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Internacional

Washington busca un nuevo tipo de guerra

“Por primera vez en décadas es posible imaginar a Estados Unidos combatiendo -y quizás perdiendo- una guerra de gran escala contra una gran potencia. Acostumbrados durante generaciones a la superioridad militar de su país y su capacidad para ganar grandes guerras contra países de pequeña economía, la idea de un conflicto armado contra grandes potencias puede parecerles sumamente improbable. La idea de que EEUU –que tiene las fuerzas armadas más caras del mundo por un amplio margen– podría perder una guerra parecería absurda. Sin embargo, la posibilidad de tal guerra y de la derrota de Estados Unidos es ya algo real y creciente”.

Así comienza un enjundioso artículo publicado el 12 de junio por Chris Dougherty, especialista principal del Programa de Defensa del Center for a New American Security.

Dado que las últimas operaciones de combate convencionales de las fuerzas armadas de EEUU resultaron en victorias masivas y desequilibradas contra el Irak de Saddam Hussein en 1991 y 2003, muchos estadounidenses podrían preguntarse cómo puede suceder algo así. Pero el caso es que lo que se plantea es que la forma de guerra estadounidense -el marco mental implícito y explícito para la estrategia y las operaciones militares de EEUU- que coincidieron después de la Guerra del Golfo, ya no es válido.

China y Rusia han pasado casi dos décadas estudiando la actual forma de guerra estadounidense. Mientras el Departamento de Defensa (DoD) ha dado por sentada su superioridad militar y se ha concentrado en derrotar a adversarios no estatales, China y Rusia han estado ideando estrategias y desarrollando conceptos y armamentos para derrotar a EEUU en una guerra, si es necesaria.

Han compensado su relativa debilidad frente a EEUU utilizando el tiempo y la geografía a su favor y centrando sus esfuerzos en el desarrollo de armas y conceptos que les propicien formas de atacar los nodos vulnerables en las operaciones militares de EEUU.

El objetivo es aprovechar que EEUU tratará de evitar enfrentar la Fuerza Conjunta de China y Rusia, estrategia que antes parecía inverosímil o lejana en el tiempo pero que ya está empezando a materializar y dar sus frutos. Prueba de ello es que los cambios en el equilibrio militar en regiones clave están conduciendo a que los aliados y socios de EEUU reconsideren las garantías de seguridad que les ofrece Occidente.

El declive de la ventaja militar estadounidense en regiones clave y la plausibilidad creciente de las teorías chinas y rusas de victoria estimularon la reconsideración de la Estrategia de Defensa Nacional

(NDS) teniendo en cuenta que, en ausencia de un esfuerzo para reformar la estrategia militar de Estados Unidos, el pensamiento operativo y el consiguiente diseño de la fuerza, el DoD y la Fuerza Conjunta tendrían cada vez más dificultades para asegurar equilibrios favorables de poder en regiones clave como Asia Oriental y Europa; para contrarrestar la coerción china y rusa previa a un posible conflicto abierto; para disuadir ataques chinos y rusos a los aliados y socios clave; y, en caso de que fracasara la disuasión, derrotar la agresión china y rusa. Dicho de manera más simple, la NDS y los esfuerzos como la Tercera Estrategia de Compensación que la precedió son señales de advertencia para el DoD, la Fuerza Conjunta, el Congreso y el pueblo estadounidense de que existen fallas fundamentales en la actual forma de guerra estadounidense.

Las consecuencias potenciales de estos defectos son profundas. La posibilidad de una derrota militar estadounidense, o incluso la percepción de que la derrota es posible, podría empezar a desbaratar la constelación de alianzas y asociaciones de Estados Unidos a medida que los aliados y socios empiecen a cubrir sus perspectivas sobre las garantías de seguridad de Estados Unidos. Estas relaciones han ayudado a Estados Unidos a mantener un orden mundial que durante décadas les ha hecho sentirse seguros, prósperos y libres.

A pesar de las señales de alerta y las terribles consecuencias, los cambios en la estrategia militar y el pensamiento operativo de EEUU han sido demasiado centrados en la búsqueda de soluciones tecnológicas “milagrosas”. La mayoría de los esfuerzos para impulsar el cambio lo han hecho con el objetivo de encontrar una manera de hacer que la actual forma de guerra estadounidense funcione de nuevo como lo hizo en Irak en 1991 y 2003.

No hay vuelta atrás a la era de la dominación militar de EEUU después de la Guerra Fría. El sistema de defensa debe enfrentar la naturaleza sistémica de los desafíos planteados por China y Rusia, una forma de guerra que no se base en desequilibrios históricos anómalos en el poder nacional, y que se adapte a la competencia a largo plazo con grandes potencias con ejércitos capaces y un poder sustancial no militar.

El problema estratégico militar central que enfrenta esta generación de profesionales militares y políticos estadounidenses reside en el objetivo de desarrollar una nueva forma de guerra.

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