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Los inicios de la aviación en Yucatán

Relatos de un sueñoSandra Fernanda López de la Portilla*Presentación

Desde el principio de los tiempos de la humanidad, para sobrevivir el ser tuvo que dominar el fuego, la tierra y el agua, transformando los elementos en todo aquello que necesitaba. Con estos problemas resueltos, pudo darse el lujo de desear lo imposible. Uno de sus sueños fue surcar los cielos como lo hacían las majestades del aire: las aves. Esto quizá suena fácil, pero en el caso de volar se requirió de talento, ingenio, esfuerzos y sacrificios realizados por personas extraordinarias, dispuestas al riesgo y a exponer aún su vida para hacer realidad ese propósito. Hoy en día cientos de aeronaves surcan los cielos cual aves fantásticas y refulgentes. Entonces resulta justo que se conozca ese logro que lleva más de un siglo.

Para comenzar, es necesario distinguir las dos vertientes que al paso del tiempo tuvieron que seguirse en el intento de despegar del suelo y navegar entre nubes. Los que propusieron elevarse con aparatos más ligeros que el aire y los que sostenían que podía realizarse con aparatos más pesados que ese elemento.

En la carrera, la victoria inicial, la más elemental, se inclinaría por la primera opción. En ese escenario son reconocidos como precursores a nivel mundial los hermanos franceses Joseph-Michel y Jacques-Etienne Montgolfier, quienes fueron capaces de construir un globo aerostático en el simbólico año de 1783. Consistía en una bolsa de material ligero, lino, que encerraba una masa de aire caliente o gas que provocaba la diferencia de fuerzas entre el calor interior y el frío exterior, misma que hacía subir o descender el artefacto alcanzando los 1600 metros. La idea se encontraba ya circulando en las esferas de la ciencia con modelos a escala, pero ellos fueron los primeros en realizarla ante numerosos testigos presenciales y a escala real logrando el éxito y el asombro de todos. Una vez logrado el primer vuelo, le siguieron muchos más realizados por personas intrépidas, pues estos primeros globos aerostáticos no tenían manera de ser controlados a merced del viento. El ingenioso Jean-Pierre Blanchard, también francés, construyó una máquina provista de remos que no pudo lograr su objetivo; sin embargo, decidió adaptarle un globo, siendo el primero en intentar que la nave quedara sujeta a gobierno. Así, en 1785 logró atravesar el canal de la Mancha por primera vez en un globo aerostático.

En México los vuelos por el espacio tuvieron a Benito León Acosta Rubí, de Guanajuato, como antecedente reconocido, al solicitar permiso a las autoridades para realizar en 1843 una ascensión en globo. Esta resultó exitosa pero accidentada, al aparecer cuatro días después en un monte; se le llevó nuevamente a Guanajuato, donde fue recibido como un héroe. El presidente de la República en ese entonces, Antonio López de Santa Anna, promulgó un decreto en su honor por el cual se establecía que durante tres años solo Benito podría obtener permisos de vuelo para surcar los cielos mexicanos. Otro célebre aeronauta mexicano fue don Joaquín de la Cantolla y Rico, quien al construir sus globos aportó contribuciones significativas, como el regulador de flama. Realizó la primera ascensión por su cuenta en 1863 y desde entonces aprovechaba cualquier celebración importante para participar con alguna demostración pública, a la cual se presentaba vestido de manera formal, de levita y sombrero de copa, portando con orgullo la bandera nacional.

Los vuelos en Yucatán

En la península, la primera ascensión en globo aerostático se realizó en 1845, hazaña realizada por José María Flores, elevándose en la calle 54 por 69 adyacente a la Ciudadela de San Benito y descendiendo en el barrio de San Sebastián. Es importante hacer notar cierta irreverencia respecto a las autoridades yucatecas de ese tiempo, pues en ese año, aún se encontraba vigente el decreto de tres años expedido en honor a Benito León Acosta. El hecho quedó registrado en un grabado y un mural realizado por el célebre caricaturista Gabriel Vicente Gahona Pasos, mejor conocido como “Picheta”, el que podemos observar en el pasaje del mismo nombre junto al Palacio de Gobierno, en el Centro Histórico de la ciudad de Mérida. El siguiente espectáculo de vuelo en globo se llevó a cabo por Estanislao Manzanero en 1892; el ascenso se realizó en un predio de la calle 68 por 57, que más adelante ocupó el Circo Teatro Yucateco, y descendió en un depósito de tranvías en lo que fue después la Penitenciaría Juárez. El evento causó tal impacto en la sociedad yucateca que en el Carnaval de 1896 recorrió el derrotero del desfile un carro alegórico adornado como globo aerostático.

