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La espiritualidad prohibida / De lo que he visto, de lo que he vivido, de lo que pienso y creo

Félix Sautié Mederos

CDLXXX

Para comenzar este capítulo de La Espiritualidad Prohibida, debo decir que para testimoniar las circunstancias que vivo en la actualidad, comienzo por compartir algunas reflexiones que considero esenciales al respecto de que vivir una larga vida como la mía presenta muchas y grandes satisfacciones, mezcladas con los inconvenientes propios de los achaques de salud que se manifiestan en la vejez; en lo personal, confieso que me limitan muy especialmente en mis movimientos y en el ejercicio de actividades a las que le he dedicado mi existencia: la política, el periodismo muy especialmente, así como mis actividades religiosas y sociales. Quiero confesar, además, que en esta “cuarta edad” estoy comprendiendo en la práctica diaria que cuando desde la adolescencia se ha sido muy activo y por la edad nos comienzan a mermar las posibilidades de continuar con los ritmos a que hemos estado acostumbrados, entonces podemos llegar a sentirnos muy limitados en nuestro andar vivencial. Algunas veces incluso angustiado, y casi siempre de manera ocasional sufriendo mucho, porque ansiamos continuar con normalidad lo que ya no nos es posible, ya no podemos somáticamente alcanzarlo.

Me refiero al desenvolvimiento en nuestro interior de un verdadero contrapunteo conceptual casi permanente, que se nos manifiesta dentro de nuestros pensamientos, nuestra conciencia y, muy en especial, en lo más interno de nuestra voluntad. Con una alternancia entre el optimismo que nos invade por momentos cuando constatamos logros alcanzados, así como por estar vivo con una edad tan avanzada; en contraposición con cierta amargura motivada por las imposibilidades que día a día se nos van presentado en una espiral en aumento, así como por pensar obsesivamente en lo interno de la conciencia de que estamos terminando una vida que en este mundo no va a volver más. En estas circunstancias vivenciales, la fe cristiana en la inmortalidad del alma y en la resurrección de una vida futura más allá de la existencia terrenal, armonizan espiritualmente mi equilibrio interior. En especial, esto nos sucede a los que creemos como definición esencial en el cristianismo y sus doctrinas, que devienen un auxilio espiritual capaz de proyectarnos hacia un futuro qué, aunque podría considerarse incierto en verdad, realmente deviene un futuro existencial en el que no desapareceremos para siempre.

Esa convicción a la que me refiero en el párrafo anterior, confieso que proporciona sal de vida a mis años de la cuarta edad, y tengo la confianza con quienes me lean, de confesarme públicamente de tales vericuetos espirituales y dudas existenciales a la vez que se agolpan en mis preocupaciones y que muchas veces asaltan mis pensamientos y sentimientos. Incluso, confieso también, que en ocasiones, cuando despierto de los sueños profundos en algunas noches, padezco insomnios inconfesables, que pienso quizás otras personas también los hayan experimentado, aunque no se atrevan a reconocerlos públicamente. Comprendo que me adentro en un tema que a muchos no les gusta, que para otros es tabú y hay a quienes no les interesa, además porque su falta de fe en que realmente exista un futuro más allá de la vida terrenal, que les impide reconocer estos sentimientos que considero muy humanos, en definitiva.

Hay un pequeño libro denominado Himno del Universo que recomiendo leer para adentrarse en estos temas tan complicados como los que estoy testimoniando en las confesiones muy personales con que comienzo este capítulo. Es un texto que de seguro tendrán que buscarlo en bibliotecas, ya que fue escrito originalmente en francés y sus dos ediciones en español que conozco son de 1964 y 1967. Es de la autoría del sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, quien se ejerció significativamente durante su peregrinaje terrenal como un filósofo de pensamiento profundo y arriesgado para su condición de religioso en su época (1881-1955) a la vez que realizó investigaciones objetivas y subjetivas de la naturaleza y del universo, cuyas consideraciones y resultados se atrevió a expresarlos públicamente en sus conferencias y obras escritas, de las que soy un estudioso, que por demás manifiestan un ejercicio consecuente propio de su condición de ser, en conjunto, un sacerdote jesuita y un destacado científico de la Paleontología. Un buscador de seres orgánicos en sus restos fósiles; adentrándose en temas tan complicados para un sacerdote católico como pueden ser el desarrollo de tesis y pensamientos evolucionistas ortogenistas y finalistas que pueden ser considerados equidistantes y/o complicadamente anatemas en la pugna entre la ortodoxia religiosa y las concepciones filosóficas y científicas. Por lo cual Teilhard y su pensamiento profundamente filosófico cristiano y su ejercicio de la ciencia más de punta en su época marcan los límites en una frontera del pensamiento católico del tiempo en que vivió que define y delimita a los conservadores, de quienes más allá de sus convicciones religiosas, honestamente se atreven a buscar las esencias de su propia fe religiosa en lo filosófico y que, además, escrutan a la naturaleza y al universo con el propósito de descubrir sus secretos más profundamente escondidos. Todo con el propósito manifiesto de encontrarse con Dios, así como con sus verdaderas definiciones y naturaleza ontológica.

