Laura Elena Rosado Rosado*
En recientes conferencias y escritos, he escuchado y leído en forma reiterativa la “nueva” interpretación sobre la actuación de la conocida como lengua o traductora de los españoles, quien fue gran aliada de Hernán Cortés durante el proceso de conquista de lo que hoy llamamos México: Malinalli Temépatl, para los indígenas; doña Marina, para los españoles, quien ha sido reconocida y nombrada a través de los años como la malinche con todos los juicios y connotaciones despectivas que su mención ha llevado.
Con gran vigor se defiende hoy la tesis de que no se le debe juzgar a Malinalli como una traidora y a continuación se pregunta: ¿A quién traicionó?, ya que ella no era mexica o azteca, como erróneamente se les nombra a los habitantes de Tenochtitlán.
Su nombre Malinalli significa en náhuatl “hierba torcida” y al ser bautizada recibió el nombre de Marina; algunos investigadores opinan que este nombre puede tratarse de una combinación de los nombres de los padres de Cortés, Martín y Cristina. Inicialmente, fue al conquistador Hernán Cortés a quien los indígenas nombraron como Malinalli-tzin, es decir, el señor de Malinalli, cambiando los españoles el tzin por che y permaneciendo a través de los tiempos el reconocido nombre de el malinche a Cortés y mucho más el de la malinche a Marina, aunque justo es mencionar que con este nombre nunca la nombraron sus contemporáneos.
Estando la que esto escribe de acuerdo con que es una exageración en la que se ha incurrido a través de la historia, al calificar a Malinalli Temépatl como la gran traidora, quien carga casi exclusivamente la culpa de la pronta derrota de los mexicas a manos de los españoles por el apoyo que brindó como traductora y consejera, sin considerar su situación de víctima, tanto por ser indígena, esclava, y sobre todo mujer. Es mi opinión que tampoco se pueden negar los hechos ni dejar de analizar objetivamente la actuación de este personaje a través del estudio y análisis de la documentación existente.
En realidad no se sabe con certeza la procedencia de Malinalli y muchas de las creencias sobre su vida y actuar provienen de las historias noveladas; sin embargo, si nos atenemos a los escritos existentes, que no hay que obviar que fueron elaborados en su mayoría por españoles, se deduce que doña Marina, como la nombraban los conquistadores, era una mujer muy lista, hablaba el náhuatl, el maya y aprendió pronto el castellano, y prueba de su astucia es que además de ser la lengua de Cortés fue su consejera y compañera inseparable. Como una muestra de su aceptación entre los españoles es el hecho de que casi todos los cronistas la describen como de piel clara, una mención que habrá sido verdadera o no, pero que justificaba su aprobación y relación con ella por ser diferente a las demás, o sea, más europeizada. Este hecho no solo se comenta en el caso de Marina, también en las historias y leyendas de la esposa maya de Gonzalo Guerrero se hace referencia a lo blanca que era.
La situación privilegiada y la obediencia dada a su persona, llamándola con un respetuoso, inusual y único término de “doña” para una indígena, seguramente no le fueron ajenos e indiferentes. El poder que adquirió sacándola de la nada, de la identidad sin valor, de la esclavitud eterna, influyeron en ella y la inclinaron a defender y aferrarse a los españoles, a quienes probablemente también consideraba como dioses que encarnaban al Quetzalcóatl esperado, como muchos también creían. Tampoco hay que olvidar que posiblemente se enamoró de Cortés, quien además la hizo madre de un hijo, aunque de él únicamente ella recibió desdén y desprecio, ya que nunca la menciona en sus Cartas de Relación, haciéndola injustamente invisible en sus relatos, además de que la repudió y casó con otro.
Es por lo anterior que considero que al término malinche no debe dársele una connotación de traición, como bien apunta Miguel León-Portilla, especialista en la cultura náhuatl, entre otros, pero sí de subyugación y sumisión por lo extraño y diferente, por lo que hoy llamaríamos extranjero. Aun cuando no se conoce con precisión el origen de Malinalli, hay que considerar que hablaba náhuatl, por lo que evidentemente era de la región, y observó muchas masacres, abusos, agravios, vejaciones y robos a los pueblos conquistados, así como traiciones a sus aliados nativos, infortunios que sufrieron sus congéneres de la tierra donde nació y creció, quienes seguramente tenían una fisonomía similar a la suya, aun considerando que ella haya sido de piel más clara, muy diferente a los y las españolas con los que se alió y a quienes ayudó de múltiples maneras para obtener el botín de sus conquistas.
