Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba.- A escasas dos semanas de cumplir su medio milenio de existencia, la capital de Cuba termina de acicalarse con galas que, sobre todo, tratan de devolverla a la apariencia original luego de que el 16 de noviembre de 1519, la ciudad, asentada cuatro años antes en la desembocadura del río Mayabeque, hacia el Sur, encontrara sitio definitivo de existencia junto a la bahía que primero fue Carenas, en el Norte: a orillas del mar y donde funcionaría el imprescindible puerto.
A esta hora del inevitable recuerdo y una restauración que poco a poco rescata a la urbe, pocos habaneros reparamos, sin embargo, en el aura azul que la protege, y la cual explica el porqué ese color ha sido símbolo trascendente para ella y se ha lucido, por ejemplo, en los trajes de los equipos de béisbol favoritos de La Habana, que en los inicios de ese deporte en Cuba fue el Almendares, y ahora es Industriales.
El asunto, apenas abordado en los debates públicos, ha sido puesto sobre el tapete por el profesor e investigador Rolando Rensoli Medina en su libro “La Habana, Ciudad Azul. Metrópolis cubana”, que volvió a ver la luz este año, enriquecido, en su tercera edición, y al cual es preciso suscribirse sobre otros criterios, que adjudican la preferencia de la ciudad por el azul, a distintas causas.
Según Rensoli Medina, “la identificación de la capital cubana con la tonalidad azul no es un aporte de la contemporaneidad sino de la tradición”, y tiene su primera referencia en la Virgen de Nuestra Señora de Regla, a cuya advocación le fue entregado el puerto de La Habana, sus aguas y toda la actividad portuaria el 26 de diciembre de 1714, proclamándosele patrona de la bahía, la dársena y sus pueblos costeros, y cediéndole a esos espacios el color azul que la representa.
La Patrona
Icono indiscutible del pueblito ultramarino que lleva su nombre, erigido del otro lado de la bahía, la Virgen de Regla, denominada Yemayá en el panteón yoruba, es considerada también por muchos investigadores como patrona de La Habana, por su reconocida regencia sobre la bahía.
De tez negra, vestida de azul y con un bebé blanco en los brazos, se afirma que la Virgen de Regla cubana llegó desde España, y lo sorprendente es que lo hiciera ya con ese color de piel, que según los historiadores se debe a San Agustín el Africano, Obispo de Hipona, quien había nacido en el siglo V en el continente negro y, ya en España, dijo haber tenido una revelación.
Según su sueño, fue un ángel quien le instruyó para tallar una Virgen con el color negro, de acuerdo con la tez de los africanos.
Por eso San Agustín escogió la madera de cedro para dar vida a la Virgen de Regla, cuyo primer milagro habría sido la propia salvación del icono por el padre Cipriano, quien logró que una fuerte tormenta no arrasara con ella cuando el meteoro pasó por el Estrecho de Gibraltar.
Fue Cripriano también quien la llevó a Cádiz, en Andalucía, y de cuyo puerto zarparon las primeras naves hacia el entonces llamado Nuevo Mundo, razón por la cual se la consideró desde ya en España, Patrona de los marinos.
Muchos años después, para 1696, se estima que fue traída a la isla por Don Pedro de Aranda, quien donó a un santuario erigido en el pueblito que hoy lleva su nombre, la escultura de la Virgen traída a Cuba desde la península ibérica.
Se afirma que hasta entonces, en la ermita habanera donde se le adoraba, la Virgen estaba representada sólo en un cuadro al óleo. Siempre, ataviada con su capa añil de adornos dorados sobre el vestido blanco, y la cara enmarcada en el rostrillo.
Desde que la deidad fue colocada de pie en el altar, creció entre los feligreses la devoción por ella. Tanto, que fue necesario construir en la iglesia un segundo altar luego de que, en diciembre de 1708, la santa fue juramentada como Patrona de la Bahía, y el Regidor Decano de ese cabildo para tales fechas, depositó a sus pies la llave que simboliza a la ciudad, denominada entonces San Cristóbal de La Habana.
Yemayá
Como el resto de los principales santos reconocidos en la religión católica, la Virgen de Regla tiene su representación en el panteón yoruba, donde se le conoce como Yemayá y se le atribuyen las mismas dotes relacionadas con su poder sobre las aguas del mar, y la protección a los marinos y los viajeros.
Ya sea en su versión católica o en la de la santería, la Virgen de Regla o Yemayá son homenajeadas cada 7 de septiembre por cientos de personas que atraviesan la bahía para rendirle culto en el santuario del pueblito homónimo, a diez minutos en lancha desde la avenida del puerto, donde está el embarcadero, en el Malecón.
La mayoría de las personas procuran ir ataviadas con prendas de color azul, y últimamente se encomiendan a ella y le piden favores no sólo si son nacidos bajo su signo, si se “hicieron santo” y fueron declarados hijos de ella, o si son oriundos del pueblito de Regla: también la homenajean quienes aguardan o desean un viaje.
Tan legendario como la iglesia —sencilla, amplia y aireada al mejor estilo de las ermitas construidas en la época de la colonia— es el poblado, dotado de una idiosincrasia propia, y entre cuyas costumbres más acendradas está la procesión que recorre sus calles cada año, el día de la santa.
Otras razones
Pero hay otros motivos a los que muchos adjudican la preferencia habanera por el azul. Por ejemplo, su presencia en el escudo de armas de la ciudad, donde ese color aparece como fondo. O el hecho de que la metrópoli esté enmarcada en las aguas azules de la bahía, junto a la cual fue plantado su primer símbolo: la llamada columna de Cajigal, junto a la cual se celebró también el primer cabildo.
Tantos hechos históricos, rodeados de leyenda, afloran estos días, cuando los nacidos en la principal ciudad cubana y los tantos acogidos por ella, repiten la frase convertida en criollo saludo recurrente, a sus 500 años: “Por La Habana: lo más grande”.