De este libro de Teilhard que les recomiendo, quiero citar unos párrafos muy importantes ilustrativos que, en mi opinión, le dan fundamento a mis desvelos y angustias. Cito textual:

[…] No digas nunca, como hacen algunos: “La Materia está gastada, la Materia está muerta!” Hasta el último instante de los siglos, la Materia será joven y exuberante, resplandeciente y nueva para quien quiera.

No repitas tampoco: “¡La Materia está condenada, la Materia es mala!”, Vino alguien que dijo: “Beberéis veneno y os causará daño” Y también: “Vida saldrá de la muerte” y finalmente, pronunciando la palabra definitiva de mi liberación: “Este es mi Cuerpo”.

Ni la pureza no consiste en la separación, sino en la penetración más profunda del Universo. Consiste en el amor de la única Esencia, circunscripta, que penetra y actúa en todas las cosas por dentro, más allá de la zona mortal en que se agitan las personas y los números. Radica con un casto contacto con Aquel que es “el mismo de todos”. (Nota mía explicativa: ese Aquel es Dios)

[…] Semejante a un río que se empobrece gradualmente y luego desaparece en un cenagal, cuando se llega a su origen, el ser atenúa, luego se desvanece, mientras intentamos divisarlo cada vez más minuciosamente en el espacio, lo que es lo mismo, hundirlo cada vez más en el tiempo. La magnitud del río se comprende en su estuario, no en su hontanar. El secreto del Hombre, análogamente, no se haya en los estadios ya superados de su vida embrionaria (ontogénica o filogénica) está en la naturaleza espiritual del alma. Ahora bien, esta alma, toda síntesis de su actividad, escapa a la Ciencia, que tiene por esencia analizar las cosas en sus elementos y en sus antecedentes materiales. Solo pueden descubrirla los sentidos íntimos y la reflexión filosófica.

Se engañan por completo quienes imaginan materializar al Hombre al hallarle sus raíces, cada vez más numerosas y profundas, hundidas en la Tierra. Lejos de suprimir el espíritu lo mesclan al mundo como un fermento. No hagamos el juego a estas gentes creyendo, como ellos, que para que un ser venga del cielo sea necesario que ignoremos las condiciones temporales de su origen.

En consecuencia, con el propósito de incentivar estas preocupaciones existenciales que considero muy fundamentales, ante todo debo decir que solo he querido citar una pequeña muestra de las reflexiones de Teilhard al respecto de la vida y su inmortalidad ontológica, con independencia de sus diversos estadios o etapas de peregrinaje en los que el nacimiento y la muerte constituyen dos pasos o etapas esenciales que dan vigencia y agudizan nuestros sentidos e interrogantes al respecto de la nuestra existencia, de la del universo y de las esencias de su ignota razón de ser. Todo lo cual forma parte de las preocupaciones que me asaltan a mi conciencia, provocan mis desvelos y alimentan mis angustias existenciales y que comparto en este capítulo con quienes me lean para llamar su atención al respecto de que enajenarnos de estas cuestiones y no tenerlas en cuenta, al igual que hacerlas el centro de nuestras preocupaciones esenciales, constituyen dos actitudes extremas que pueden dañar sensiblemente nuestra comprensión al respecto de las consideraciones básicas sobre nuestras ubicaciones existenciales en cada momento de nuestro peregrinaje. Estos extremos siempre pueden ser dañinos espiritualmente.

Considero que cumplo con un deber existencial, testimoniar abiertamente mis preocupaciones al respecto, así como el contrapunteo conceptual en que se desenvuelven mis concepciones espirituales en estos momentos de mi vida en que cada día me encuentro más cercano al fin lógico de mi peregrinaje existencial, fin del cual ningún mortal ha podido librarse.