Caso opuesto es el de Francisco Tenamaztle, personaje poco conocido y considerado como el primer guerrillero de América, defensor de los derechos humanos. La historia la escriben los triunfantes, hemos escuchado durante toda nuestra formación educativa y, por esa razón, han llegado a nosotros muchas mentiras e infundios del pasado, así como historias noveladas con casi nula documentación que las avalen. Aunado a lo anterior está la historia que no se escribe o se oculta, la cual resulta dañina, quizás hasta más que la mal documentada e inventada, de ahí la importancia de los historiadores e investigadores acuciosos, que se esmeran en su trabajo para encontrar la verdad, lo más parecido a la realidad o cómo pudieron haber ocurrido los hechos en base a escritos, cartas, informes, códices y todo el material disponible, y los que frecuentemente se encuentran o localizan en archivos privados o públicos.
Gracias al minucioso trabajo del recientemente fallecido –y en párrafo anterior mencionado– investigador, historiador y filósofo Miguel León-Portilla, hoy sabemos mucho más sobre la cultura náhuatl, pues era un experto en materia de su pensamiento y literatura, legándonos diversos trabajos, como La visión de los vencidos, basado en escritos indígenas sobre la conquista de México. Uno en especial me resultó muy emotivo, porque me permitió conocer a Francisco Tenamaztle, personaje que inexplicablemente no figura en los libros de texto, ni en la mayoría de los trabajos de investigadores y especialistas relacionados con la conquista de las tierras americanas, quien luchó por su pueblo, tanto con las armas como con las letras, para defender el derecho de sus congéneres a sus tierras y su libertad. Al igual que la arriba mencionada Mallinali, fue un hombre inteligente, pero no se dejó subyugar y entendió el drama y abuso al que estaba siendo sujeto su pueblo. Tenamaztle fue un caudillo de habla nahua que surgió durante la gran rebelión conocida como guerra del Mixtón, nombre dado por el peñol o montaña donde se dieron los principales enfrentamientos en los años 1541 a 1556, tan solo veinte años después de que Cortés hubiera vencido a los mexicas y dos de que se hubiera retirado a su natal España. La insurrección abarcó el llamado reino de Galicia, con una extensión que incluyen los actuales estados de Nayarit, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, algunos pueblos purépechas de Michoacán y nahuas de Tlaxcala, que llenó de temor a todos los habitantes españoles de la Nueva España, como lo patentan diversas cartas del virrey Antonio de Mendoza, así como del obispo fray Juan de Zumárraga. La conquista de toda esa región y la justificación de subsecuentes rebeliones es que se dio con mucha crueldad y barbarie encabezada por el español Nuño Beltrán de Guzmán, de quien fray Bartolomé escribió: “Dícese de él que ochocientos pueblos destruyó y abrasó en aquel reino de Jalisco […]”, y a quien Riva Palacio califica como: “el aborrecible gobernador del panuco y quizás el hombre más perverso de cuantos habían pisado la Nueva España”.
En un principio no le dieron mucha importancia al levantamiento de los indígenas que llamaban “chichimecas”, compuestos por coras, huicholes, zacatecos, caxcanes y otros grupos de habla náhuatl que con el grito de guerra: “¡Axcan quema, tehuatl, nehuatl! ¡Ahora sí, tú o yo!” decidieron defender sus derechos. Con gran soberbia, incluso grandes capitanes como el cruel y recordado conquistador, el nombrado tonatiuh Pedro de Alvarado, se ofrecieron acabar pronto con la revuelta, aduciendo que le causaba vergüenza el que no se hubiera acabado y castigado a los rebeldes ya que: “con muchos menos gente de la que él traía consigo, bastaría para sujetarlos, ya que yo he arruinado muchas máquinas de enemigos”; sin embargo, terminó muy pronto herido de muerte a raíz de su encuentro con los alzados, murió en Guadalajara a los pocos días, sin conseguir sofocar la rebelión.
