Alvaro Vega Díaz*
II y última
En 1930, Revista Social publicó la crónica de un concierto que Jebe ofreció con obras suyas. Este artículo, titulado “La audición musical de Halfdan Jebe”, llega hasta nosotros como un valioso documento que deja entrever el impacto que en aquellos años causó en el medio musical yucateco la presencia de un violinista de la talla del noruego. Aquí el primer párrafo de dicho texto:
Algo insólito es en nuestro medio artístico, un brote inesperado, expontáneo [sic], no producido al calor de bien o mal encaminado cultivo para obligar a una producción enjuta de arte y de verdad; y esto decimos, porque si alguna vez, dentro de los cuatro años pasados se ha pretendido alguna manifestación ennoblecedora del arte en nuestro medio, no ha sido sino con fines bastardos que al fin y a la postre se han visto confirmados, pues una vez terminada la alharaca que los produjera, y a favor de cierta marea de bajo fondo que llevara a la superficie sus sedimentos, enmudecieron los farsantes, enmudecieron los falsos impulsores del arte, y todo volvió a quedar como antes, hasta hoy, que el Sr. Jebe, músico noruego ha tiempo entre nosotros, nos ofrece algo más de una hora de buena música, toda producto de su delicado ingenio y su fresca y lozana inspiración.1
En el artículo, firmado por Carlo Enrico D’Sena, se hace además una descripción de las obras y sus correspondientes ejecuciones. En aquella velada, Jebe interpretó con otros músicos locales las siguientes composiciones suyas: Sonata para violín y piano, Cuarteto de cuerdas núm. 1, Sexteto para cuerdas y piano, y Tema y variaciones para cuarteto de cuerdas.
En 1931, Jebe viaja a Europa con el propósito de dar a conocer su música en el país que lo vio nacer y, de paso, ir a Francia para visitar a su entrañable amigo Frederick Delius, a quien no veía desde 1906. En una carta que le envió al músico yucateco Fausto Pinelo, fechada el 8 de febrero de 1932, Jebe destaca el éxito artístico de su viaje: “He dado un gran concierto con una de las mejores orquestas que ahora hay en Europa, unos 60 profesores, todos artistas […]. Por otro lado, mi programa yucateco fue mandado por el radio por todo el país y fuera del país, hasta París. […]”.2
Durante aquel viaje a Noruega, Jebe también ofreció entrevistas en la prensa y en la radio de Oslo. El concierto al que hace referencia en la carta fue ejecutado por la Orquesta Filarmónica de Selskap, bajo la dirección de Olav Kieland, el jueves 21 de enero de 1932, en el Aula de la Universidad de Oslo. El programa incluyó las obras orquestales que Jebe había dedicado a Yucatán hasta ese momento: Uxmal, sinfonía en la menor, La leyenda del cenote sagrado (versión en dos partes) y Las grutas de Loltún.
Para 1933, Halfdan Jebe estaba nuevamente en Mérida y ya había retomado sus actividades en el medio musical de la ciudad. Entre 1933 y 1937, compone un conjunto de obras yucatecas que a la postre serán las últimas de su trayectoria musical. Entre ellas se destacan Dignidad maya (ópera en dos actos y cuatro cuadros con libreto de Sara Molina Font), Carnaval de Mérida (suite orquestal), Rapsodia yucateca y La ardilla (suite infantil para orquesta).
