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Entretenimiento / Virales

Cultura de resistencia a la cubana en tiempos del coronavirus: 'nasobucos”, hipoclorito y un médico (V)

Marta Núñez Sarmiento*

Metodología de los “por qué”

 

LVI

“Conceder sentido a las cosas pequeñas de la cotidianidad, a las ignoradas y olvidadas” es una de mis características preferidas del enfoque de género, porque descifra las expresiones de la sabiduría popular. Escogí esas tres palabras porque se repiten en los medios, en las conversaciones y en los modos de ser que practicamos los cubanos en la cultura para resistir este “bicho”, que es como algunos identifican al coronavirus.

El “nasobuco” designa la mascarilla que usa el personal médico en los quirófanos. El término no aparece ni el diccionario Larousse ni en el de la Academia de la Lengua Española.

El cubano Pedro de Jesús, miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua, publicó “La hora del nasobuco” el 26 de marzo de 2020 en el diario Escambray de Sancti Spiritus. (http:// www.escambray.cu/2020/la-hora-del-nasobuco/). Explica que en el “… Diccionario de americanismos, paraguayos, argentinos y bolivianos tienen una lexía peculiar, barbijo, para designar este objeto; y tapaboca no solo se emplea en Cuba, sino en México, Costa Rica, República Dominicana, Uruguay y el propio Paraguay. El lexicón agrega que en nuestro país tapaboca coexiste con la forma en plural, tapabocas, que es –dice– la predominante”. Aclara, “¿Les soy sincero? Lo primero que me viene a la mente cuando oigo tapaboca… es ‘golpe que se da en la boca con la mano abierta’, tal como reza en su acepción principal en el… Diccionario de la lengua española (DLE). Y, por supuesto, también ‘razón, dicho o acción con que se hace callar a alguien, especialmente cuando se le convence de que es falso lo que dice’, otra de las acepciones”. Lanza la hipótesis que “nasobuco” podría ser “…el acortamiento de tres formantes…”: nasobucofaríngeo, que, tras una cadena de cambios, terminó incluso con el brevísimo vocablo “naso”.

En mi país desde los primeros días en que comenzó el combate contra la pandemia, la palabra pasó de los salones de operaciones a la cotidianidad de todos los ciudadanos.

¿De dónde salieron tantos “nasobucos” de infinidad de diseños y colores, que portamos por las calles? En Cuba nadie los compró en las tiendas ni en las farmacias, sino que la cultura de la resistencia los copió de internet, del sitio de la OMS y de las instrucciones que aparecieron en la TV. Por supuesto, que en estos momentos son las mujeres las que los fabrican, porque los cubanos tan “machos, varones y masculinos” los portan pero no saben hacerlos…aún. Muchos de los medios de comunicación mostraron su machismo cuando inundaron sus páginas y el éter alabando a las mujeres por su abnegación, entrega y sacrificio al confeccionarlos, sin reconocer abiertamente que ello forma parte de la aborrecible segunda jornada que por antonomasia se atribuye a las féminas.

Empezaron confeccionándolos de sábanas viejas que, a pesar de su longevidad, son de las pocas e imprescindibles que tenemos. La OMS puede estar segura de que tienen las tres capas de telas que ella exige. Poco a poco, buscamos entre la ropa que menos usamos para tenerlos de los colores que combinen con las prendas que portamos. Hombres y mujeres llevan dos o tres en los bolsos para cambiarlos cada vez que se humedecen por lo mucho que hablamos o por el copioso sudor que emitimos bajo nuestro eterno verano. Los lavamos según las exigentes instrucciones que trasmite la TV, aunque a medida que pasan los días, los echamos en la lavadora para después secarlos al sol y, quizás, plancharlos.

Los “nasobucos” tienen la virtud de ocultar las arrugas, las marcas de acné, la falta de dientes y hasta las ojeras. Pero no sé si los usaremos disciplinadamente bajo el tórrido sol, o si los llevaremos al cuello hasta que veamos a un policía o cuando una persona desconocida nos llame la atención por no taparnos la boca y la nariz. El Ministerio de Salud Pública (Minsap) prevé que será indispensable portarlo siempre en lugares púbicos donde no se puede guardar la distancia entre personas.

El hipoclorito de sodio al 1 % es otro elemento que llegó para quedarse per secula seculorum. Se reparte por la libreta de racionamiento con el fin que confeccionemos en los hogares agua clorada para rociar las manos después de lavarlas con agua y jabón, además de limpiar los pisos y las superficies de los muebles, picaportes, pasamanos, etc., donde el virus puede posarse. También ponemos a la entrada de la casa una frazada de piso impregnada de agua con jabón y cloro para limpiar las suelas de los zapatos que usamos en la calle.

Hace unos años, cuando atravesamos por la epidemia de cólera que azotó la región, comprábamos las botellitas de hipoclorito para purificar el agua de tomar. Sin embargo, se perdieron los pomitos cuando comenzamos a usar el líquido preciado para blanquear la ropa y las instalaciones sanitarias. Ahora reaparecieron y los cuidamos con el sentido de ahorro que nos brota de la escasez.

