Marta Núñez Sarmiento*
XLV
Continúo comunicándoles los sabios consejos de Hemingway para que podamos escribir informes finales creíbles y agradablemente comprensibles, cosa que aceptarán gustosamente los lectores.
“Papa Hemingway” recomienda que nos entrenemos de manera que observemos atentamente lo que sucede a nuestro alrededor a lo largo de nuestras investigaciones. Añade que si la acción que contemplamos nos emociona debemos procurar retener en la mente cuáles fueron las acciones que nos causaron la impresión, a la vez que cumplamos con todos los requisitos metodológicos de las ciencias sociales. Recomienda que no podemos olvidar los detalles de manera que el lector viva esas situaciones y les causen las mismas impresiones que nos causaron a quienes escribimos.
Sigo usando como ejemplo mi estudio sobre las obreras agrícolas de Guanímar. Recuerden que yo deseaba comprender cuánto habían cambiado sus vidas desde que trabajaron como asalariadas, teniendo la ventaja que conocí el poblado y a su gente en la década de 1950.
Aquí va otro fragmento:
Cuando pregunté a estas mujeres qué significaba para ellas ser mujer, muchas respondieron inmediatamente: “!Eso es algo de madre!”. Este “de madre” es un modismo muy cubano contemporáneo, que refiere experiencias duras y difíciles. A la vez, quizás por un significado implícito de desafío que contiene, que representa algo importante, que no puede pasar inadvertido, que es preciso enfrentar, y al que hay que ganar.
Con sus infinitas interpretaciones psicológicas y lingüísticas, este “de madre” es para mí, como socióloga, una manera con que la sociedad feminiza las cosas que tienen partes buenas y otras malas, pero que no se pueden eludir. Quizás proyecte mis percepciones cuando digo que implica, asimismo, algo que requiere acciones o respuestas. Así ha sido el proceso de ser mujer en Cuba para quienes han vivido los años de la Revolución. De este proceso quiero identificar algunos aspectos como referencias globales para comprender quiénes son las obreras agrícolas de Guanímar.
Las transformaciones en materia de ideología de género que promueve la incorporación de la mujer al trabajo no solo la incluyen a ella, sino a toda la sociedad. Es un proceso muy rico, lleno de nuevas acciones e ideas y, a la vez, es un proceso muy complejo, contradictorio, traumático y con satisfacciones, que enfrenta nuevas y viejas concepciones sobre el papel de la mujer en la sociedad.
En esa situación viven las mujeres de Guanímar.
Esta investigación la hice en 1992 durante el Período Especial. No daré cifras que diagnostiquen la crisis económica por la que atravesamos, porque son conocidas, pero sí comunicar cómo traducen las obreras agrícolas la consigna de “resistir y desarrollarnos”, popularizada en estos años.
Aparte de las angustias que este Período Especial genera en la cotidianidad, resistir lo comprendieron como la necesidad de “aguantar” por un período de tiempo bastante largo, pero que tiene un fin. Este período terminará con los esfuerzos de todos dentro del país y con cambios en las relaciones de Cuba con otros países. Así fue como yo traduje lo que ellas respondieron: “vendiendo más para afuera”; “no desperdiciar lo poco que podemos vender en otros países”; “si no nos quieren los rusos, venderles a otros”.
El fin del Período Especial, que es como ellas interpretan el desarrollo, sucederá cuando produzca el programa alimentario. Esto significa para ellas sembrar todo el año, y que los productos lleguen a los “puestos”. Quiere decir cuando “se venda el PPG” y también los medicamentos y equipos que casi salvan la vida del soldado Pérez Quintosa (Nota: Miembro de una unidad de guarda fronteras, quien fue gravemente herido en una acción criminal y que murió al cabo de varios días); cuando el turismo “dé para todo el país”; si encuentran petróleo en Cuba, y el país encuentre gobiernos que nos vendan su petróleo y sus materias primas.