Por otra parte, para completar el escenario de vida en que me desenvuelvo en esta cuarta edad en que me encuentro existencialmente enclavado, confieso también que no puedo apartarme ni mucho menos excluirme de lo que sucede a mi alrededor, cuyos hechos y rasgos esenciales son en la actualidad: la recuperación ingente de La Habana de los terribles efectos del denominado “Tornado de La Habana” de enero de 2019, en la que la población y su dirigentes están plasmando en nuestra historia una epopeya de solidaridad, heroísmos y trabajo sin descanso para lograrlo en el menor tiempo posible y en mejores condiciones de que como estaban antes del siniestro; hazaña que será recordada y admirada durante mucho tiempo por las generaciones del futuro. Las amenazas que actualmente se profieren por Mr. Trump de atacar militarmente a la Venezuela bolivariana y de barrer con su Gobierno que también implican a Cuba expresamente y que pueden crear una gran desestabilización cargada de destrucción muertes y grandes dolores para nuestros pueblos.

El otro rasgo esencial que caracteriza el momento en el que trato de testimoniar mis reflexiones, sentimientos y convicciones es la ejemplar actividad del joven liderazgo cubano que ha asumido el relevo de la Generación del Centenario, junto con el de las generaciones ulteriores que la han acompañado en estos sesenta y tantos años de insurrección y Revolución triunfante. Una generación con el presidente de la República Miguel Díaz-Canel al frente, mucho mejor preparada que las generaciones precedentes que hoy relevan, con alto sentido patriótico y una especial sensibilidad humana y revolucionaria que se desenvuelve como continuidad y nunca como ruptura de un proceso único por la identidad nacional, la independencia, la justicia social y la paz que ininterrumpidamente ya cumple 150 años.

Aquí es donde aterrizo en la realidad existencial en que me desenvuelvo, cargado por mis reflexiones existenciales que he descrito y con esa carga de consideraciones y contrapunteos conceptuales en relación con el origen y el misterio existencial que comporta en sí mismo la vida y el Universo, me armo de mis convicciones revolucionarias y cristianas para apoyar y participar en la medida que mis posibilidades físicas actuales me lo permitan y más allá mientras me quede un hálito de vida en la lucha de nuestro pueblo por llevar adelante y defender hasta con las uñas el proceso revolucionario cubano. Es un compromiso de honor de los revolucionarios porque de la Revolución quien es consecuente nunca se jubilará.

Finalmente, termino con la cita cronológica de una de las crónicas que publiqué en POR ESTO! en el año 2017, con fecha sábado 2 de septiembre, titulada Las definiciones personales son imprescindibles hoy, que recomiendo meditar profundamente porque tiene mucho que ver con las meditaciones y consideraciones espirituales que estoy testimoniando en este capítulo. Cito textual:

Queridos lectores de Crónicas Cubanas, en la vida moderna en sociedad en que las nuevas tecnologías del siglo xxi presentan una inmediatez intercomunicativa en tiempo real por muchos años añorada sin haber podido alcanzarla, lo que es demostrativo de las ventajas con que hoy contamos, los procesos de intercambio de criterios, así como los debates de ideas en la distancia que facilitan la internet, requieren de actitudes, criterios, expresiones y definiciones precisas sin dar cabida a dobles interpretaciones. Es muy importante ser riguroso con el contenido real de lo que se quiere exponer, así como de lo que se propone y de lo que en realidad es o que se es por quien lo plantea; porque los equívocos y las indefiniciones crean impactos indeseables y dan pie a las manipulaciones tergiversadoras con una inmediatez que las generaliza a un ritmo más ligero de lo que se pueden plantear las necesarias rectificaciones que al respecto sean imprescindibles para dejar bien definidas las cosas.

Esa costumbre de algunos de englobar indiscriminadamente a personas con calificativos peyorativos o que expresen una falsa actitud, filiación y/o característica personal, es en esencia muy dañina e incluso en algunos casos perversa, porque las exclusiones, los “san Benito” y las clasificaciones sectarias siempre dividen y excluyen, lo que nunca habría de ser el propósito esencial de un socialismo que sea verdaderamente participativo, próspero y sustentable.

La razón que me mueve a plantear estos criterios en Crónicas Cubanas, la determina la etapa de la Revolución a la que estamos abocados, en que se realizará el imprescindible tránsito generacional de una Revolución profunda y verdadera encabezada por Fidel, quien genialmente supo unir y se convirtió en el documento de unidad de las fuerzas revolucionarias y del pueblo de a pie, abarcando a intelectuales, poetas, artistas, profesionales y luchadores sociales de los más diversos orígenes revolucionarios y progresistas en general, con su planteamiento de que con la Revolución todo y sin la Revolución nada que se extendió por toda Cuba, por Nuestra América y por el mundo en general.

