Antropólogo Jorge Franco Cáceres
Sobre la Oceanografía Biológica, el Dr. Luis Capurro señalaba que “la biología marina sufrió grandes transformaciones durante el siglo pasado. Los clásicos estudios sistemáticos de la biota marina que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo fueron complementados con investigaciones de carácter ecológico que condujeron al concepto del ecosistema. Los primeros trabajos sobre los ecosistemas marinos fueron de carácter disciplinario o bien sectorial, es decir, que el biólogo trataba de entender la relación de una especie de organismo con algunos parámetros de hábitat o bien la caracterización de un área de pesca con un pez de interés comercial”.
Señala que sucedió posteriormente “en la década de 1970, cuando se propició el estudio comprensivo integrado de los ecosistemas como un racional más lógico, en vista de la complejidad de las interrelaciones que tienen lugar en esos sistemas naturales. Sin embargo, el uso abusivo de los mismos por el hombre produce deterioros a veces irreversibles o muy costosos de recuperar, lo que lleva a la necesidad de diseñar planes de manejo apropiados, los cuales deben sustentarse en un profundo conocimiento científico de cómo funcionan tales ecosistemas. El mundo entero comenzó a apreciar la necesidad de proteger a esos valiosos sistemas naturales en términos de conservar la biodiversidad y mantener la calidad de sus servicios, y es así que se crea el concepto de Reservas de la Biosfera, que en síntesis es la aplicación del Principio Precautorio a una zona natural valiosa ante la ocupación por el hombre o, en palabras más simples, significa que no puede ser apropiada por el hombre hasta que no se cuente con un Plan de Manejo adecuado”.
No olvidaba recordar el decano investigador que “la Conferencia de Río de Janeiro sobre desarrollo y conservación impone el concepto de la ‘sostenibilidad’ o ‘sustentabilidad’ del ecosistema, mismo que lleva a incorporar en los estudios de ecosistemas nuevas variables, como los aspectos socioeconómicos, es decir, la participación del hombre que los usa. La ciencia respondió rápidamente a este desafío y así surgieron modelos matemáticos predictivos que incorporan todas esas variables. Esta estrategia se conoce en la actualidad como enfoque de ecosistema y recientemente ha comenzando a ser aplicado en los países desarrollados”.
Sin embargo, puntualizaba siempre el Dr. Capurro que “este elegante método no resuelve del todo el problema, pues provee simplemente opciones de manejo alternativos a quien tiene que tomar las decisiones del Plan de Manejo y estas decisiones están también condicionadas por otros aspectos fuera del asesoramiento científico”. Finalmente, señalaba que “cualquiera que fuera el plan adoptado, queda el problema de quién o cuál fuera el organismo público o privado que lo aplica. Lo que está más en boga es que el mejor vigilante sea la comunidad que lo habita y usa. Esto se conoce como ‘participación comunitaria’, la cual sirve para destacar la complejidad de mantener sustentable cualquier ecosistema, ya que se trata de un problema aún no resuelto en forma conclusiva”.
El profesor Capurro cuando hablaba del área de la Biología Aplicada destacaba que “se han logrado notables avances en el cultivo de organismos vivos incluyendo peces, mariscos y algas. El colapso de varias pesquerías comerciales y la creciente demanda de proteínas ha intensificado la investigación básica y aplicada de cómo producir esos organismos en ambientes controlados. Esta actividad es muy compleja no solo por su propia naturaleza, sino que su desarrollo en escala industrial es muy dañino para el medio ambiente. Se están llevando a cabo numerosas e intensas investigaciones en aspectos de alimentación y dietas, sanidad animal y genética con el propósito de optimizar esta área de la ingeniería biológica marina”.
Un desafío académico novedoso para el Dr. Luis Capurro representaba “explicar la existencia de un espectacular conjunto de organismos que se encuentra en las surgencias hidrotermales en el fondo del océano profundo. Lo que comenzó como una simple curiosidad se ha convertido en el campo mayor en la investigación oceanográfica, con proyecciones muy interesantes en la geoquímica y biología marina. Estas surgencias submarinas provocan, no solamente una variedad de deposiciones en sus alrededores, sino que además influencian el balance geoquímico del agua de mar y dan origen a biocenosis extremadamente especializadas basadas en síntesis química (quimiosíntesis) –en lugar de la clásica fotosíntesis que ocurre en la superficie del mar–, y en interacciones simbióticas. La fuente de energía necesaria para la producción del carbono orgánico (materia viva) proviene de la oxidación del sulfuro producido por bacterias termofílicas que operan óptimamente en temperaturas de 100 ºC o más”.
Si se trataba de Oceanografía Química, el maestro sostenía que “la oceanografía química mostró notables progresos en la instrumentación a partir de la segunda mitad del siglo. Las clásicas y tediosas titulaciones químicas de la salinidad, del oxígeno disuelto y de la alcalinidad, entre otras, fueron reemplazadas por métodos potenciométricos, polarímetros y fotométricos y uno más valioso aún, el diseño de aparatos para la determinación continua cuantitativa de todas las sustancias contenidas en el agua de mar, que pueden ser medidas con métodos fotométricos como el fosfato, silicato, hierro, entre otros. En la actualidad es posible medir de forma continua en la columna de agua, tanto en muestreo horizontal como en vertical, la concentración del nitrato, fosfato, silicato, pH, presión parcial del anhídrido carbónico, clorofila y otros”.
Un tema apasionante para el Dr. Luis Capurro Filograsso fue la ciencia pesquera, especialmente cuando señalaba que “la ciencia pesquera terminaba el siglo xx con los mismos problemas con que lo había comenzado: la sobrepesca. En 1902 cuando se creó el Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES), su principal preocupación era la sobrepesca y los problemas relacionados en los mares del Norte y Báltico. Esta famosa organización dejó el primer ejemplo de la cooperación internacional en problemas ambientales y es la más respetada en temas de ciencia pesquera. Sus investigaciones se extendieron al Atlántico Norte, no solamente en temas de pesquerías, sino de toda clase de investigación marina, excepto geología y geofísica. El éxito del ICES propició que en esa década se creara una organización similar para el Pacífico Norte, Pacific Internacional Council for the Exproration of the Sea (PICES)”.
Reiteraba que “el problema central de la biología pesquera es la evaluación de la biomasa disponible de peces (stock assessment), que es la información básica para el manejo sostenido de las pesquerías. El primer modelo matemático para esta evaluación fue el de Beverton-Holt en la década de 1950 (producción excedente), al cual siguieron otros más sofisticados hasta el momento actual. Sin embargo, a pesar del esfuerzo de esos talentosos colegas, han desaparecido numerosas pesquerías comerciales, entre ellas la más notable e inesperada, la del bacalao en el Atlántico Norte hace más de 5 años, que tuvo un tremendo impacto socioeconómico en Canadá. Las causas de estos colapsos fueron varios, sin poder culpar específicamente a una de ellas: 1) sobrepesca; cada vez hay más barcos que pescan con tecnología superior, 2) inadecuado asesoramiento científico y 3) pobre manejo de las pesquerías. La Organización para la Alimentación y Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas ha llamado seriamente la atención sobre este problema y estimula la producción controlada de peces (acuacultura)”, concluyó el Dr. Capurro.