A este sentimiento de salir del Período Especial con esfuerzos propios añaden que todos en Cuba tienen que “aguantar parejo”. Y “no volver atrás”.
Tampoco quieren pasar por lo que ocurre en Rusia: las guerras, el empobrecimiento, las diferencias sociales. Casi todas hablaron de la comparación con Rusia, en el sentido de no querer llegar a “eso”. Esto se debe a que están informadas a través de la televisión y la radio. E igualmente cada una de ellas conoce a alguien que estudió o trabajó allá, que viajó a la URSS, o ellas mismas conocen rusos que trabajaron por la zona, a soldados apostados en las cercanías del pueblo, o a las rusas casadas con cubanos. Estas vivencias más personales que las que proyectan las imágenes televisivas o los mensajes radiales, les permiten “vivificar” con ejemplos concretos qué significan las carencias en un país donde antes todos tenían lo necesario para vivir.
Otra recomendación del autor de El viejo y el mar nos invita a “meternos” en las cabezas de la gente que estudiamos, de imaginarnos cómo sienten ellos las situaciones que viven y, por supuesto, nunca censurarles sino tratar de comprenderles.
En Guanímar la gente vive “libre” y “abierta”. Esto quiere decir, según la opinión popular, que siempre pueden ver el cielo, el mar y la vegetación. Antes (hace tres años, en 1989), agregan, las aguas del canal corrían libremente a todo lo largo del poblado, y eran “la vida de la Playa”.
Disfrutan la vida con un alto grado de sensualidad, en el sentido que la poetisa Marilyn Bobes concede a este concepto; es decir, sienten intensamente todo lo que perciben los cinco sentidos.
Libre es la forma de vestir de la gente: en trusas, shorts; los hombres andan sin camisa; los niños y jóvenes caminan descalzos; las mujeres se quitan los zapatos para fregar los pisos y caminar por las casas recién limpiadas. Las puertas de entrada de las casas y la posterior siempre están abiertas, lo que permite atravesar con la vista las viviendas y observar sin barreras cómo son los patios.
La forma de comunicarse también es abierta, mezclando “lo público y lo privado”. Cuando se encuentran en la calle o cuando sentados desde sus portales ven pasar a la gente, los guanimeros intercambian saludos, comentarios jocosos, piropos que todos los que están alrededor escuchan y, casi siempre, comparten. Existe también un sistema de “intercomunicadores” naturales por el cual se comunican a gritos de un patio a otro, o de una acera a la otra, a veces con códigos que solo ellos descifran. Dicen a viva voz: “¡Llegó la luz brillante!”. O “Fefa dice que le mandes lo que tú sabes” y “Apúntame tres a la tiñosa!” (Nota: Se refiere a participar en la “bolita”, juego prohibido legalmente, pero en el que todos apuestan sus centavos desde tiempos de la colonia).
Los niños no juegan dentro de las casas, sino en los portales y en las calles.
Los empleos de la mayoría de los que trabajan en Guanímar también los describen como “libres” y “abiertos”: la pesca, la agricultura, el plan forestal, el porcino y las vaquerías. Incluso, las maestras “sedan” a sus alumnos de primaria con juegos en el patio de la escuela, en la calle o en el “puente del baño”, que es un muelle de madera que penetra 200 metros en el mar.
Pero cuando empieza la noche, los guanimeros se encierran en sus casas para defenderse de los mosquitos. “Cierra pronto la puerta para que no se cuelen los mosquitos”, le dicen a quien entra a la casa. Los médicos del pueblo se quejan porque los playeros no ventilan bien sus casas, pues permanecen a veces durante el día con las ventanas cerradas. Esto lo observé en las casas de varias obreras. Ellas argumentan que, además de protegerse de los mosquitos, se cuidan de los “mirahuecos” por las noches. Podría añadir otra razón: las casas suelen estar muy unidas, y los vecinos cierran las ventanas para construirse alguna privacidad.
