Ivi May Dzib
Un hombre de edad avanzada prende la luz, es de noche.
Por la mañana corre las cortinas, abre las ventanas,
mientras esperan en su trincheralos aullidos presos
en una noche que se desviste con la carga de lobos
y disparos. En vilo tu cabeza tararea el odio, dibujas
una mueca tonta como si fuera a protegerte
de la guardia que te han puesto para no asistir al festín.
La fiesta no es de carne sino de huesos, que se relamen
atentos a la memoria, porque no dejarán a la deriva
a ningún camarada. Aunque use vocablos arcaicos voy
hacia a ti, no dejes que navegue sin sentido, que me pierda
como si el fuego se hubiera propagado. Como si no fuera
a regresar dejando de existir el por siempre.
Una mujer joven tranca la puerta, prohibida la entrada al rencor,
pero en sus ojos hay hambre, de esa que es triste,
y no me atrevo a consolarla o decirle que sé lo que se siente
porque hasta el día de hoy no lo sabemos, gracias al cielo,
aunque lo finjamos y pongamos las manos en la cabeza.
Un niño atisba por el cerrojo, esos que se forman
en las grietas de los techos y las paredes,
tiene una pistola en la mano, viene por nosotros.
No supimos estar a la altura, todo habrá servido para nada.
El niño nos sorprende hincados, rezando las falsas plegarias,
nos apunta directo a la cabeza,
lo miramos con rencor pero no cerramos los ojos.
No hay que ocultar el odio ni el terror,
estamos a punto de abalanzarnos sobre tan inocente creatura
que grita mientras las burbujas de agua
nos impactan la cara.
ivimayd@hotmal.com