Internacional

El loco no es tan loco

Pedro Díaz Arcia

El desplazamiento de tropas estadounidenses de modo repentino y sin previo aviso, que sigue la nueva estrategia del Pentágono conocida como “Empleo Dinámico de las Fuerzas”, típico de prácticas utilizadas contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría, vuelve por sus fueros. No nos debe sorprender.

El presidente estadounidense, Donald Trump, durante un discurso en diciembre de 2017 sentó públicamente la política militar que seguiría bajo su mandato y que llamó “realismo de principios”, cuando al sentenciar a Rusia y China como los principales enemigos del país, afirmó que “La debilidad es el camino más seguro al conflicto y el poder sin igual es el medio más seguro de defensa”.

Es posible que algún descerebrado de los que le aconsejan, tal vez John Bolton, le habló de los principios del libro El arte de la guerra escrito por un general chino hace unos cuatro siglos antes del nacimiento de Jesús. Sea así, o no, se trata de una afirmación inequívoca por parte del presidente de que la Guerra Fría marcaría un curso acelerado en su agenda.

Al dar cuenta de esos despliegues sorpresivos, John Gronski, comandante general adjunto de la Guardia Nacional del Ejército de Estados Unidos en Europa, dijo que estas acciones serán regularizadas para que los movimientos inesperados de sus tropas mantengan a los adversarios desequilibrados, lo que “es bueno para la seguridad nacional” del país, agregó.

A mediados de marzo, Mijaíl Popov, subsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia, hizo hincapié en los riesgos de estos desplazamientos transoceánicos para fortalecer a la OTAN. Pero como dice el refrán: dónde las dan, las toman.

Lo cierto es que las alianzas que surgieron finalizada la Segunda Guerra Mundial y que llevaron a confrontaciones entre Occidente, encabezado por Estados Unidos, y el bloque liderado por la Unión Soviética; simbolizados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), creada en 1949 de un lado, y el Pacto de Varsovia, fundado en 1955 del otro, pautaron el sistema de las relaciones internacionales a lo largo de casi cincuenta años.

Y aunque hubo serias colisiones militares –como la Guerra de Corea, que aún trae su cola– y gravísimos peligros para la seguridad mundial –como la Crisis de los Misiles en octubre de 1962–; sin embargo, los combates se libraron básicamente en el terreno político, económico y en el recurrente uso de los medios masivos de comunicación, en una u otra dirección.

En 1989, un grupo de oficiales estadounidenses, dentro de la doctrina militar del país, elaboró las bases para lo que se conocería como guerra de cuarta generación, es decir asimétrica, sucia, de baja intensidad o con otras denominaciones; mediante el uso de tácticas no convencionales, desde el recurso a las guerrillas hasta los avances cibernéticos, sabotajes, desinformación, actos de calle, la penetración de organizaciones civiles o religiosas, con el fin de crear situaciones de caos en países considerados enemigos porque no comulgan con su sistema político.

Washington rechaza la existencia de un mundo multipolar; pero a pesar de las amenazas arribó a Venezuela ayuda civil y militar de Rusia y suministros humanitarios de China. Cualquier otra ayuda debe contar con la autorización del Gobierno de Nicolás Maduro.

Es que la hegemonía está fuera del contexto histórico actual… y el “loco no es tan loco”. ¿No está de plácemes con Corea del Norte?