Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga e Internet(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba.- Finalmente, la percepción de riesgo por parte de la población empieza a ser más visible en la capital cubana.
Muchas calles están casi desiertas y, ante los mercados donde todavía se ofrecen productos muy demandados como el pollo -del cual se venderá a los núcleos familiares una cuota adicional de una libra por persona, con la garantía que ofrece la libreta o cartilla-, las personas empiezan a guardar la distancia sugerida de, al menos, metro y medio entre unos y otros. En los sitios donde ello no se respeta, la Policía Nacional Revolucionaria ayuda a controlar la disciplina.
La Televisión Cubana hace su esfuerzo procurando una programación más amena y mejor surtida que mantenga a chicos y grandes frente al televisor, y no pocos artistas, como han hecho otros desde diversos lugares del orbe, ofrecen conciertos online. En las redes sociales abundan los performance cubanos con mensajes que invitan a no salir.
La percepción acerca del peligro crece y puede llegar desde los sitios más insospechados. Esta mañana, el administrador del expendio donde habitualmente compro viandas, frutas y hortalizas, me sorprendió con un cubreboca luego de observar que siempre me protejo con pañuelos atados en la nuca.
“Es para Ud. Los hace una vecina y no cobra nada”.
Junto al afán por comprar y guardar, prevalecen esas actitudes solidarias, y vacíos que se agradecen: por primera vez, quizá en décadas, resulta grato montar en camión, al menos en fin de semana, aunque sea obligatorio hacerlo con la nariz y la boca tapadas.
Pocos salen, y quienes lo hacen por imperiosa necesidad, viajan sentados sin el tumulto molesto de los tiempos de normalidad.
Pero la conciencia de que es necesario protegerse y no llevar contagios a la familia, no solo crece gracias a la divulgación de los medios, que ofrecen en vivo la conferencia de prensa diaria donde el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) actualiza en torno al comportamiento del COVID-19 en el país, y exhorta a mantener las medidas sanitarias recomendadas.
El sentido de riesgo también se incrementa junto a los nuevos contagios constatados, mayoritariamente, entre quienes llegaron del extranjero, o aquellas personas que ya habían sido identificadas y controlados como “contactos” de personas positivas al coronavirus.
Según informó este sábado el director de Epidemiología del MINSAP, en las 24 horas anteriores se identificaron como positivos 39 nuevos casos, lo que elevó la cifra de contagiados a 119 en todo el país. Los fallecidos aumentaron a tres.
Las pruebas recientes también permitieron constatar el primer evento de transmisión local, registrado en la provincia de Matanzas, donde un joven contagiado por turistas italianos fue la fuente de transmisión de la enfermedad a tres familiares y un amigo, identificados en días anteriores como positivos.
Cubreboca, también
en la economía
Pero la necesidad de resguardarse ante la pandemia, como en todas partes, no solo ha afectado la vida social sino la económica.
Ese impacto, que de momento no siempre es visible, en un país como Cuba resulta ostensible, sobre todo, en el turismo.
Hoy no se ve un solo turista por el Malecón; tienen el candado echado los hoteles capitalinos más emblemáticos, y en un polo vacacionista de tanto movimiento como Varadero, la duna está lisa y las olas entran y salen a su antojo.
Apenas había 896 huéspedes extranjeros en esa localidad matancera el viernes, una cifra irrisoria frente a los más de 42 mil que la playa más hermosa de Cuba recibe en temporada alta. Eso supone vacío casi total, porque el más apetecido balneario cubano tiene más de 22 mil habitaciones, repartidas en 52 instalaciones hoteleras. Y casi siempre todas están llenas.
Se trata del primer bajón turístico allí y en toda la Isla desde que la Mayor de las Antillas inició la explotación de su cielo y su mar en 1990, con un desarrollo ascendente solo detenido, momentáneamente, luego del derribo de las Torres Gemelas, en 2001 y, luego, con la crisis financiera y del sector inmobiliario que estremeció las bolsas en los años 2007 y 2008.
Ahora los hoteles están vacíos y no solo porque muchas aerolíneas dejaron de volar. Hace una semana, como protección, el Gobierno adoptó la medida de cerrar la entrada de vacacionistas y decidió que regresaran a sus países, paulatinamente, los 32,574 que a la sazón se encontraban aquí.
Incertidumbre global
El bajón es coherente con lo que está ocurriendo en el resto del mundo.
En un análisis dado a conocer hace apenas 48 horas, la Organización Mundial del Turismo (OMT) estimaba que el sector turístico podría sufrir este año reducciones entre un 20% y un 30% como resultado del COVID-19, tomando en cuenta que nunca antes se habían decretado tantas restricciones de viaje en todo el mundo como ahora.
Sin embargo, el cálculo podría quedarse corto y debe verse con cautela, sugiere la OMT ante lo que calificó como el «reto social y económico sin precedentes» que enfrenta hoy el planeta, y la naturaleza “extremadamente incierta” de la crisis desatada por el virus.
En cualquier caso, la caída ya prevista en el turismo internacional significará pérdidas por valor de entre 300,000 y 450,000 millones de dólares. Y ello, a su vez, podría equipararse al valor de entre cinco y siete años de crecimiento.
El impacto no será menor para Cuba, que se había propuesto al abrir 2020, una cifra de cuatro millones 500,000 visitantes hasta diciembre: la misma cantidad prevista para el año pasado, e imposible de alcanzar al cierre de 2019 luego del golpe que significaron, a mediados de esos 12 meses, las nuevas medidas restrictivas impuestas por Donald Trump, en su política de recrudecimiento del bloqueo a Cuba.
El tiempo que dure la paralización del sector, y el tamaño de sus daños, están sujetos al tiempo que tome a la humanidad vencer la pandemia. Entonces, también iniciará la recuperación en esta Isla.