Opinión

Mujeres, ¿Víctimas o Victimarias?

Lic. Miguel Angel Hernández Castrellón

Cada día que pasa, en nuestro país las mujeres se vuelven más violentas. Nada justifica la violencia contra las mujeres, así como tampoco se justifica contra los hombres, niños, adolescentes, ni contra ningún ser viviente ya sea humano e incluso animal.

En nuestro entorno diario nos encontramos con el incremento constante y sistemático de la violencia, tanto en el ámbito familiar como en el social, familiar, laboral, escolar, etc., pero contrariamente a la publicidad oficial, no solamente se ejerce por hombres en contra de mujeres que están consideradas a iniciativa de la ONU y La OEA como el grupo vulnerable por excelencia.

En efecto, tanto la ONU como la OEA, a través de sus altos comisionados y la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, han puesto de moda el combate a la violencia contra la mujer a quienes se ha etiquetado como un ser indefenso y vulnerable, víctima siempre de los malvados hombres, a quienes se ha satanizado estigmatizándolos como ofensivos, acosadores, golpeadores, violadores y feminicidas, por lo que los diversos países del mundo en aras de ser considerados como parte de la comunidad civilizada han adoptado dicha moda y han promulgado todas las leyes habidas y por haber para, supuestamente, garantizar la igualdad de género y a las féminas una vida libre de violencia y discriminación por razón de su sexo.

Entre las leyes que se han promulgado para garantizar los derechos de las mujeres se encuentran algunas que, rayando en lo inconstitucional por discriminadoras, sancionan con inusitado rigor las conductas que estiman atentan contra aquéllas, que van desde la violencia verbal, física, económica, patrimonial, sexual etc., etc., hasta el feminicidio que se sanciona con pena mucho mayor que el simple, sencillo y humilde asesinato de un hombre, sólo porque la víctima es mujer, justificándolo con el argumento de que las mujeres son más vulnerables que los hombres.

Pero la vida diaria nos enseña que las mujeres se tornan cada vez más violentas y agresivas.

En efecto, cada vez con mayor frecuencia vemos que son precisamente mujeres quienes ejercen esa violencia en la vida diaria y la ejercen contra sus conocidos, familiares, vecinos, conciudadanos, e incluso contra sus hijos, víctimas indefensas de sus frustraciones maritales. Cada vez más frecuentemente, nos enteramos de que con el menor pretexto los golpean, los encadenan, los queman con objetos candentes como cucharas al rojo vivo o los obligan a poner las manos o pies en la estufa, e incluso los asesinan y disuelven sus cuerpos en ácido al mejor estilo del crimen organizado, como ocurrió recientemente en Quintana Roo.

En efecto, cada vez es más frecuente presenciar episodios violentos en los que las mujeres son protagonistas directas.

En las calles es común presenciar que mujeres que conducen automóviles insulten por el menor incidente de tránsito a los otros conductores, principalmente hombres, a grito abierto e incluso que se bajen de su vehículo y los reten a partirse la… boca, bailoteando y “haciendo sombra” al estilo de los boxeadores, sabedoras que no les responderán y que hagan lo que hagan siempre quedará en la impunidad y, en todo caso, llevarán la ventaja ante la autoridad. Por lo que es menos frecuente que reten a pelear a otras mujeres que probablemente sí les van a responder.

Igualmente, desde hace algunos años nos enteramos, cada vez con mayor frecuencia, que en toda banda de delincuentes, ya sea de ladrones, asaltantes, secuestradores, traficantes de drogas e incluso sicarios del crimen organizado, que es capturada hay una o varias mujeres que participan activamente en las actividades delictivas que desarrollan, por lo que lógicamente el número de mujeres que se encuentran recluidas en prisión o son asesinadas en ajustes de cuentas entre bandas delictivas es cada vez mayor, aunque lo primero se trata de justificar argumentando que delinquen por amor, no especifican si ese amor es al dinero fácil.

Es ya común que las mujeres porten en las calles armas propias para agredir como bates de béisbol, tubos, navajas, cuchillos e incluso armas de fuego y si atendemos las estadísticas oficiales cada vez son más las féminas adictas al alcohol y a las drogas duras como la cocaína y el cristal que se encuentran en la calle.

Los hombres no tienen el cuello menos vulnerable que el de las mujeres, ni los puñales o cuchillos hieren menos cuando las manipulan las hembras que cuando las manejan los hombres, ni éstos, por razón de su sexo, tienen la piel más dura que las mujeres ni menos vulnerable a las motosierras, las hachas o las metralletas de los “Zetas” o los “Chapos”, los “Jaliscos”, “Los Pelones” y demás bichos.

Bienvenidas las leyes y reformas a las mismas que buscan garantizar la igualdad de género y la vida libre de violencia, pero para todos los seres vivos por igual y no sólo el predominio de uno u otro sexo, no por estar a la moda permitamos que nuestra sociedad transite del vicio del machismo y el patriarcado a los del hembrismo y el matriarcado que son igual de perversos.

En efecto, como lo sostienen las múltiples organizaciones feministas del mundo, nada justifica la violencia contra la mujer, pero tampoco contra los niños, ni contra los hombres, los homosexuales, lesbianas e, incluso, contra los animales.

Y es cierto, nada justifica la violencia contra la mujer pero cada vez se explica mejor.