A los guanimeros no les gusta estar encerrados: ni en las guaguas de La Habana, ni en los apartamentos del pueblo, ni en las becas, ni en el Servicio Militar General. Quizás por eso hay tantos muchachos fugados del Servicio, y muchos terminan por cumplir sus dos años en prisiones.
Hemingway propone que cuando las personas hablen, hay que escucharles y observarles atentamente. Esto se aplica tanto en los momentos en que practicamos la observación como cuando entrevistamos a quienes estudiamos. Es preciso recordar lo que vimos en una habitación o en los lugares donde conversamos con ellos. Algo vital que Hemingway no se cansó de insistir fue que “si algo les ha causado emoción ‘allá adentro’, debemos conocer cuál ha sido la causa”. Yo añadiría, sin pecar de indiscretos.
Sigo con “Las mujeres de la carreta”:
Pero las tensiones de la vida moderna llegaron a Guanímar.
La televisión les hace acostarse después de las once de la noche, aunque tengan que levantarse temprano. Las grabadoras y los radios sintonizados a toda voz de día y de noche alteran la tranquilidad de quienes no quieren oírlos. Salir de la Playa les obliga a enfrentar las dificultades del transporte. La movilidad social ascendente que provocó la Revolución en el transcurso de una generación, fomentó expectativas que no siempre pueden saciar. Por ejemplo, quieren que sus hijos se gradúen de obreros calificados, técnicos medios y que lleguen a ser universitarios. Quieren vestirse, peinarse y maquillarse como en las películas y en las telenovelas. Las personas se casan, se separan y divorcian con más frecuencia que sus padres y madres. No solo los hombres se parecen menos a sus padres, sino, a la vez, las mujeres se diferencian muchísimo de sus madres.
En la Playa la violencia se manifiesta de manera explosiva en discusiones en la calle, dentro de la familia, contra la mujer, el hombre y los niños, entre los vecinos y entre las personas que visitan la Playa. El ron, la cerveza, el aguardiente, la “chispa de tren” y la “pata de tigre” atizan los ánimos. Los motivos son tan pequeños como discusiones entre niños o tan grandes como el alcoholismo. Ingerir bebidas alcohólicas y producirlas caseramente no es algo nuevo en la zona. En La Habana. Biografía de una provincia, Julio Le Riverend apuntaba que los alambiques caseros proliferaban en los campos desde hacía siglos. Lo nuevo en Guanímar es que el Poder Popular envía las pipas de cerveza, ron y aguardiente hasta dos veces por semana. Y, entonces, desaparece la escasez de combustible, porque fluyen caravanas de tractores, camiones, jeeps y motos, que llegan a tomar y a cargar cualquiera de estas bebidas, en variadísimos envases.
Otros motivos de las tensiones son similares a los que existen en el resto del país: problemas de transporte, alimentos y ropa. Después del noveno grado comienza para los varones la preocupación del Servicio Militar; el embarazo en la adolescencia en las muchachas; preocupaciones por el rendimiento escolar de los niños, por posibles retrasos en su desarrollo, con las consiguientes visitas al psicólogo, al dentista, al logopeda y al ortodoncista. Hay razones más locales: los apagones (no los “programados”, que casi los aceptan como “un mal necesario”, sino los que, a juicio de los guanimeros, se repiten o prolongan por negligencias o dificultades de quienes trabajan en el “carro de la empresa eléctrica”); la falta de agua, cuando quien debe operar el motor no lo hace; las aguas estancadas; los llenantes; los bajos ingresos.
Guanímar, por tanto, tiene ya más de asentamiento desarrollado y moderno que del pueblo “primitivo” y tranquilo que se vanaglorian los playeros.
Guanímar, dicen las obreras y los demás, tiene todo lo necesario para vivir, sin tener los problemas de una ciudad.
Y un último consejo del Maestro que no acompañaré con ejemplos: Tenemos que pensar continuamente en los demás.