El jueves 26 de diciembre de 1934, Jebe dirige el estreno en Yucatán de Uxmal al frente de la Orquesta Sinfónica de Mérida, en uno de los últimos conciertos de la agrupación que Francisco Sánchez Rejón fundara en 1925, con la absoluta aceptación del público meridano. En la crónica del concierto publicada por el Diario del Sureste se destacan por igual la trayectoria de la agrupación y la buena aceptación que el poema sinfónico obtuvo entre el público yucateco:
Mérida puede enorgullecerse de este conjunto musical que anoche comprobó todo lo que valen el estudio, la perseverancia y la buena voluntad, aun cuando se trate de empresas tan difíciles como es la de integrar una sinfónica en un medio reducido como el nuestro […]. El público está ansioso por escuchar las producciones del notable compositor y es todo oídos cuando Jebe inicia los primeros compases de su poema sinfónico “Uxmal” […]. Jebe ha triunfado en toda la línea. Y con él la Sinfónica de Mérida. Su música, que viste con modernismos admirables ciertos detalles de hondo romanticismo, magníficamente construida, revela al músico enterado de todos los secretos de su arte, y dueño de un temperamento quinceañero, fogoso, apasionado, un alma de verdadero artista.3
Las sonoridades de estirpe romántica y modernista que el cronista reconoce en Uxmal se expresan por medio del cromatismo que Jebe había adoptado desde sus inicios como compositor. Sin embargo, en esta obra el autor alterna los pasajes marcadamente cromáticos con varios temas melódicos de clara evocación maya, factura que lo liga a los compositores yucatecos de su generación. Además, en las últimas obras que escribió utiliza materiales provenientes de la música folklórica y popular de Yucatán o recrea su aire. Entre estas composiciones sobresalen Carnaval de Mérida, estrenada por la Orquesta Sinfónica de Mérida en su temporada 1934-35, y La ardilla, suite orquestal o cuento musical infantil basado en un texto de la escritora Sara Molina Font. Esta composición contiene 16 partes o movimientos: 1. Overtura [sic] (primera y segunda entrada de los animales); 2. El degollete; 3. Tengo un as, un dos, un tres; 4. Xtoles; 5. El zopilote; 6. La ardilla; 7. El cochino y el mono; 8. El gato está dentro; 9. Historia de Ratón Pérez; 10. El chinchimbacal, 11. El cardenal; 12. La xcoquita; 13. El cenzontle; 14. Los sapos; 15. El fox del cochino, y 16. Vals.
Los números 2, 5 y 12, es decir, El degollete, El zopilote y La xcoquita (o La xochita), pertenecen al grupo de sonecitos o aires yucatecos que figuran históricamente entre los factores que dieron origen a la jarana yucateca durante el siglo xix. También aparece el antiguo aire maya Los xtoles, que el autor ya había utilizado en la segunda sección de Uxmal. Lo más probable es que Jebe haya conocido los sonecitos regionales a través de la Miscelánea yucateca, popurrí de aires del país creado por José Jacinto Cuevas en 1869, ya que en las cuatro piezas mencionadas se replica alguna sección de las versiones que aparecen en la obra del yucateco, aunque el compositor noruego también las recrea y las transforma. Quizás, entre los otros números de La ardilla, Jebe utilice más sonecitos pertenecientes a la misma tradición pero que no fueron transcritos por Cuevas para su Miscelánea ni recopilados por Gerónimo Baqueiro Fóster, el primer estudioso de este repertorio del folklore mexicano.4
La herencia del crítico musical
Además de enseñar, tocar y componer, Jebe desarrolló en Yucatán una labor que lo sitúa claramente en el campo de la crítica musical especializada. Los textos que publicó en la prensa yucateca entre 1924 y 1937 reflejan una amplia gama de intereses artísticos e intelectuales. Su primera colaboración fue, quizá, la nota que escribió en defensa de la ópera Kinchí, de Gustavo Río Escalante, cuyo estreno, en octubre de 1924, causó revuelo en el medio musical meridano. En una colaboración posterior, Jebe defiende también la reposición de Xtabay, ópera del mismo Río Escalante, aunque en esta ocasión llega más lejos en sus juicios musicales, a todas luces impregnados del regionalismo que ya no abandonará:
Una de sus señaladas características consiste en el empleo de las escalas “Debussianas”, usadas con predilección. Estas escalas de tonos enteros –seis dentro de una octava– aunque los antiguos Mayas las ignoraran, se prestan para pintar el fondo musical sobre el que se debe desarrollar lo “folklórico”, lo tradicional que no existe sino en los sueños de los artistas que han aspirado el perfume que aún persiste de ese mundo muerto, sí, pero redivivo por el arte.5
En 1935 Jebe inicia tres años de colaboraciones periodísticas con el Diario del Sureste. En su segunda entrega, cerraría sus comentarios sobre las dos óperas más conocidas de Gustavo Río Escalante:
Gustavo Río con la llave que a él fue confiada, que es su talento musical, ha levantado por un momento la tapa que oculta la profundidad legendaria de su tierra.