Con el paso del tiempo el tipo de globo evolucionó, crecieron en tamaño y forma, adicionándoles motores y hélices para que tuvieran gobernabilidad, dando como resultado los “dirigibles”, estos se usaron como observatorios aéreos o como transporte de pasajeros de lujo. Por un tiempo el transporte funcionó, pero pese a los esfuerzos realizados las aeronaves resultaron peligrosas, ya que al contener gases en su interior eran altamente inflamables. Varios accidentes se produjeron, como el caso de la nave norteamericana USS Akron que sufrió un accidente en el que fallecieron las 73 personas que iban a bordo; cuatro años más tarde, en 1937, el dirigible alemán Hindenburg sufría un espectacular accidente en el que murieron 36 de los 99 viajantes, el accidente fue captado por las cámaras que filmaban su arribo, causando conmoción en el mundo, marcando el inicio de críticas de la prensa catastrofista y el fin de la promesa de un transporte aéreo exclusivo. Para 1940, los dirigibles habían sido desmantelados y no fueron usados nunca más con ese fin.

A la par que los globos evolucionaban, los entusiastas de los artefactos más pesados que el aire no habían dejado de trabajar para lograr su meta y, aunque parecía una tarea imposible, continuaron intentándolo; sus primeros dispositivos aéreos se hicieron de tipo “ornitóptero”, es decir, tratando de imitar el vuelo de las aves, tal como lo hizo en su tiempo Leonardo da Vinci. En 1862 hombres como el francés Clément Ader, a bordo de su ornitóptero al que llamó avión, se lanzó a volar, logrando pequeños saltos que no pudieron ser considerados vuelos, ya que imitar el movimiento de las alas de las aves daba como resultado mecanismos complicados y difíciles de maniobrar.

Las mentes trabajaban, pero no todos los aeronautas abordaron sus inventos probando la emoción del riesgo, algunos permanecieron en tierra observando y desarrollando ideas, como el francés Louis Pierre Mouillard, quien vivió en El Cairo, Egipto; ahí tuvo la oportunidad de observar buitres y zopilotes, los cuales tienen alas estrechas, alargadas y con mayor envergadura, siendo susceptibles de volar sin batir las alas, es decir “planeando”. El decidió escribir y publicar varios libros sobre sus observaciones, entre ellos “El vuelo sin batir de alas”. Su trabajo causó grandes expectativas y brindó una nueva perspectiva a los constructores de aparatos más pesados que el aire. Así se crearon los planeadores apoyados en el estudio de la sustentación. Personas como el alemán Otto Lilienthal y los hermanos Wilbur y Orville Wright, pioneros de los aeroplanos, ingenieros e inventores nacidos en Indiana, Estados Unidos, a partir de 1879 comenzaron a experimentar con cometas, incluso, las de tipo caja, deslizándose por el aire sin ningún motor, pero la verdadera hazaña se logró al adquirir la experiencia necesaria como para ir aún más allá, ajustando un motor de explosión al aeroplano.

Es así como el 17 de diciembre de 1903, Orville Wright logró elevarse en su “Flyer” (volador) logrando un verdadero vuelo en las arenas de la playa Kitty Hawk, de Carolina del Norte. Habiéndose tomado fotografías del evento que demostraron los hechos, la noticia del vuelo se esparció en toda América y Europa marcando la historia del siglo xx.

La gloria obtenida por ser el primero en el mundo en lograr la hazaña de elevarse y volar no desanimó a los entusiastas de la vertiente de aparatos más pesados que el aire, todo lo contrario, muchos deseaban sentir la libertad de elevarse por los aires, ya que aún había mucho por conquistar, es así como surgieron los clubes de aviación y las empresas que patrocinaban eventos con cuantiosos premios en efectivo con la finalidad de promover arriesgadas competencias para lograr récords de vuelo, ya fuera en distancia, altura o velocidad. Así surgió a partir de 1905 una nueva empresa, la de los fabricantes de aeroplanos, como lo fueron las de los hermanos Voisin, Louis Blériot, y Henri Farman que garantizaban la posibilidad de ganar los premios.

En México también había entusiastas de la aviación con naves de este tipo, quienes tuvieron sus comienzos en 1908 construyendo sus propios planeadores, para más adelante experimentar con aeronaves de motor. Los de mayor reconocimiento son los hermanos Lebrija, Juan Guillermo Villasana, los hermanos Aldasoro y Alberto Braniff, quienes pusieron a México en la lista de países constructores e innovadores de la industria aérea; entre sus mayores logros se puede mencionar la creación de la hélice “Anáhuac”; la construcción de un motor enfriado por aire; un rudimentario “túnel de viento” con el que experimentaron la idea de mejorar las alas, logrando el diseño del “ala espesa” de alta eficiencia, entre otros inventos.