El aval que Fidel obtuvo masivamente con el pueblo es quizás el más importante tesoro que ha acumulado la Revolución y ese tesoro hay que tener mucho cuidado para conservarlo y desarrollarlo, sin lo cual cualquier proceso de continuación de los logros y principios primigenios de la Revolución cubana, cambiando todo lo que deba ser cambiado sería totalmente infructuoso. De ahí el fundamento del planteamiento de Fidel que la Revolución solo puede ser destruida por los propios revolucionarios.

Es en este proceso en donde las definiciones son muy importantes y en donde los extremismos de una parte o de otra, de tirios o troyanos, por no ofender a nadie en particular, pueden dar al traste con los procesos unificadores necesarios para transitar exitosamente en la nueva etapa que comienza. En este orden de pensamiento debo decir que, durante años en mis crónicas y artículos he insistido en la necesidad de traspasar los timones de mando de la sociedad a las generaciones jóvenes que les corresponden por derecho propio asumirlos, como lo hicimos las generaciones de los años cincuenta del siglo pasado, que ya estamos terminando en medio de muchas luchas y sacrificios a nuestros tiempos existenciales. Este es pues un proceso similar a los inicios de la Revolución triunfante, en que fueron fundamentales las definiciones y los avales que la población masivamente nos otorgó por intermedio de Fidel, lo que nos ha permitido afrontar exitosamente agresiones, traiciones, sabotajes, terrorismos, guerras económicas y sanciones imperiales.

Ahora en estos tiempos ese tránsito imprescindible, dadas las complejidades del momento, nuestras insuficiencias y nuestros propios errores quizás presenten complicaciones muy especiales y para sortearlas de nuevo es imprescindible por sobre todas las cosas la unidad de los revolucionarios de los diversos orígenes y generaciones con una amplia cobija esencialmente anticapitalista, porque el capitalismo, con su fase imperialista, es el enemigo común principal que siempre nos querrá destruir; y en eso el planteamiento del Che del ‘ni tantico así’ , es esencial. Pero para ello es verdaderamente importante definirse y saber acoger y clasificar adecuadamente a los demás que se deben unir. Aquí los errores de “clasificación extemporánea” pueden ser insalvables, ejemplos hay muchos en la Historia y no es difícil conocerlos y asimilarlos.

Sobre mi raíz anticapitalista puedo decir que nací en 1938, dentro de una familia acomodada, vi y viví intensamente de joven, el mayor de mis siete hermanos y hermanas, en 1955, el proceso de ruina de mi padre. Vi la liquidación de mi casa natal por el banco, entonces el Trust Company de Cuba y nos tuvimos que ir para la única propiedad que nos quedó sin hipoteca, una finca de recreo en Candelaria (Finca el Cura, como todos la conocían a la entrada de Jejenes, allí todavía debe estar nuestra casa de mampostería para más localización), entonces Pinar del Río. Finca que tuvimos que sembrar para poder comer. Vi liquidar bienes a mi padre con un prestamista de La Habana Vieja que lo extorsionaba, pero que nos hacía falta para poder sembrar tomates que era el cultivo de aquella zona. Vi la extorsión que las empresas monopólicas de La Conchita, en Pinar del Río, perpetraban con quienes sembrábamos el tomate. Todos incluso mi padre nos hicimos revolucionarios y luchamos contra Batista y a favor de Fidel; mi padre murió de 84 años militando en el PCC.

Luego mi anticapitalismo no es libresco ni aprendido escolásticamente y lo siento en lo más profundo de mi conciencia y mis convicciones. Por eso con pleno derecho de revolucionario raigal que me asiste, opino sin clasificaciones extemporáneas y no le acepto ninguna clasificación fuera de lugar al respecto de ser o no ser revolucionario a nadie. Estamos en el tiempo de los hornos y tenemos que andar unidos como la plata en las entrañas de los Andes. Y quienes tengan oídos para oír, oigan, porque el tiempo ya se acabó. Así lo pienso y así lo expreso en mi derecho a opinar, con mis respetos por el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular.

https://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=33&idTitulo=585945

Continuará.

Finalmente, les reitero mi correo electrónico con el propósito de que puedan trasmitirme dudas, criterios, opiniones y preguntas: fsmederos@gmail.com

Descansa en paz… seguramente en Beyhualé