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México

'¿Hay alguien ahí? Somos amigos”

DESIERTO DE SONORA, 2 de agosto (ElDiario.es).- “¿Hay alguien ahí? ¡Somos amigos. Venimos de una iglesia a ayudarlos!”, chilla en castellano María Ochoa, nacida en Texas. Unos minutos más tarde volverá a intentarlo. De nuevo, solo le responde el silencio del desierto. Atravesar Sonora para llegar a Estados Unidos implica caminar decenas de kilómetros. Este no es el desierto de las películas.

Es domingo y recorremos parte de la ruta con tres voluntarios de Tucson. Pertenecen a una organización que se hace llamar los Samaritanos, que cuenta con medio centenar de activistas. Todos los días, en pequeños grupos, organizan viajes a pie y en coches todoterreno por las rutas de los migrantes en Arizona. Llevan comida y agua que depositan en las zonas de paso y analizan los restos de comida u objetos personales hallados en su recorrido, incluso la fecha de caducidad de las botellas, para averiguar cuándo pasaron por allí y qué caminos son los más transitados. Buscan estudiar los trayectos donde más necesaria resulta su ayuda.´

Durante el camino recorrido en la mañana del domingo, los voluntarios encuentran entre el secarral del desierto restos de ropa, botellas y bidones de plástico negro para cargar agua.

Desde hace ya casi 20 años, cuando fue creada los Samaritanos, varias organizaciones de voluntarios como esta patrullan los primeros kilómetros de desierto en tierra estadounidense. Durante los primeros años, si se encontraban con un migrante herido o débil lo trasladaban en coche al hospital. Dejaron de hacerlo cuando la presión sobre su labor aumentó y corrían el riesgo de ser detenidos. Hasta hace cinco años, era común encontrarse con los migrantes en su camino a EU. Ahora, también debido al incremento de la atención sobre ellos, es poco frecuente toparse con quienes tratan de sortear la frontera.

María y Rick Saling lamentan la persecución contra su labor, después de que varios voluntarios de otras organizaciones hayan sido investigados acusados de colaborar en el tráfico de personas por dar asistencia humanitaria a los migrantes. “Pero no se trata de eso, esto es una emergencia y lo que hacemos es ayuda humanitaria. Y esa ayuda no puede ser nunca un crimen”, responde la activista. Como sucede con las ONG que trabajan por salvar vidas en el Mediterráneo, en los últimos años se ha incrementado el acoso hacia las organizaciones que apoyan a los migrantes en el desierto de Arizona. Durante el verano de 2017, cuatro voluntarias de No More Deaths, una organización similar a los Samaritanos, fueron arrestadas por haber entrado sin permiso en una reserva natural, según justificaron. En marzo, las estadounidenses fueron condenadas a 15 meses de libertad condicional y 250 dólares de multa por dejar agua y comida en esta zona protegida para evitar la muerte por deshidratación de las personas que la atravesaban.

Persecución de la ayuda

El año pasado, Scott Warren, un profesor de geografía de Tucson voluntario de la misma ONG, fue detenido por dar cobijo y ayudar a dos migrantes centroamericanos. Warren fue acusado de conspiración para transportar y alojar migrantes, el mismo cargo por el que son juzgadas las mafias que se lucran del tráfico de personas. El fiscal pedía 20 años de cárcel, pero el pasado mes de junio el juzgado no logró alcanzar un veredicto unánime. Posteriormente, la Fiscalía ha retirado esta acusación, pero mantiene una más leve por “complicidad” cuya vista está prevista para noviembre.

El caso de Warren es crucial en este punto de la frontera. Su desenlace marcará un precedente que podrá condicionar el trabajo de los voluntarios.

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