Es interesante constatar que Yucatán, y en particular Mérida, no se quedó atrás respecto al vuelo de aeronaves; no solo se realizaron exhibiciones con globos aerostáticos, sino que hubo interés por los “más pesados que el aire”. Esto se materializó con dos hombres soñadores surgidos del barrio de Santa Ana: el Dr. Francisco Montalvo Castro y el farmacéutico Gustavo Castaldi Beltrán, quienes en el interior de una botica llamada Farmacia Nueva, en 1910, fabricaron los primeros vehículos aéreos. Los dos primeros fueron planeadores (de carrizo y papel el primero; de madera y tela el segundo), pero ninguno tuvo éxito. Haciendo una revisión de todo lo realizado hasta entonces, lograron redirigir el diseño y por fin su tercer modelo quedó listo. Al evento asistió mucha gente, ya que fue anunciado en el Diario Yucateco como “experimento de aviación” para el día 16 de febrero de 1911. Se trataba de la presentación de un aeroplano de dos planos, que por falta del motor (no se consiguió a tiempo), lo hicieron volar tirado por dos automóviles, por lo que en realidad fue considerado el vuelo de un planeador. El aparato se elevó 20 metros en el incipiente Paseo de Montejo y el piloto fue Gustavo Castaldi Beltrán. El vuelo se consideró un éxito, constituyéndose como el primero registrado en Mérida y las primeras aeronaves originales diseñadas y construidas en Yucatán.

Existe en el acervo fotográfico de aviación del Centro Cultural ProHispen una fotografía que presenta un vehículo llamado “biciavión” construido a la manera de los presentados por el brasileño Santos Dumont, en los que se lograba el vuelo con un mecanismo de pedaleo. No se sabe ciertamente si logró volar o fracasó, pero el registro fotográfico nos muestra otro ejemplo de que Yucatán estuvo involucrado en la construcción de vehículos aéreos.

Tal como lo hiciera la industria aerostática, los empresarios de aeroplanos incursionaron en el espectáculo aéreo organizando exhibiciones en las cuales daban a conocer los modelos de aviones y a los pilotos que los gobernaban. En México la primera exhibición aérea se produjo en un momento crucial de la historia de nuestro país. El general Porfirio Díaz dimite por la fuerza a su cargo de presidente y abandona México; se convoca a elecciones, que fueron ganadas por Francisco I. Madero, quien tomó posesión como presidente constitucional el 6 de noviembre de 1911. Con el nuevo gobierno llegó también una flotilla de aviones con la finalidad de ofrecer un espectáculo aéreo, compuesta por tres aviones Blériot, dos Deperdussin y un Curtiss de la empresa Moisant International Aviators. El plan del espectáculo se llevó sin novedad el 30 de noviembre de 1911; al finalizar, pilotos y empresarios se acercaron a saludar al presidente Madero, quien lo había observado; el piloto francés George M. Dyott en ese momento tuvo la ocurrencia de invitarlo a volar en su avión como pasajero, a lo cual con la mayor naturalidad el presidente dijo que sí, parándose de inmediato; fue así como George Dyott y su Deperdussin pasaron a la historia al mismo tiempo que don Francisco I. Madero al ser el primer “jefe de Estado en ejercicio de su cargo” en el mundo que voló en un avión.

Tras la exhibición, los señores Fernando y Gustavo Barbachano Bolio decidieron contratar al francés George M. Dyott y al inglés Patrick Hamilton para efectuar vuelos ante el público de Mérida, Yucatán. El evento se programó como competencia de vuelo, tipo circo, con una gran publicidad en el diario local a través de folletos. Los días programados para los eventos fueron 2, 4 y 5 de febrero de 1912. Los pilotos y sus aviones arribaron a Yucatán para realizar la exhibición por el puerto de Progreso, sin embargo, la torre de la estación meteorológica anunciaba “norte”. Sintiéndose fuertemente el viento, los pilotos no consideraron prudente volar. A insistencia de los empresarios, el día 2, Dyott accedió a volar en su Deperdussin en dos ocasiones elevándose en forma peligrosa y provocando el regocijo de la gente. El día 4, el viento impedía el vuelo, pero los empresarios no querían cancelar el evento, Dyott subió a su aeroplano y realizó 2 vuelos cortos de 2 y 5 minutos sobre el público que quedó encantado. Pero el clima empeoraba aumentando las ráfagas de viento, por lo que el día 5 ambos pilotos se negaron a volar; los empresarios Barbachano Bolio los demandaron, quedando ambos en arresto domiciliario en el Gran Hotel donde se hospedaban, por lo que los dos pilotos se vieron en la necesidad de huir del país con ayuda del cónsul de Estados Unidos de América y un representante de la empresa naviera, quien transportó los aviones fuera del país.