Las dos joyas musicales, Kinchí y Xtabay, se expondrán cada año a los creyentes que veneran las leyendas sagradas de la tierra del faisán y del venado, poesía idiosincrásica del país que gusta esconder sus tesoros como esconde bajo tierra sus corrientes de agua.6
A partir de este momento, el músico noruego dedicaría varios de sus textos a la crítica de los avances tecnológicos de la época, particularmente la radio. Su postura respecto a este tema se radicalizaría en los años siguientes:
Una Guardia Cultural ya iniciada, se propone proteger el pensamiento y el arte sincero, en letras y en música, hoy más que nunca propiedad y necesidad indispensable de toda la humanidad civilizada pero, hoy más que nunca, expuesto y amenazado por falsificaciones heréticas, antiartísticas y explotaciones materiales, con gran perjuicio de las legiones de verdaderos amigos del arte que por todo el mundo escuchan, con o contra su voluntad, lo que la onda eléctrica por la boca mecánica de la radio impone al tímpano indefenso.7
La preocupación de Jebe por el deber ser del verdadero músico lo lleva a escribir, para la misma publicación, varios artículos sobre el tema. Entre ellos se puede consultar el titulado “Visión del porvenir de los músicos”, publicado en dos entregas en diciembre de 1935. Ahora bien, no se puede dejar pasar el texto más grandilocuente que publicó: “Fantasía apasionada 1935”. Aquí un fragmento:
Nosotros, lejos de los centros en que la música se fabrica, retirados a rincones que quizás un día tomarán parte en el acorde sonoro que ha abrasado a la humanidad entera, también volvemos la mirada hacia atrás para así comprender el momento actual y también para ver en el porvenir algo de lo nuevo.
Veremos arquitecturas, construcciones, edificios de piedra, de pensamientos y sonidos musicales.
Construyeron bien los antiguos; pensaron profundamente los filósofos. La literatura musical nos revela miles de nombres que suenan como golpe vacío sobre timbal más vacío aún; el egoísmo de autores que no tenían nada que contar, esfuerzos nerviosos, estilos, procedimientos, ismos.
Los llamados críticos se empeñan en escribir sobre el arte “nacional” de varios pueblos: China, brazo a brazo con Julián Carrillo, buscando sonidos 13; Hindemith, en Alemania, resucitando la música antigua, la más en boga hace dos siglos; en Rusia Stravinsky, predicando la vuelta a Bach y al contrapunto; España, que hasta ahora ha producido poco de verdadero gran valor musical, realiza un gran esfuerzo para recobrar lo perdido; Arabia dividiendo el tono en tres semitonos en lugar de los dos nuestros y los cuatro de Carrillo; Escandinavia, sin apego a ninguna tendencia, pensando con Ibsen que el hombre que ande solo es el más fuerte, y Estados Unidos con la buena voluntad de tragar todos los licores musicales de la tierra […].8
A lo largo de 1936, Jebe escribió 17 artículos más para el Diario del Sureste, en un tono aún más radical, respecto a sus ideas políticas y sociales. En ellos aborda temas como el arte revolucionario, el sindicalismo musical, los mecenas del arte, etc. Posteriormente, en 1937, a manera de coda, publica en tres entregas su propio recuento histórico del sinfonismo en Yucatán. En esta serie el músico noruego vierte, cerca del final de su vida, la admiración que siempre profesó por la tierra que lo acogió los últimos 15 años de su existencia. Asimismo, esboza el proyecto de los “Modernos maestros cantores”, que se conformaría con un grupo no sindicalizado de músicos bienintencionados:
Por sus tradiciones históricas, por su situación geográfica en el centro de los dos continentes americanos, por su alma soñadora y altamente artista, está destinado Yucatán, es el deseo de nosotros que le queremos, dentro de las posibilidades de lo que se puede augurar, a ser un día la Mesa artística del Nuevo Mundo.9
Entre las tentativas sinfónicas en Yucatán, dos movimientos, probablemente únicos y característicos del ambiente especial, se destacan con derecho a la atención de los que toman a pecho los problemas y las condiciones nuevas de la profesión, problemas creados principalmente por la invasión de la máquina.
