Gustavo RobreñoMi Columna en POR ESTO!
Nos aproximamos al segundo año de la llegada de la Administración Trump al gobierno imperialista de Estados Unidos y, según los observadores y analistas de la política estadounidense de las más diversas tendencias, pocas veces se ha percibido a la conducción del país imperial envuelta en tantos y tan graves conflictos de intereses de todo tipo, causantes de las más abruptas, imprevisibles e inconsistentes decisiones en cuanto a nombramientos y cesantías que acompañan esta angustiosa forma de gobernar a un país que puede poner en peligro en cada minuto no solo a su propia paz sino a la seguridad del mundo entero.
Tal es el panorama nada halagüeño para la humanidad que se presenta en los albores de 2019. Muchos le habían advertido -teniendo en cuenta diferentes razones y síntomas- desde la campaña electoral de Estados Unidos; hoy es una cruda realidad que el mundo está enfrentando, mientras buena parte, al margen de sus propias ideas políticas, trata de reencauzarlo hacia un camino donde primen como mínimo la cordura, la racionalidad y el equilibrio.
Los más recientes acontecimientos tenidos lugar en el seno del gobierno estadounidense y la forma en que ellos se han producido, permiten arribar a la peligrosa conclusión de que un notable grado de confusión y caos, de los cuales ya había claros síntomas, va apoderándose de la Casa Blanca.
Todo indica que a partir de esta nueva etapa prevalecerán solo los intereses que puedan conducir a favorecer la reelección de Donald Trump en 2020 y todo será puesto en función de alcanzar ese objetivo, tanto en lo interno como externo.
Tendrá, por tanto, un impacto decisivo a partir de es5tos momentos la intención de voto que exprese el llamado “núcleo duro” del electorado pro Trump, conocida mediante las constantes y clásicas encuestas que van haciéndose progresivamente durante la campaña y sirven de base para la plataforma electoral que, en este caso, es también la plataforma de gobierno.
El actual presidente ha reiterado en múltiples ocasiones que para él no hay nada más importante que “cumplir sus promesas electorales”, o sea, coincidir en los hechos con las aspiraciones por las cuales esos electores le dieron su voto, por encima de cualquier otra consideración.
Resulta obvio que ahí pudiera estar una de las causas de las sucesivas debacles de la Casa Blanca, donde al cabo de dos años sus principales figuras políticas, administrativas y militares han sido barridas sucesivamente unas tras otras por diferentes motivos, que nunca han sido dados a conocer completamente.
Como telón de fondo de tales enredos que persiguen a la actual Casa Blanca desde hace dos años y ejercen sin duda influencia, pueden añadirse otros no despreciables como la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la llamada “interferencia rusa”, la pérdida estrepitosa de la mayoría en la Cámara de Representantes, las imprecisas consecuencias de la llamada “guerra comercial” con China y los procesos judiciales condenatorios contra los dos ex abogados del presidente, Paul Monafort y Michael Cohen.
Se trata de un fuerte oleaje contra el Ejecutivo en un plazo relativamente breve, dos años, que está siendo respondido en medio de la confusión y el caos.