Internacional

Hay poco que celebrar

Pedro Díaz Arcia

Es inevitable en fechas decembrinas el ajuste con los tiempos, cuando se ha dedicado más de dos cuartos de la vida a cumplir con un ideario de conciencia. La revisión nos trae de vuelta a una indeseable realidad. Aunque los villancicos e intercambios de congratulaciones inundan las redes sociales, millones de seres no tendrán en las efemérides un plato de comida en su mesa, y muy poco que agradecer. Mientras otros dependerán de una solidaridad que muchas veces no llega. La desigualdad social es brutal de uno a otro confín de la Tierra. Hay poco que celebrar.

La situación es contrastante con los multimillonarios y crecientes presupuestos destinados a gastos militares; y a las ambiciones de un dominio tutelar, difícil por la competencia, “sobre sus iguales”.

¿Qué esperar para 2019, en términos generales? ¿Es posible que disminuyan los riesgos que hoy nos rodean? ¿Habrá capacidad para tranquilizar las aguas, en un mundo revuelto como un río luego de un aluvión? Las tendencias no apuntan en esa dirección.

Los grandes trazos que se aprecian en el mapa internacional auguran la ausencia, a corto plazo, de una voluntad política que favorezca el diálogo y la solución negociada de los conflictos que hoy desangran a numerosos países; no obstante, los aparentes gestos encaminados a “enfriar conflictos” o dejarlos a merced de otros. Por eso, no hay que rezar a los pies de falsos profetas.

Lo cierto es que aquellos que están llamados a influir en un clima de entendimiento entre las naciones, con independencia de sus sistemas políticos, tratan por todos los medios de empoderar su bandera mediante el uso o amenaza de la fuerza; cuando ni la ONU ha podido, con sus históricas limitaciones, enderezar los entuertos mundiales.

En el complejo contexto, hay “estadistas” que ponen toda la masa en uno de los dos platillos de la llamada balanza clásica. Pero, ¿qué equilibrio se logrará si solo va a una escudilla?

La búsqueda de un equilibrio geopolítico estratégico global se nos presenta como la Quimera, algo que simboliza la aspiración a sueños e ilusiones a veces inalcanzables; pero en realidad se trata de un monstruo mitológico con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón: sin que sepamos dónde está la testa y dónde el cabo.

Es que para alcanzar esa equidad en la que aún la humanidad tendría poco que ganar, se necesita de un plan, algo que contradice la improvisación y la naturaleza impredecible de un gobernante que no conoce que la recta -ante los imperativos geográficos- no es la vía más corta para unir dos puntos distantes. También es así en la vida, la política, y en la arena internacional. Es que ¿No deja asesorarse? ¿Entra en “arrebato” cuando se le contradice?

Sería útil que la ayudantía de esos mandatarios, si le es posible, le recomendara “ler”. Recientemente, se informaron los resultados de una investigación desarrollada por científicos japoneses y que concluyó que las amebas, primitivos organismos unicelulares, resolvieran un problema básico de optimización combinatoria.

Colocadas ante la necesidad de llegar a segmentos de comida, hallaron el camino más corto entre varios puntos evitando pasar más de una vez por uno de ellos y regresando al de partida para encontrar el “equilibrio estable”.

¿Es mucho exigir a connotadas figuras políticas que dediquen sus principales esfuerzos a solucionar problemas fundamentales para el bienestar de sus pueblos, que es el de la Patria? Sí, es mucho para quienes utilizan el poder no como ara, sino como pedestal.