En ese tiempo las condiciones políticas de la Ciudad de México eran un polvorín y el presidente Madero fue asesinado durante la decena trágica de 1913, creándose dos facciones, los constitucionalistas, al mando de don Venustiano Carranza, y los que apoyaban a don Victoriano Huerta, produciéndose en Topolobampo, Sinaloa, la primera batalla aeronaval del mundo, en abril de 1914, que constató la eficacia de los aeroplanos como maquinaria de guerra.

Mientras tanto, en Yucatán el 11 de enero de 1915, el excoronel huertista Abel Ortiz Argumedo, al frente de las guarniciones de Izamal y Tizimín acusó al gobierno de Carranza de violar la soberanía de Yucatán, debido al nombramiento del general Salvador Alvarado como gobernador. Desconociendo este nombramiento, Argumedo se autoproclamó gobernador el 12 de febrero de 1915. Carranza, convencido de la eficacia de los aviones, crea la Fuerza Aérea Mexicana el 5 de febrero de 1915, enviando a Yucatán, como primera misión de la recién creada FAM, un escuadrón de tres aviones (un Morane Saulnier motor Gnome 7 cilindros; un Huntington con motor de 100 HP, y un Bleriot motor Anzani de 80 HP con sus pilotos: Jorge Pufflea; Charles Niles y Alberto Salinas Carranza, para proporcionar apoyo al general Salvador Alvarado contra las fuerzas argumedistas. Durante la misión se sobrevoló las localidades de Blanca Flor, Poc boc, Halachó y Hecelchakan-Maxcanú. Concluida la misión se dio orden al piloto Jorge Pufflea de realizar un vuelo sobre la ciudad de Mérida el 3 de abril 1915, siendo la primera vez que un avión sobrevoló la ciudad.

La visión del avión sobrevolando Mérida impactó al joven Fernando Koyoc Chi, quien solicitó ayuda al gobernador Carlos Castro Morales para lograr inscribirse a la FAM y obtener su licencia de piloto; recibió la ayuda solicitada llegando a graduarse en la Fuerza Aérea Mexicana en 1919 como piloto aviador clase “A”, retirándose como capitán segundo, siendo el primer piloto militar yucateco.

La Segunda Guerra Mundial

y el Escuadrón 201

Presencia de Yucatán

Aunque a principios de la Segunda Guerra Mundial México se mantenía neutral, en mayo de 1942 dos buques mexicanos fueron atacados en aguas del golfo de México por submarinos alemanes. Ante los ataques, México declaró la guerra a las potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia). Se eligió a la FAM y al escuadrón 201 para llevar a cabo las misiones de ataque en territorio extranjero. El 24 de julio de 1944 los elegidos iniciaron entrenamiento en la Unión Americana, después de 10 meses fueron considerados preparados, por lo que partieron para Luzón, Filipinas, en auxilio de las fuerzas del Gral. Douglas McArtur. Durante el bombardeo a Formosa, el Escuadrón 201, apodado “Los Aguiluchos”, obtuvo gloria para los aliados y para México al lograr la victoria en la misión. Formando parte de ese escuadrón se encontraban tres yucatecos: capitán Ricardo Quintal Pinzón, nacido en Mérida; Rasendil Várguez Magaña y el subteniente Ametralladorista Ramiro Bastarrachea Gamboa, nacido en Tixpéhual. Al concluir la Segunda Guerra Mundial volvieron a México triunfantes volando en formación de “V” como indicio de victoria. Recibieron una bienvenida triunfal en México el 18 de noviembre de 1945 encabezada por el primer mandatario, general Manuel Ávila Camacho.

Para que los relatos de Yucatán reflejen aquella época es necesario hablar de la aviación comercial y el correo aéreo. En 1927 en la fábrica de aceites de la calle 65 con 58, Delio Alonso Novelo y Javier Manzanero construyeron un aeroplano siguiendo los planos de la empresa constructora de aviones Lincold Nebraska, el aeroplano se llevó a las playas de Uaymitun el 26 de febrero de 1928 logrando éxito al elevarlo.

