Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
En el marco de un desayuno al que acudió como invitado de honor el general secretario de la Defensa Nacional, fue dicho un discurso que merece ser analizado con la mayor atención para desentrañar los mensajes cifrados que envió al Ejecutivo y a la nación el general Carlos Gaytán Ochoa, quien cuenta con una larga trayectoria en las Fuerzas Armadas. De entrada afirmó: “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”, aunque sin decir quiénes son los que se sienten preocupados y por eso lo enviaron de mensajero.
Dijo que se le concedió tal honor “para expresar algunas preocupaciones que, en virtud de la situación actual, sin duda, compartimos todos los aquí presentes”. ¿Por qué precisamente “el México de hoy”, cuando el país está siendo conducido por un presidente legítimo con firmes convicciones democráticas y decidido a cambiar el curso del ominoso rumbo que seguía desde hace más de tres décadas? Según el general Gaytán, debido a que la sociedad “está polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria”, se fundamenta en corrientes “pretendidamente de izquierda” que acumularon durante años “gran resentimiento”.
Puede afirmarse que su premisa es falsa, pues la polarización no viene del “gran resentimiento” de las corrientes “pretendidamente de izquierda”, sino de la dramática desigualdad social producida por la acumulación de capital por una elite excluyente y codiciosa, la cual no tuvo empacho en activar una corrupción sin freno alguno que liquidó los valores históricos de un pueblo que lo ha dado todo por sacar al país del subdesarrollo; infructuosamente, es cierto, porque las instituciones del Estado fueron secuestradas por una minoría al servicio de intereses fácticos ajenos a los ideales de progreso por los que tanto se luchó en el pasado.
Afirmó que cuando se ha extraviado la unidad del país, “se perdieron territorio y soberanía, el pueblo resultó lastimado, la economía entró en crisis y el país tuvo que emprender su recuperación casi de cero”. Sin embargo, no aclaró cuándo y cómo entró en crisis la economía, aunque reconoció que México tiene hoy un gobierno legítimamente constituido. Aun así afirmó: “Es también una verdad inocultable que los frágiles mecanismos de contrapeso existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad”.
Aquí cabe hacer la siguiente pregunta obvia: ¿Se asumen las Fuerzas Armadas como ese contrapeso necesario para evitar que su comandante supremo siga “propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos”? ¿También al titular de la Secretaría de la Defensa, allí presente? ¿Quiénes son los que no están convencidos? Por lo que se ha visto en los once meses que lleva el presidente López Obrador en el poder, los inconformes, por decirlo con suavidad, son los miembros del conservadurismo más reaccionario y mezquino, los que se oponen con todo su odio de clase a un modelo incluyente que impulse un desarrollo social participativo y con visión de futuro.
De ahí que el señalamiento del alto mando militar deba verse con alarma, pues involucró en el descontento por el rumbo que está siguiendo el país “a todos los aquí presentes: mis comandantes, mis maestros y mis antiguos”. ¿Estaría informado el general secretario, Luis Crescencio Sandoval González, del contenido del discurso? Lo sabremos en el transcurso de los días, aunque es impostergable el imperativo de aclarar esto que parece una insubordinación contra las estrategias de la Cuarta Transformación, claramente trazadas por un proyecto de nación progresista y democrático. Sobre todo por el punzante dardo que lanzó: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?”.
¿Acaso no es precisamente un Estado fallido lo que al final de su mandato legó al país la tecnocracia corrupta y apátrida, situación que el actual mandatario, legítimamente constituido, busca corregir con todos los riesgos que ello implica, los cuales sólo pueden ser superados con el apoyo patriótico de las Fuerzas Armadas? Nadie duda que, como explicó el militar, “el alto mando sostiene hoy sobre sus espaldas la muy alta responsabilidad de mantener cohesionado al país, de coadyuvar a su pacificación a la brevedad posible, de hacerlo todo con el menor costo social y la mayor eficacia”.
El “gran resentimiento” del que acusó a “corrientes pretendidamente de izquierda”, con el fin de que se piense que son ellos los “halcones” con capacidad de llevar a México al caos, es lo que destilan las palabras del alto mando militar, casualmente muy cercano al ex presidente usurpador Felipe Calderón. Ni qué decir tiene que se aprovechó el desayuno para dejar constancia del agravio que sienten los personajes afectados por las políticas públicas puestas en marcha por el Ejecutivo. Se sienten no sólo “agraviados”, sino dolidos por la voluntad demostrada por el mandatario federal de luchar contra el flagelo de la corrupción y al mismo tiempo impulsar la marcha del pueblo hacia metas incluyentes y progresistas.
Queda de manifiesto la beligerancia de una corriente reaccionaria y golpista que, en nombre de principios históricos, como “honor, valor y lealtad” pretenden ponerse al servicio de los verdaderos “halcones”, que acechan en las alturas para dejarse caer sobre las instituciones y doblegarlas para reencauzar al Estado a la etapa en la que México perdió el rumbo que lo podría llevar a derrotar todo aquello que frena la consolidación de un verdadero Estado de derecho, como conviene para que tengamos viabilidad de un futuro libre de las ambiciones de quienes añoran privilegios medievales, como el grupo neoporfirista que envió un ominoso mensaje en la voz del alto mando citado.
Ahora lo conducente es que las Fuerzas Armadas patenticen su lealtad y disciplina a su Comandante Supremo, para poner fin a las intrigas palaciegas de quienes se sienten “agraviados y ofendidos”, pero no por estrategias “que no convencen a todos”, ni “con la forma con que hoy se conduce al país”, sino porque ven afectados sus privilegios y, más aún, su codicia orientada a consolidar sus intereses de clase ajenos por completo a los de la nación.
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