Síguenos

Internacional

Quién resarcirá los daños de la farsa

Por Manuel E. Yepe

Hace más de dos años escribí que “Una nueva maniobra de los sectores terroristas en la política exterior estadounidense contra Cuba ha sido expuesta y pudiera haber sido neutralizada con la publicación por la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP) de un despacho fechada el 15 de septiembre de 2017 acerca de los daños ocasionados por el huracán Irma y los efectos de la penetración del mar en el edificio que alberga a la Embajada de Estados Unidos en La Habana que éste causó”.

Así encabecé en septiembre de 2017 mi denuncia de la sucia manipulación que se iniciaba contra Cuba y que apenas ahora es que acaba de ser desarticulada. Me refiero a los supuestos ataques sónicos que Cuba estaría realizando como parte de su resistencia a las agresiones de Estados Unidos contra su independencia.

La propia AP informó dos días más tarde que un funcionario del Subcomité Nacional de Seguridad (NSSC, por sus siglas en inglés), que pidió no ser identificado, había confiado a sus corresponsales que la NSSC preparaba una demanda contra la American Technology Corporation (ATC), fabricante de los equipos LRAD-RX que utiliza la NSSC para comunicarse con sus agentes en Cuba, como causante del fenómeno.

Aunque la ATC es una firma estadounidense por su registro comercial, se trata de una entidad creada por las fuerzas de seguridad del Estado de Israel y, según se ha publicado, los LRAD- RX son un arma que emite un sonido que deja sordo temporalmente al adversario.

La demanda de la ATC se fundamentaría principalmente en la afectación auditiva que dichos equipos habrían causado a un grupo de operarios, funcionarios y familiares de éstos. Según argumenta la NSSC, los equipos en cuestión habían sido adquiridos hace menos de un año y los funcionarios de la ATC que entrenaron a quienes se encargarían de utilizar estos equipos en ningún momento dijeron que éstos podían causar problemas auditivos.

Fuentes anónimas dijeron a la AP que la pérdida auditiva de los diplomáticos pudo estar relacionada con dispositivos de sonido que emiten ondas inaudibles capaces de causar sordera. Según la fuente, la demanda incluiría una compensación económica por los daños ocasionados a los que operaron los equipos y los familiares de éstos que han sido afectados, así como por los perjuicios operativos sufridos por la NSSC al no poder operar los mismos de acuerdo a garantías ofrecidas por el fabricante.

Tan pronto la NSSC conoció de los problemas auditivos ocasionados a los operadores, ordenó descontinuar la utilización del LRAD-RX pero esto implicó un cambio inmediato en los medios de comunicación con sus agentes, lo cual requirió afrontar gastos mayores no previstos en su presupuesto que también reclamarían.

La maniobra de elementos terroristas insertados en la política extranjera de Washington se hizo evidente al conocerse que, en mayo siguiente, el Departamento de Estado decretó la expulsión de dos diplomáticos cubanos como respuesta a “ciertos incidentes” ocurridos en la embajada estadounidense en La Habana en 2016.

Al ser preguntada sobre tan “extraña” situación, la portavoz del Departamento de Estado Heather Nauert explicó que, aunque los “incidentes” se reportaron en 2016, la expulsión tuvo lugar en fecha posterior porque tomó tiempo investigar lo ocurrido dado que se requirieron “exámenes médicos” a los diplomáticos.

Aunque no especificó el significado del término “incidentes”, ni dio detalles sobre cuántos diplomáticos fueron afectados ni si los síntomas que experimentaron eran temporales o permanentes, indicó que éstos causaron una variedad de síntomas físicos al personal diplomático estadounidense y que “algunos miembros de nuestro personal tuvieron que dejar Cuba por razones de salud y, como resultado de esa situación, invitamos a dos diplomáticos cubanos a abandonar Estados Unidos y ya lo han hecho”, anunció la funcionaria del Departamento de Estado.

Un funcionario del gobierno estadounidense citado por la oficialista CNN declaró que los hechos apuntan a que no se trató de un caso de espionaje sino de “un ataque” y reiteró que había un tercer país habitualmente involucrado en las situaciones “causantes de polémica entre Estados Unidos y Cuba”, en probable alusión a Rusia.

La investigación acerca de los aspectos tecnológicos del problema se complicó por la penetración del mar en la Embajada estadounidense en La Habana, ya que una parte del equipamiento quedó bajo las aguas del mar y aunque se había planificado el viaje a Cuba de un número de técnicos y especialistas para verificar las condiciones de los equipos, ahora se consideraba que este aspecto de la pesquisa carece ya de sentido. Se limitó el acceso de público y personal a la Embajada con vistas a desmontar los equipos para que éstos pudieran ser enviados a Estados Unidos para ser revisados, hasta donde fuera posible, por sus fabricantes.

(http://manuelyepe.wordpress.com)

(*) Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO! como fuente

Siguiente noticia

Bolivia en disputa