El primero que hizo una tentativa para la formación de una orquesta sinfónica fue José Cuevas, tentativa que por falta de elementos e indiferencia del público ni siquiera iniciado en esta clase de manifestaciones culturales, constituyó un fracaso.
Durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto, llevó este su entusiasmo a todas las esferas sociales, hizo que nuestros músicos, a cuyo frente se puso Amílcar Cetina, se agruparan, haciendo que sus dos actuaciones constituyeran en verdad el primer trabajo serio en este movimiento sinfónico que hoy comentamos. 10
No es hasta 1925 que puede decirse que el movimiento tuviera un destello bastante apreciable, pues ante la admiración del público se organizó una orquesta sinfónica, pobre en sus elementos, pero de unos resultados asombrosos, habiéndose verificado 25 conciertos.
Los organizadores fueron Luis Mangas, quien actualmente como suele suceder a intelectos atormentados y grandes, está gravemente enfermo en un sanatorio de la ciudad de México; Emilio Vela y Francisco Sánchez Rejón. La dirección de los conciertos estuvo a cargo de este último.
La falta de apoyo oficial hizo que se apagara este destello.
Posteriormente, Arturo Cosgaya nuevamente quiso encender la llama, pero el público, ya maleado por la música banal, en una serie de 4 conciertos hizo patente su indiferencia para esta clase de sacrificios.
Nuevamente Amílcar Cetina, Francisco Sánchez Rejón, Luis Garavito y el que esto escribe, en una serie de 3 conciertos, ponen un galón más a esta senda tan llena de sinsabores, como es la del movimiento sinfónico.
Llega Samuel Martí, y con su entusiasmo, en una serie también de 3 conciertos, repite el milagro de los años 1925-26, despertando a este público indiferente de nuestra ciudad, pues nuestros abnegados y sacrificados profesores siempre han estado prontos a cualquiera manifestación artística.11
Enfermedad y muerte
Entre abril y mayo de 1937, Jebe fue ingresado en el Hospital O’Horán como un presagio del final de sus días. Después de su estancia en el sanatorio meridano, el 11 de mayo de aquel año, publicó un singular artículo en el Diario del Sureste, del que se extraen los siguientes párrafos:
Cuando entré últimamente al hospital “O’Horán” me pregunté: ¿Qué será esto? ¿Será para bien o para mal? Aquí en Yucatán he conocido gente supersticiosa que cree que el entrar por las puertas de un hospital es para no salir más de ahí. Pronto descubrí que el hospital O’Horán era la exacta repetición de el “Ullevold”, el gran hospital de mi tierra; un lugar de paz y de bienestar para el alma atormentada y el cuerpo dolorido. Doctores amables, enfermeras-damas, servicio comprensivo y atento; todo a la altura del país celoso de su dignidad como uno de los más avanzados en cultura y humanidad.
El artista que se encierra en sí mismo y se cree un ser privilegiado que no debe mezclarse en las cosas prosaicas de la vida, se castiga a sí mismo, encierra su mente en un limitado círculo e ideas cuyo centro suele ser su misma grandeza y en cuya periferia siempre amenaza la maldita copa, la compañera que le adula con su falsa sonrisa: ¡Maestro!
Creo que el Hospital O’Horán no necesita mi recomendación; pero yo necesito expresar mi gratitud por haber pasado una crisis dolorosa en tan buen lugar.12
Poco tiempo después de la publicación de este texto, Jebe viajó a la Ciudad de México con el propósito de difundir sus obras yucatecas en el medio musical más competitivo del país. Ya había logrado algunos avances, cuando repentinamente fue ingresado en el Hospital General, de donde salió sin vida el 17 de diciembre de 1937.13 En palabras del periodista Jacques de Bourges (Santiago Burgos Brito), “el demonio que se posesionó de Verlaine y de Darío, había hincado ya su garra en el cuerpo y en el alma del artista […] Jebe nació enfermo de bohemia, atacado de esa dolencia incurable, que es fatal en algunas de sus manifestaciones”.14
Apenas unos días antes de su muerte, Jebe escribió el artículo que cierra el ciclo de las colaboraciones que entregó a la prensa yucateca durante casi tres lustros. El texto, que ofrecemos como apéndice del presente trabajo, se explica por sí mismo, pero vale la pena mencionar que en este artículo de despedida, Jebe no solamente pasa revista a los artistas yucatecos que por aquellos años se destacaban en la Ciudad de México, sino que vuelve a sus antiguos afanes románticos –ya expuestos en trabajos periodísticos anteriores–, que lo distinguieron como un severo crítico de las consecuencias que en el campo educativo traería la radiodifusión musical. De esta manera, sin proponérselo, Jebe participó en los debates que en los años posrevolucionarios emprendieron los músicos capitalinos para reorientar la música mexicana.
