojo al suprimir todo proyecto del “buen vivir”, nombre-consigna construido por el gobierno boliviano. “Fascismo corriente” llamó una película soviética de los cincuenta a la tendencia de culpar de la degradación económica, política y social a los maleducados, desamparados y miserables del todo. Asociada al realismo, la hitleriana tendencia dio lugar a los pogroms, masacres de barrios judíos con todo y la degradación social de sobrevivientes al obligarlos a las tareas más infames en las calles para someterlos a la burla de la multitud. El uso de calles y plazas recupera así la justicia colectiva precapitalista de inmolación por ahorcamiento o fuego de brujas, hechiceros y herejes. La subsunción real, propia del capitalismo extiende esta barbarie a los linchamientos e incendio a los sospechosos por ser ajenos al barrio. Todo esto tiene su respuesta en las asambleas que deciden autodefensas contra el pago de cuotas por el suelo, la cosecha o el libre tránsito y por las policías comunitarias comisionadas por asambleas donde la justicia popular se hace efectiva. La dimensión religiosa de todo esto alcanza dimensión urbana, por ejemplo, con el santuario a Jesús Malverde, a la Santa Muerte y otras deidades protectoras de delincuentes, prostitutas y pandillas, como el muy venerado San Judas Tadeo. Legiones de jóvenes sin oficio ni beneficio más que las acciones de pandilla, y cuando más organizados para el deporte y el culto a santos patronos, abundan en las fechas de celebración, Virgen de Guadalupe incluida. Fiel a la tradición de negociación no dicha con la Cristiada, el Estado hace omiso al Artículo 130 Constitucional que ilegaliza el culto público.

7. Historificar, vieja consigna del Taller de Arte e Ideología en el siglo pasado, exige ejemplificar con la situación concreta de los antimonumentos en Paseo de la Reforma. La avenida que parte en dos la Ciudad de México, nació como Paseo de la Emperatriz para que Carlota paseara al descender de su castillo en Chapultepec. La derrota de la invasión francesa y la reivindicación de la soberanía nacional se concretan en la transformación liberal con el nombre de Paseo de la Reforma con las esculturas de distinguidos liberales en los costados. El gobierno de Porfirio Díaz la dotó de monumentos claves: a Cuauhtémoc indígena pero atlético, a Cristóbal Colón “el descubridor”, a Benito Juárez en mármol como patricio romano y a la Ángela de la Independencia emulando las “victorias” europeas, de donde parten las marchas contestatarias del siglo xxi. La base del monumento que ha ganado denominación femenina por los movimientos de mujeres contestatarias y por su evidente pecho al aire, es el mausoleo de los héroes de la Primera Guerra de Independencia. Paseo de la Reforma sintetiza la conciencia histórica de la nación opuesta a las abstracciones despóticas sin más sentido que el formalismo de Sebastián y Felguérez, sustento escultórico del capitalismo por despojo, por sus pretenciones de anular toda narrativa. La carga individualista antihistórica de este proyecto imitado como puertas a algunos de los estados de la república víctimas del centralismo neocolonial, dio lugar al repudio de los ricos vecinos de la avenida Altavista que impidieron su conversión a Paseo de José Luis Cuevas, del que dejaron una cabeza escultórica en donde los caminos se bifurcan. Algo semejante ha ocurrido con las esculturas de Juan Soriano instaladas sin consulta en diversas plazas y edificios. Ninguna de estas obras ha ganado reconocimiento alguno de los vecinos.

8. Lucha de clases por el espacio urbano es el fundamento de la memoria de los crímenes de Estado. El +43 instalado con un letrero en la base que dice “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” ha sido enriquecido con una tortuga en el paso peatonal adjunto, puesta ahí por los familiares y compañeros de los +43 que debieron graduarse en septiembre de 2018. Un pequeño jardín en el camellón es vigilado por el Compañero Juan, un habitante de la calle que ha asumido la responsabilidad del regado y el pulido. El lugar es ya un sitio de actos memoriosos, en especial, de las marchas conmemorativas de la nefasta Noche de Iguala, todos los días 26. El siguiente antimonumento, instalado durante un operativo perfecto de distracción de los granaderos por la marcha de los familiares de los niños quemados en la guardería ABC de Hermosillo, está colocado frente al Instituto Mexicano del Seguro Social como señal de la irresponsabilidad oficial y de la impunidad de los responsables del incendio y sus consecuencias. Bien cimentados los antimonumentos, son apoyados por algún vecino que aparece con la cubeta de agua necesaria para la mezcla de concreto el día de la instalación mientras que compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas hacen las conexiones eléctricas necesarias para el equipo de sonido. El tercer antimonumento está frente a la Bolsa de Valores donde especula la Minera México del impune Germán Larrea, acusado de ecocidio en Sudamérica y en México donde enfrenta la demanda por la falta de atención a los 65 mineros de Pasta de Conchos, abandonados en el fondo de la mina que ha sido sellada para evitar averiguaciones y el rescate de los cuerpos. Cada aniversario de estos crímenes de Estado, los familiares organizan eventos memoriosos. El cuarto antimonumento está en el Zócalo del Centro Histórico de México y fue instalado durante el muy poblado mitin de la marcha del 2 de octubre por el cincuentenario del movimiento estudiantil y popular. Arropado por el contingente de normalistas de Ayotzinapa, el antimonumento viajó desde Tlatelolco en una camioneta de redilas, cubierto por una gran cabeza grotesca de cartón de Díaz Ordaz, a manera de Caballo de Troya, dijo un periodista. En la base, el antimonumento en un triángulo jardinado frente a la calle de Madero, reproduce imágenes del ataque con tanques y soldados al plantón en espera del diálogo público en la víspera del informe presidencial de 1968. En la columna que sostiene el logotipo del Comité del 68, se lee “Fue el ejército. Fue el Estado”. Desde su instalación es lugar para la foto de paseantes y turistas. Todo esto a cambio de una estela con nombres de los masacrados con un recordatorio en frente del cincuentenario, en sustitución de La Grieta del Grupo Proceso Pentágono, ganador del concurso con el premio incumplido de su construcción que, para no afectar la histórica plaza, plantea una grieta en el piso para descender a un recinto con los nombres de los masacrados en las paredes. Suerte semejante corrió el proyecto de José Salomé Villavicencio, ganador del concurso convocado por la Organización Campesina de la Sierra del Sur para conmemorar el asesinato de un grupo de campesinos en el vado de Aguas Blancas en Coyuca de Benítez, Guerrero. 16 campesinos fueron asesinados. La escultura del campesino machete en mano fue sustituida por una placa con los nombres de los asesinados el miércoles 28 de junio de 1995 por las policías motorizada y judicial de Guerrero. Ante la imposibilidad de instalar su Columna de la Infamia en la Plaza Tian’anmen de Pekín, el 4 de junio 1987 fue exhibida en Hong Kong. Se trata de una columna de ocho metros de altura construida con cuerpos clamantes y fue presentada en noviembre de 1996 en una reunión de la FAO en Roma. Su autor, el escultor danés Jens Galschiot logró traerla a México para su exhibición el 18 de abril de 1999 durante el Día Internacional Contra la Impunidad. CLETA, Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística la exhibió frente a la puerta de la Casa del Lago en Chapultepec y luego la llevó a Acteal donde está colocada a la entrada del pueblo donde fueron asesinados los asistentes del grupo Las Abejas a una misa por el fin del año. Por lo visto, no todo es gentrificación globalizada.