“¡Quédate en casa!” es la consigna del momento, equiparable al aislamiento físico y social que estamos obligados a cumplir durante la cuarentena. No lo incluí en el título porque lo alargaría. Sin embargo, este confinamiento prolongado ya por tres meses tiene su lado negativo.

Esto de mantenerse puertas adentro resulta insostenible a las familias que viven en condiciones de hacinamiento por no contar con una vivienda apropiada. Como no pueden compartir con vecinos, amigos y familiares fuera de sus hogares, sufren el calor que suelen combatir sentándose en las aceras. Esto puede provocar violencia entre los convivientes y, además, sus miembros tienen una probabilidad alta de contagiarse con el virus si uno de ellos lo adquiere. Esta es la cara fea del viejo problema de la escasez de viviendas, la única promesa del Programa del Moncada que no se ha cumplido y que nunca se ha olvidado.

El Dr. Francisco Durán García, director de Epidemiología del Minsap, es hoy la imagen pública del enfrentamiento cubano al coronavirus, porque durante los últimos tres meses trasmite en las mañanas por TV, radio e internet las informaciones sobre el estado de la enfermedad en Cuba, en el mundo y en las Américas. Más que el vocero oficial del Minsap, parece un médico sabio que con una mágica sencillez explica los índices estadísticos más enrevesados para que podamos descifrarlos.

Cuba se detiene cuando inicia la conferencia de prensa, que todos seguimos religiosamente como si fuera la hora de la telenovela brasileña o la cubana. Comienza explicando las personas que han fallecido el día anterior, y ofrece sus condolencias a sus seres queridos. Continúa informando el número de personas que han contraído la COVI-19, porque lo han confirmado los exámenes de los laboratorios. Prosigue con las personas que resultan sospechosas, porque estuvieron en contacto con enfermos o que presentan síntomas, a quienes se aísla en centros especiales. Notifica cuántos pacientes han recibido el alta hospitalaria para que permanezcan 14 días más aisladas en sus hogares y comunica cuántos clasifican en los estados grave y crítico.

Con estos datos desmenuza las tasas estadísticas que nos permiten comprender cuál es el estado de la enfermedad en el país. Evidenciamos que el número de fallecidos ha disminuido en estos 90 días que, con relación al número total de personas contagiadas, resulta en el índice de letalidad: el 10 de junio, tras 11 días sin fallecidos, este índice fue de 3.75 %, menor que el 5.44 % en las Américas y 5.74 % en el mundo.

Informó que el 9 de junio en el país se sometieron a pruebas de laboratorio 122 mil muestras de personas escogidas por procedimientos que las hacen estadísticamente representativas, de las cuales 0.24 % resultaron positivas a la COVID-19. Insiste que en Cuba el 52.9 % de los casos que han resultado positivos a la enfermedad son asintomáticos en el momento en que se les somete a estas pruebas. Ello significa que la trasmisión es “ciega”, es decir, que los trasmisores no presentan ninguno de los síntomas visibles, pero tienen una carga viral que propicia el contagio. Por tanto, permanecen activas las medidas de aislamiento, de distanciamiento social/físico cuando es imprescindible salir a la calle, así como las de higiene y desinfección.

Siempre reconoce la participación femenina en esta lucha. Suele decirse que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, pero el Dr. Durán respeta al ejército de cubanas que le apoyan, en proporción mayor que los hombres, porque integran las filas de las médicas, enfermeras, técnicas, científicas, estudiantes que no han descansado en estos 90 días.

El 4 de junio cumplió 68 años y fue una fiesta nacional. Las felicitaciones inundaron las redes, le confeccionaron un títere con su imagen y hasta Cinesoft (Empresa de Informática y Medios Audiovisuales) del Ministerio de Educación creó el video “Súper Durán. Quédate en casa”, donde el Dr. Durán sustituye a Súper Mario.

La repentista Tomasita Quiala le dedicó la décima Hombre de amor y de ciencia, que a continuación reproduzco:

Francisco Durán García, / hombre de amor y de ciencia, / eres toda una eminencia / en la epidemiología. / Te esperamos cada día / con el informe en la mano, / y cuando cada cubano / se hace fiel televidente / y ve tu cara, te siente / como un familiar cercano. / Yo que sin mirar te veo / porque sin vista he nacido, / siento a través del oído / cuánto en tu palabra creo. / A las 11 un aleteo / de esperanza adorna el pan / y el pueblo de tu caimán / espera la conferencia / de prensa con la presencia / de su Francisco Durán. / Te duelen los fallecidos / y te emocionan las altas, / los sobrantes y las faltas / suelen cambiar los latidos. / Somos archiconocidos / por las misiones cumplidas, / y en las noches aguerridas / aplaudimos sin complejos / por los que arriesgan lejos / y los que aquí salvan vidas. / Guarda este regalo mío, / de esta guajirita humilde, / que en el nombre no usa tilde / por no robársela al río. / Cuando advierto que sin frío / tiemblan mis pies y mis manos, / te cuento entre mis hermanos. / Me aferro a cada noticia / y confío en la pericia / de los médicos cubanos.

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