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Francia irredenta

Alfredo García

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La civilizada y culta Francia, no olvida su radical origen revolucionario. El pasado sábado una ola de violencia y saqueos sin precedentes provocado por los “chalecos amarillos”, exigiendo no aumentar el precio de la gasolina programada a partir del 1 de enero y recuperar el poder adquisitivo perdido en zonas periféricas de París, sacudió la capital francesa con 249 incendios entre ellos 117 autos y 6 edificios. El simbólico Arco del Triunfo donde se encuentra la tumba del soldado desconocido y la llama perpetúa, fue vandalizado con pintadas de consignas reivindicativas.

De regreso de la cumbre del G20 de Argentina, el presidente, Emmanuel Macron, se dirigió al Arco del Triunfo y calles adyacentes para comprobar los daños, en medio de una opinión pública según las encuestas, respalda abrumadoramente la protesta. Seguidamente, Macron convocó un gabinete de crisis con el primer ministro, Edouard Philippe, y los ministros de Interior, Christophe Castaner, y Medio Ambiente, François de Rugy, para examinar una posible declaración de Estado de Urgencia, ley represiva que data de 1955, con que el gobierno galo frenó las protestas callejeras de solidaridad con la guerra de independencia de Argelia, que provocó numerosos muertos y heridos. De inmediato, esa opción fue descartada.

Paralizado por el inusitado nivel de violencia y sin tomar decisión alguna, Macron instruyó a Edouard Philippe, dialogar con representantes de todos los partidos con representación parlamentaria, incluyendo un delegado de los “chalecos amarillos”, que hasta el momento no se han identificado con una organización central.

¿Quiénes son los “chalecos amarillos”? Este inesperado y masivo movimiento de protesta callejera no tiene hasta el momento, organización, dirección o voceros oficiales.

En pueblos y ciudades, los manifestantes se organizan a través de las redes sociales. Están integrados por grupos de clase media y jubilados de provincias, muchos con sus familias, con consignas pacíficas y conservadoras, contingentes de jóvenes de la periferia de París y otras ciudades con proclamas muy fuertes contra Macron, donde se destacan violentos manifestantes de extrema izquierda y derecha, encapuchados con máscaras antigás que confrontan a las autoridades.

Trascendió que los partidos socialistas y ultraderechistas, tratan de sacar ventajas del caos social con posiciones “comprensivas” sobre la “cólera” popular. La izquierda aspira al nacimiento de algo parecido a Podemos de España. La ultraderecha busca transformar el movimiento en una organización similar a la Liga del Norte italiano. Los sindicatos obreros se encuentran divididos ante las protestas. Según las encuestas, entre el 70 y 80% de la ciudadanía, manifiesta comprensión, apoyo, y simpatía, hacia el movimiento de los “chalecos amarillos”.

Ayer el primer ministro francés, Edouard Philippe, inició reuniones con representantes de los partidos políticos para buscar una salida al estallido social. En la ronda de conversaciones participaron Anne Hidalgo, alcaldesa socialista de París; la ultraderechista, Marine Le Pen, líder de la Agrupación Nacional (RN); Oliver Faure, primer secretario del Partido Socialista; Laurent Wauquiez, presidente del conservador Partido Los Republicanos, y Laurent Wauquiez y Stanislas Guerini, delegado general de La República en Marcha (LREM), partido del presidente Macron.

Durante la sesión de ayer no asistió, Jean-Luc Mèlenchon, líder de la organización de extrema izquierda, La Francia Insumisa. Tanto Le Pen como Mélenchon, han exigido la disolución de la Asamblea Nacional, para la convocatoria de elecciones legislativas. Mientras tanto, las protestas callejeras han continuado en la Francia irredenta.

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