Víctor Flores Olea
Como consecuencia prácticamente inevitable del cambio electoral en el país, el movimiento estudiantil universitario se mueve ya en la línea de las reclamaciones democráticas que más abiertas o discretas se han expresado desde hace tiempo en la UNAM, algunas desde hace décadas. Y en tono a esta cuestión se han ofrecido argumentos de peso de uno y otro lado.
De una parte tenemos las demandas democratizadoras que incluirían, en un extremo, la designación de las principales autoridades universitarias por mayoría de votos, sin quedar fuera de este panorama el nombramiento del Rector de la UNAM. Y, por supuesto, la designación de los miembros del consejo universitario, de los directores de escuelas, facultades e institutos de investigación (los integrantes de la junta de gobierno quedarían excluidos, por no ser necesaria ya esta instancia de autoridad). Como puede verse, la universidad viviría de manera prácticamente continua en situación o movilización electoral, lo cual seguramente afectaría de manera negativa los procesos de enseñanza-aprendizaje en la universidad, y desde luego la investigación.
Sobre todo en cuanto a la elección de autoridades por mayoría de votos, se han expresado en la universidad, también desde hace tiempo, fuertes criticas por las autoridades universitarias y por un buen número de investigadores y catedráticos. Uno de sus argumentos principales es que, en vista del país que es México, y por sus formas más tradicionales de hacer política, podríamos esperar que la universidad se viera sofocada por un alud de campañas electorales de las que no estarían ausentes la compra y venta de votos y otras operaciones electorales contrarias a la democracia.
Tal vez este razonamiento, y otros análogos, han estado en el origen de la permanencia de la actual Ley Orgánica de la UNAM, y de que no haya habido un movimiento suficientemente amplio y fuerte como para modificar o derogar esa Ley. Sin embargo, me pregunto si en esta ocasión, en vista de la amplitud que ha cobrado ya el movimiento universitario, no podría llegar a tales extremos, que estarían sostenidos por los acontecimientos actuales de la política nacional, en los cuales ha participado desde luego una mayoría de los jóvenes mexicanos, con perspectivas favorables y, sobre todo, con un principio de orden muy impresionante en el conjunto del país.
Veo que en todas las asambleas estudiantiles para las que se convoca actualmente, hay un punto de su orden del día para tratar precisamente el tema de la democratización universitaria, que con mucha probabilidad contendría los puntos que mencionamos antes, y sin duda otros más que no dejarían de aparecer en las discusiones. Aquí simplemente diría que se examinen con el mayor rigor posible el alcance de las propuestas de reforma, con el objeto de que este proceso se origine una más sólida universidad, sobre todo en el aspecto académico.
Soy el primero en reconocer que en un país como México hoy, en la perspectiva de un proceso de reformas profundas, resulta necedad pensar en una universidad, y en todo el sistema educativo del país, que se mantuvieran alejados y ajenos a las corrientes dominantes de la política nacional. Inevitablemente el país está dentro de las universidades y del sistema educativo nacional. Lo que ocurre en este artículo, que también pretende ser una llamada de atención, es que se procuren examinar los fenómenos políticos más generales también en sus repercusiones en los sistemas educativos del país, en toda su impresionante variedad.
Por supuesto, los partidarios recalcitrantes del status quo universitario y educativo también hoy se opondrán tajantemente a cualquier reforma de importancia. Debo decir que sus tiempos no serán los más fáciles, ya que el ejemplo nacional parece haber penetrado profundamente en el conjunto de las instituciones educativas de México. Pero también precisamente por eso este artículo quiere ser una advertencia y una llamada de atención para que los valores de la educación a todos los niveles sean preservados en su integridad, e inclusive reforzados. Hoy no hay revolución posible sin la inteligencia y el saber técnico.
Vivimos un tiempo de reformas profundas, pero también tiempos de preservación de las innegables conquistas culturales de la humanidad.