Para 1927 ya hay planes para contar con la primera ruta aérea a Yucatán, con la finalidad de probar la factibilidad de la ruta, el piloto Fritz Biler, siguiendo una ruta trazada con anterioridad, acuatizó el hidroavión Dornier “el Golfo” en aguas del puerto de Progreso para posteriormente continuar la ruta mientras los empresarios establecían acuerdos. Por entonces los entusiastas de la aviación tenían la necesidad de contar con una asociación que les permitiera obtener información de primera sobre las novedades y avances de la aeronáutica, es así como el 15 de octubre de 1928 se funda la Asociación Aeronáutica de Yucatán, quedando como primer presidente Delio Alonso Novelo.

Una anécdota curiosa sucedió el 14 de agosto de 1928, cuando un matrimonio estadounidense, los Fisher, pierden el tren con escala en Yucatán para abordar el barco que los conduciría a la isla de Cuba; rápidamente se comunicaron con Yucatán, a la vez que contrataban el avión Fairchild “Cd. de Tampico” de la recientemente inaugurada Compañía Mexicana de Aviación; el piloto Robinson aterrizó en las playas de Progreso consiguiendo que el matrimonio Fisher abordara su barco rumbo a Cuba. Este incidente demostró la ingente necesidad de crear una ruta que conectara a Yucatán con el resto del país para viajar de forma expedita.

De vital importancia resultó la llegada al campo El Fénix del avión Cd. de Tampico, capitaneado por C.J. Robinson, acompañado por los señores Geo L. Rihl y el Lic. Gustavo Espinosa, presidente y vicepresidente de la Compañía Mexicana de Aviación, A.C. para presentar al gobernador, Dr. Álvaro Torres Díaz, el oficio en el que se concedía autorización para establecer el Servicio Postal Aéreo Mexicano regular en 1928. Apremiados por dicho acontecimiento se construyó el Aeropuerto de Mérida, en espera de la llegada de los aviones Fairchild de la referida compañía. Concluida la construcción se inauguró en febrero de 1929 con el aterrizaje de un trimotor Ford. Poco antes dio inicio la ruta Mérida-Veracruz (Mérida, Campeche, Cd. del Carmen, Villahermosa, Minatitlán y Veracruz).

En julio de 1929, la Asociación Aeronáutica de Yucatán se reconfiguró cambiando de nombre a Club Aéreo de Yucatán, y con don Olegario Montes Molina como presidente, bajo cuyo mandato el Club adquirió el avión Avro Avian con motor Cirrus III, importado de Inglaterra, armado por Delio Alonso Novelo y bautizado con el nombre de Carta Clara, este fue utilizado, entre otras funciones, para que los miembros tomaran clases de aviación y adquirieran su licencia de pilotos. Uno de ellos fue el célebre Alonso Garibaldi Baqueiro, apodado “el loco del aire”. Aviador y acróbata conocido por sus hazañas intrépidas y su aparente falta de temor. Bajo su tutela, la yucateca Celia García recibió clases de aviación en el viejo campo aéreo El Fénix. Considerándose apta para volar, el día 12 de junio de 1930, se elevó en el avión Carta Clara; su vuelo no fue en solitario, aun así al final del campo el avión se enredó en unos cables telegráficos y se accidentó. Este podría ser el primer registro de una mujer mexicana volando un avión. Hoy en día el reconocimiento nacional lo posee la aviadora chihuahuense Emma Catalina Encinas.

Para marzo de 1930, el Ministerio de Comunicaciones autorizó la primera ruta al extranjero conectando Mérida, Quintana Roo y La Habana. Para la realización de los trámites se utilizó el avión New Standard Nachi Cocom propiedad del Club Aéreo de Yucatán.

Para finalizar, es grato mencionar la llegada a Yucatán del autogiro Miss Champion a la zona arqueológica de Chichén Itzá en 1932. La máquina fue una rara combinación de avioneta y helicóptero, con la particularidad de poder despegar en unos pocos metros y realizar vuelos a muy baja velocidad. El control del vehículo estuvo al mando del piloto Lewis Yancey. En Mérida fue recibido por las autoridades locales, entre ellas, el gobernador de Yucatán Bartolomé García Correa. Aunque hoy en día este hecho ha sido olvidado por los yucatecos, podemos tener constancia del evento, ya que en la esquina de las calle 64-A con 77 se encuentra una placa que lleva el nombre de “El Autogiro”. Hoy esa aeronave es tan solo una pieza de museo.

La narración de estos eventos invita a reflexionar sobre la importancia de conocer nuestra historia. Es nuestra herencia, nuestro patrimonio lo que la fundación ProHispen, A.C. protege compartiendo con nosotros lo que es motivo de orgullo por lo que somos, lo que fuimos y lo que podemos llegar a ser.