9. Esculturas vivientes, los cuerpos adquieren una dimensión social sintetizada en el concepto de biopoder caro a Foucault, Negri y Hardt. Los cuerpos individuales y los cuerpos sociales, son sometidos por la silenciosa subsunción capitalista a la uniformidad de las modas con sus usos y costumbres, sus uniformes y accesorios, para reproducir las condiciones de la acumulación capitalista con sus afectos, maquillajes y perfumes. Las apariencias alcanzan a comunidades indígenas donde el plástico sustituye a la cerámica y los audífonos resultan la compañía necesaria para las caminatas. En Chiapas y Tamaulipas, adolescentes y jóvenes desempleados sustituyen sus atuendos tradicionales con camisas a cuadros, pantalones de mezclilla y botines para hacerse candidatos a halcones y burros del narcotráfico. Pero hay resistencias como la de Huellas por la Memoria, un trabajo paciente de recolección de calzado gastado en las caminatas de familiares de desaparecidos para grabar en una de las suelas el nombre y los datos de la desaparición y en la otra un mensaje. La memoria crece al sumársele calzado de Centro y Sudamérica y la gira por estos lugares, Europa y su resonancia en Mozambique, prueba su pertinencia. En Escocia, un coro universitario cantó el arreglo de La Llorona del coro de la Facultad de Música de la UNAM: “No somos todos, señores, nos faltan 43”. La alusión a los cuerpos en desgracia alcanza en La Silueteada originada en Argentina en relación con los 30,000 desaparecidos durante las dictaduras, una dimensión en el espacio de muros y columnas, que impresiona por su cuantía.

En México, la organización veracruzana y poblana llamada 400 Pueblos, ha organizado la más cuantiosa protesta con cuerpos desnudos durante varios años, culminada hace tres en la plataforma frente al Banco de México en la esquina más costosa del país: el cruce de la Avenida Juárez para convertirse en la calle de Madero, atravesado por el muy transitado Eje Central. No menos de cuarenta hombres y mujeres maduros bailaron desnudos al compás de las cumbias en protesta por la dictadura de la familia Yúnez en Veracruz. El antecedente más vistoso fue el de los mineros de Hidalgo cuando en el siglo pasado se desnudaron en la Cámara de Diputados al pie del presidium. Durante el movimiento estudiantil #132 en repudio a la candidatura de Peña Nieto que huyó cobardemente de un acto de campaña en la Universidad Iberoamericana donde fue interpelado, el grupo Edema, Eduardo y Emma, repitió lo hecho durante el movimiento estudiantil de entresiglos cuando instalaron una lección de dibujo con modelo desnudo en el plantón anual de la CNTE en el Zócalo, marcharon luego de invitar a los usuarios del Metro a pintar en el cuerpo desnudo de Emma en vista de la cerrazón de la prensa y los medios electrónicos, y llegaron frente a la guardia militar que invadía Ciudad Universitaria para responder al registro de uno de sus fotógrafos con el mismo procedimiento, mientras Emma recorría la valla de uniformados. Invitados a una entrevista en TV Azteca, se metieron a las oficinas y repitieron el acto. De manera semejante hubo desnudo en la apodada Esquina de la Información donde hubo también bicicleteada de encuerados ante Excélsior y El Universal para “ver si así nos ven”. Argelia, una joven bailarina, danza vestida en los mítines, acompaña también la música de la Mojiganga desarrollada por compañeras chilenas, una de las cuales toca un artefacto atado a los tobillos para hacer sonar tambores y platillos al ritmo de las marchas. En ocasiones, Argelia danza mientras León Chávez Teixeiro y Los Prófugos del Manicomio lo acompañan, la imaginación al poder para integrar la praxis estética como derecho a la ciudad y la justicia.

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