Pedro Díaz Arcia
Ante la mirada impotente del mundo arde lastimero el pulmón del planeta; mientras se deshacen los glaciares, la sociedad se hunde en una desigualdad sin paralelo y las grandes potencias, reunidas en la cumbre del G-7 en Francia, están enfrascadas en billonarios gastos militares en lugar de invertir en el aire que respiramos. El incendio, que puede verse desde el espacio sideral, debe provocar una reacción, aunque ya tarde, a un tema de elemental prioridad.
El gobierno estadounidense, sede de la primera economía mundial, no reconoce el cambio climático; en tanto otros, se hacen los sordos. ¿Qué le van a exigir a los países pobres en materia de protección de los ecosistemas? Aunque muchos podrían darles una lección de respeto a la Naturaleza.
En medio de tantas calamidades, el mandatario estadounidense planea eliminar la “ciudadanía por nacimiento”, consagrada en la enmienda 14 de la Constitución hace 150 años, mediante una orden ejecutiva. La incorporación de la enmienda fue aprobada en julio de 1868. En sus primeras líneas, instituye que quien nazca en suelo estadounidense es ciudadano de ese país.
Existen pocos antecedentes de carácter contencioso respecto a la ciudadanía de nacidos en Estados Unidos. En 1857, el Tribunal Supremo determinó que los afroamericanos no serían ciudadanos. La enmienda 13 había abolido la esclavitud en 1865, pero sin definir el estatus de los antiguos esclavos. La enmienda 14 reconoció el derecho a la ciudadanía a aquellos que habían nacido en el país.
La polémica más “reciente” sobre un conflicto de este tipo data de 1898, cuando el Tribunal Supremo de Justicia favoreció a un demandante, hijo de extranjeros, nacido en Estados Unidos.
Ahora, luego de más de un siglo, el presidente Trump quiere abrir un debate que podría conducir a innumerables procesos judiciales. Incluso, para modificar una enmienda constitucional se requiere, según lo establecido, los votos de dos tercios de la Cámara de Representantes y del Senado. El mandatario lo sabe, pero quiere el espectáculo por motivos electorales.
¿Por qué no se lanza contra la Segunda Enmienda, que protege el derecho a poseer y portar armas? La misma forma parte de la llamada Bill of Rights o Carta de Derechos estadounidenses, como se identifican las primeras diez enmiendas aprobadas en diciembre de 1791, sólo 15 años después de la independencia.
¿Por qué al menos no propone estrictas normas para regular la adquisición y el control de armas que tienen a la población en un estado de inestabilidad e inseguridad? Básicamente, porque no quiere enfrentar a uno de sus principales donantes de campaña: la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).
Su retórica va dirigida a sus bases recalcitrantes que califican como “turismo de nacimiento” a las mujeres indocumentadas que entran embarazadas al territorio. He leído en las redes frases irrepetibles de engendros neonazis que incendian el debate con su ira xenófoba e inhumana. Una encuesta hace pocos años mostró un mayoritario rechazo ciudadano a irrespetar ese derecho.
Entre numerosos países que reconocen el llamado “Derecho de Suelo” (lus Soli, en latín) se encuentra Cuba. La nueva y quinta Constitución, aprobada en referéndum el 24 de febrero de 2019 por más del 86% de los votantes, y que entró en vigor el 10 de abril, considera ciudadanos a los nacidos en el territorio nacional, siempre que no sean hijos de extranjeros al servicio de su gobierno o de organismos internacionales.
A propósito, ¿cómo ingresaron a Estados Unidos Melania y los suegros de Trump? Es que son arios. Puros arios.