Notas
1 Carlo Enrico D’Sena: “La audición musical de Halfdan Jebe”, Revista Social, Mérida, febrero de 1930, p. 9.
2 Halfdan Jebe, carta manuscrita, 8 de febrero de 1932, fondo reservado del Ciart, caja 124, sobre 4, material de Fausto Pinelo Río.
3 “Un gran triunfo de Halfdan Jebe”, Diario del Sureste, 27 de diciembre de 1934.
4 “A fines del siglo xviii y, principalmente, del xix, el teatro de cantado de la ciudad de México, al acoger las Follas, diversión teatral en que la comedia y la música, sin cohesión todavía, empezaban a tomarse de la mano, dio lugar a que las altas capas sociales fijaran su atención en las encantadoras miniaturas creadas por el pueblo, como transformación de los viejos sones, conocidas entonces por sonecitos del país […] La península creó los suyos y puede decirse que de mediados del siglo antepasado a mediados del xix se produjeron infinidad de esos sonecitos, entre los cuales son de hermosa inspiración y de verdadero buen gusto el Chuleb (ave comendador), La Xochita (hembra del buho), la Cucaracha, el Zopilote, la Tuza (el Agutí), el Pichito (El Tordo), la Yuya (Oropéndola), El Xulab (Hormiga que ataca a las colmenas), el Chiquiguiliche, Sechi Huacha, el Churuxito, la Torcaza (son éste que empieza ya ha a anunciar nuestras formas modernas de compás de ¾), la Garza y otros que todavía pueden oírse de los ancianos de diferentes regiones de la Península”. Gerónimo Baqueiro Fóster: “Aspectos de la música popular yucateca en tres siglos”, Revista Musical Mexicana, México, No. 1, 7 de enero de 1944, pp. 4-5.
5 Halfdan Jebe: “La ‘Xtabay’ del maestro Río”, Diario del Sureste, agosto de 1928.
6 Halfdan Jebe: “Otra excursión por el campo musical de Mérida”, Diario del Sureste, 23 de mayo de 1935, pp. 3 y 8.
7 Halfdan Jebe: “Reacción artística contra el abuso de la radio”, Diario del Sureste, 9 de julio de 1935, pp. 3 y 6.
8 Halfdan Jebe: “Fantasía apasionada”, Diario del Sureste, 1.o de enero de 1936, p. 3.
9 Halfdan Jebe: “El movimiento sinfónico de Yucatán”, Diario del Sureste, 15 de enero de 1937, p. 3.
10 Halfdan Jebe: “El movimiento sinfónico de Yucatán” (continuación), Diario del Sureste, 18 de enero de 1937, pp. 3-6.
11 Halfdan Jebe: “El movimiento sinfónico de Yucatán” (concluye), Diario del Sureste, 13 de febrero de 1937, p. 3
12 Halfdan Jebe: “En el Hospital ‘O’Horán’”, Diario del Sureste, 11 de mayo de 1937, p. 3.
13 En una nota publicada por el Diario del Sureste al día siguiente de la muerte del músico noruego, “La radiodifusora XEW había ya ofrecido, bajo la dirección del profesor Fausto Pinelo Río, dos obras de Jebe, y el director del conservatorio, profesor Estanislao Mejía, tenía en proyecto dar un concierto de música de cámara del maestro Jebe en enero o febrero próximos”. “Falleció en la metrópoli el maestro Halfdan Jebe”, Diario del Sureste, 18 de diciembre de 1937, fondo reservado del Ciart, caja 124, sobre 4, material de Fausto Pinelo Río.
14 Jacques de Bourges: “Ha muerto Halfdan Jebe”, Diario del Sureste, 22 de diciembre de 1937, p. 3.
15 ¡Nótese que dicha música es del propio señor Jebe!