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El Presidente debe ser bien informado sobre las concesiones privilegiadas al turismo premium y al ecoturismo comunitario en Quintana Roo

Antropólogo Jorge A. Franco Cáceres

Cuando se analiza la creación del territorio de Quintana Roo el siglo pasado, puede comprobarse que el propósito político vigente hasta nuestros días es entregar los paisajes culturales y los recursos naturales de las selvas y las costas tropicales a las empresas extranjeras más cercanas a la Presidencia de la República.

Ahí se resolvió desde 1902 que el espacio-territorio, que fuera refugio estratégico maya durante la Guerra de 1847, quedara bajo dominio preferencial de grandes empresas transnacionales con proyectos industriales y turísticos avalados por las leyes federales y las instituciones estatales.

Así, dentro del actual proceso de globalización mercantil se impone que el turismo recreativo en las playas caribeñas sea el modelo de crecimiento estatal a partir de las concesiones privilegiadas, ocasionándose que el turismo premium de la Riviera Maya, la Costa Maya, la reserva de Sian Kaan, etc., se haya convertido en la fuerza más letal para la cultura y la identidad de los habitantes de la Zona Maya.

La continuidad de resoluciones centrales a favor de las empresas transnacionales del turismo premium y el ecoturismo comunitario en el Estado de Quintana Roo, ha procedido desde 1974 contra la resiliencia ancestral de la población originaria, contribuyendo también al rechazo de cualquier respaldo político, psicológico o social dirigido al desarrollo de la resilencia viva de los mayas macehuales.

La más reciente secuela de concesiones privadas en los municipios de reciente creación: Solidaridad, Tulum, Bacalar y Puerto Morelos –dispuestas para enajenar las resistencias mayas desde los desarrollos del turismo premium o instrumentarlas desde los servicios del ecoturismo comunitario–, sirven bien para evidenciar que estas entregas continúan procediendo:

1) para evitar que los campesinos mayas tengan respaldo dentro y fuera de sus familias y sus comunidades,

2) para alentar que los adultos mayores carezcan de relaciones políticas y sociales que les otorguen seguridad y confianza fuera de ellas, y

3) para rechazar que los jóvenes macehuales accedan a modelos de conducta y procesos de educación, que contribuyen a reafirmar la resiliencia viva en sus personas.

No cabe duda de que los impactos múltiples de los proyectos del turismo premium y del ecoturismo comunitario en los espacios y territorios macehuales nos obligan a plantear varios aspectos de las resoluciones centrales y las concesiones privadas a favor suyo. Se trata de los contenidos políticos y sociales de las mismas, que requieren firme discusión de carácter antropológico con el gobierno mexicano y las empresas turísticas de clase mundial.

Vemos que la situación de las comunidades mayas evoluciona de un modo cuando los desarrollos y los servicios surgen de grandes inversiones de capital, y de otro cuando se pretende que el beneficio turístico ha surgido de la organización social, apoyada por organizaciones no gubernamentales y asociaciones benefactoras o altruistas. Sin embargo, ambas tienen casi siempre en común que el objetivo mercantil avalado en forma oficial, no es elevar la calidad de vida de las comunidades mediante el desarrollo de la resiliencia viva de los adultos mayores y los jóvenes macehuales, sino favorecer los intereses de las transnacionales.

A decir verdad, la participación de los campesinos mayas en las actividades turísticas que surgen a partir de los desarrollos inmobiliarios y los servicios exclusivos, ocurre de modo residual con pequeños negocios como tiendas, hospedajes, comederos, así como servicios recreativos para recorridos temáticos y actividades deportivas. Los negocios extranjeros imponen siempre condiciones enajenantes a las resiliencias viva y ancestral en las comunidades macehuales, debido a que las concesiones oficiales les permiten utilizar a la población originaria para sus fines mercantiles, siempre y cuando la mantengan al margen de las ganancias privadas y las convivencias exclusivas. Bajo estas condiciones discriminatorias, por cierto, no desarrollan ninguna ventaja resiliente los campesinos mayas que acceden a los turistas como guías, tampoco los que funcionan como empleados especiales y ni siquiera los que disponen ser socios en algunos establecimientos, debido a que hacer todo esto implica apartarse de la cultura y la identidad compartidas.

Se tiene así que, bajo el actual sistema de concesiones privilegiadas a las empresas transnacionales en Quintana Roo, la integración de los mayas macehuales al modelo estatal de crecimiento turístico no ocurre de modo relevante para su cultura e identidad orginarias a partir de los proyectos del turismo premium, ni parece tener posibilidades de suceder a partir de las actividades del ecoturismo comunitario.

Sucede todo eso debido a que los ámbitos de resiliencia viva entre los campesinos mayas, gracias a la educación tradicional y el trabajo ancestral, están aún presentes para impedir el sepulcro neoliberal de las resistencias macehuales, especialmente en los términos consignados en las resoluciones oficiales y las concesiones privilegiadas. No se entiende en Chetumal qué es el respaldo al desarrollo de la resiliencia viva, y que este no consiste en programas de capacitación y de apoyos financieros, para que los pobladores originarios puedan integrarse de manera efectiva. Una situación así solo es fuente recurrente de tensión política y social entre los campesinos mayas y los empresarios e inversionistas extranjeros.

La percepción de quienes acaparan las ganancias del turismo premium a partir de las resoluciones centrales y las concesiones privadas, es que los campesinos mayas no están capacitados para los trabajos en establecimientos exclusivos, que no son trabajadores calificados y que no respetan las formas sociales ni las normas establecidas.

Se trata de apreciaciones falsas que, además de prejuicios culturales o actitudes racistas de los extranjeros, son resultados lógicos de proyectos mercantiles avalados por los poderes federales, a pesar de ser letales para la resiliencia viva de la población originaria. Si el crecimiento turístico depende del manejo mercantil de paisajes culturales y patrimonios naturales en los planes oficiales, en especial las tierras ancestrales y las playas comunes de los mayas macehuales, no cabe duda de que estos campesinos tienen que sentirse despojados, además de utilizados.

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