Uno de los cabecillas indígenas más conocido era el caxcán, señor de Nochiztlán, el mencionado Francisco Tenamaztle, quien nunca fue vencido y utilizó el sistema de guerrillas, atacando y escondiéndose. Por el bien de su gente, después de muchos años de lucha, Tenamaztle decidió deponer las armas entregándose a unos frailes franciscanos, quienes lo llevaron ante el obispo de Guadalajara, Pedro Gómez de Maraver, quien a su vez lo transportó a la ciudad de México para entregarlo al virrey don Luis de Velasco. El mencionado virrey decidió apresarlo y deportarlo a Valladolid, España, en noviembre de 1552, por como los españoles nombraban “contra el Rey levantarse”, con la consigna de que no volviera nunca a la Nueva España, ya que se le consideraba y acusaba de ser el capitán y principal del alzamiento, de haberse mantenido en pie de guerra, aun después de sofocada la gran rebelión, durante cerca de nueve años y de ser un apóstata, puesto que había sido bautizado.
En su cautiverio español, Tenamaztle entró en contacto con el defensor de indios, el dominico fray Bartolomé de las Casas, narrándole los sucesos y los agravios sufridos por su pueblo y pronto sus frecuentes pláticas se convirtieron en escritos de demandas dirigidas al Consejo de Indias y al mismo emperador, mientras sus compañeros de lucha en América siguieron resistiendo y escondiéndose hasta ya entrado el siglo xviii cuando fueron evangelizados, en parte, por los jesuitas.
Tuvieron que pasar años para que muchos de los pensamientos de Tenamaztle plasmados en el escrito intitulado “Lo que suplica don Francisco y relación que hace de agravios”, de fecha 1.º de julio de 1555, fueran formulados en la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”, en Francia en 1789, o en la “Declaración universal de derechos humanos”, en 1948, en las Naciones Unidas. Conceptos como el reconocimiento de que todos los humanos nacen y son libres y tienen derecho a la vida, libertad y seguridad, la prohibición de ser sometido a la esclavitud, a forzada servidumbre, tratos crueles, mutilaciones y muerte, así como detenciones arbitrarias, presos o desterrados, el derecho a ser respetados en su propiedad, costumbre y modo de pensar; ser oídos por la autoridad y a defenderse haciendo resistencia a la opresión, fueron parte de las demandas del considerado primer defensor de los derechos humanos en América, quien en la parte medular de su escrito indica:
He sido enviado a estos reinos de Castilla… preso y desterrado, solo, desposeído de mi estado y señorío y de mi mujer e hijos, con suma pobreza, sed y hambre… No ha bastado haberme hecho los españoles tantos y tan mucho y no creíbles por hombre del mundo, daños irreparables, haciéndome guerras injustas, crudelísimas, matándome en ellas muchos de mis vasallos y a mis pariente y deudos…
Tenamaztle fue un luchador, primero con sus armas, flechas y macanas, y después con sus letras y escritos. No se dejó subyugar por los conquistadores extranjeros, antes bien entendió el valor de las letras y la sabiduría de otros españoles como fray Bartolomé de las Casas. Tampoco cayó en el error de evaluar a todos con la misma medida, reconociendo las cualidades de los vencedores y utilizando sus medios para defender a su pueblo. La guerra del Mixtón demuestra también, como bien apunta León-Portilla, que la conquista no logró el pronto sojuzgamientos de los habitantes naturales de América, antes bien estuvo a punto de incendiar toda la Nueva España y mantuvo la lucha con los descendientes durante muchos años y siglos después de ella.
Hemos estudiado por años una visión de la conquista narrada en su mayoría por escritores españoles, frailes, cronistas del rey, soldados que contaron sus experiencias o a través de sus “Cartas de Relación”, cuyo fin era obtener una recompensa por sus acciones de conquista, por lo que en su mayoría se trata de la visión del vencedor y sin considerar el punto de vista del vencido. Muchos hemos pensado en una invasión española bastante rápida que con ayuda de aliados tlaxcaltecas y de Malinalli, la malinche, la viruela y la astucia de Cortés, acabaron un imperio que dominaba a gran parte de los habitantes de los que hoy se conoce como México. Sin embargo, hoy sabemos que no fue tan “fácil” como hemos creído, que hubo mucha más resistencia de la que se piensa y que hubo valientes nahuas, como Francisco Tenamaztle, quienes resistieron durante muchos años la invasión.
Para liquidar las naciones…, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y le escribe otros libros, le da otra cultura y le inventa otra historia.
Entonces la nación comienza lentamente a olvidar lo que es y lo que ha sido.
Y el mundo circundante lo olvida aun mucho antes.
Milan Kundera