Pedro Díaz Arcia
Dicen que la mentira tiene patas cortas, pero que corre con rapidez. Ayer el Gobierno de Teherán negó la información difundida por Reino Unido de que sus fuerzas intentaron detener un buque británico en el estrecho de Ormuz.
Según la trama tres barcos iraníes trataron de impedir que el barco comercial British Heritage entrara en aguas del estrecho de Ormuz; a continuación un navío militar de la Gran Bretaña, el HMS Montrose, se habría interpuesto entre el petrolero y las fuerzas marítimas iraníes para obligarlas a retroceder.
Todo un montaje apoyado por el Departamento de Defensa estadounidense al declarar que “botes armados”, presuntamente pertenecientes a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Teherán, se habrían acercado a la nave inglesa.
Este hecho, junto a la captura y retención por la Marina británica del superpetrolero iraní Grace 1 en Gibraltar, el pasado 4 de julio, por supuesto traslado de crudo a Siria, puede indicar un cambio en la política de Londres respecto a la nación persa.
Si bien la Unión Europea prohibió el suministro de petróleo a Siria, hace muchos años que no capturaba un barco iraní. Además, hasta ahora, a diferencia de Washington, no ha impuesto sanciones contra Irán. Pero la deuda, de todo tipo, obliga.
El nuevo incidente en aguas cercanas al canal de Ormuz puede tener su antecedente en la advertencia del General de División de la Guardia Revolucionaria Mohsen Rezai, de que si “El Reino Unido no libera el petrolero iraní, es deber de las autoridades embargar un petrolero británico”.
Creo que vibra un nuevo esfuerzo de Occidente para avivar las tensiones en la región y justificar las crecientes remesas de armas a países aliados en el Golfo Pérsico.
Es obligado reiterar la metodología del engaño de quienes poseen el monopolio de las transnacionales de la comunicación: lanzar una estafa mediática y dejarla rodar; si es así, o no, la duda, esa gran especuladora, dejará su marca en gran parte del público.
Pero no nos perdamos en si son galgos o podencos, porque en el entretiempo se pierden las liebres. Los iraníes podrán cumplir lo adelantado, o no caer en una provocación más; aunque el peligro radica en que se calientan las aguas en el Golfo Pérsico cuando se alerta sobre una nueva recesión que se asegura está a las puertas y que podría desatar un conflicto global.
Expertos plantean que si la crisis financiera mundial (2008-2009) causó un colapso sistémico; sin embargo, las medidas tomadas fueron paliativas (estímulos monetarios y tasas de interés de casi cero, entre otras) pero que no tuvieron un carácter curativo.
La solución estaría, dicen, en reformas estructurales que abarquen desde los mercados crediticios y laborales, hasta los sistemas tributarios y políticas educativas que no se han aplicado; lo que opino dañaría el formato económico imperante.
La nueva recesión se combinará con una enorme desigualdad económica, que puede escalar hasta un gran conflicto militar mundial, cuyas consecuencias catastróficas serán infinitamente superiores a las que esperan temerosos los habitantes de grandes ciudades de California, en la ruta de la falla de San Andrés.
¿Estaremos en el umbral del verdadero “Big One”? ¡Ojalá que no!