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Opinión

Poner las barbas a remojar es un signo de inteligencia

María Teresa Jardí

Un pastor evangélico, maestro de la Ibero, cuando fue absuelto Clinton del juicio instaurado en su contra, me dijo, palabras más palabras menos, pero de las que nunca he olvidado el sentido, que estaba muy triste, porque lo de la becaria no era lo importante, ni era por lo que se le había instaurado el juicio al entonces presidente. Juicio, que al centrarse en lo del desliz tenido con Mónica Lewinski, había desvirtuado la atención, logrando que se perdiera de vista que lo que se juzgaba era la mentira que Clinton había dicho, ante instancias oficiales, al negar de manera falsa lo que había ocurrido. Yo le alegaba que parecía un montaje por aquello del vestido guardado con el semen de Clinton. Y él me repetía, que sí, pero que era la mentira lo que se juzgaba y que al mentir se había inhabilitado para continuar en el cargo y que al absolverlo se anunciaba que ese era el fin de la democracia en su país. Diferíamos por lo que tocaba a lo que es o no la democracia.

Yo pensaba entonces y sigo creyendo ahora que es caricaturesca la democracia que se vende como democracia gringa, donde los votos que cuentan no son los votos de los ciudadanos, que por ende tampoco son ciudadanos, aunque los elegidos sí sean sus representantes y sí se sientan obligados a seguir el mandato otorgado para no perder el trabajo so pena de no volver a ser reelectos. Democracia que aquí tampoco ha existido nunca. Lo que es más triste ahora porque la llegada de AMLO como el Presidente más votado de la historia pudo y debió ser el detonante para iniciar el camino a la conformación de una República soberana y estoy convencida de que muchos de sus votantes votamos creyendo que eso iba a suceder. El ascenso de Trump como presidente del imperio yanqui demostró que las palabras del pastor evangélico eran sabias. Y también lo es la decisión de juzgarlo. Aunque se absuelva quién sabe si gane su reelección en puerta y aunque la gane está tocado. La mentira es corrupción. Y la mentira convierte en espurio hasta al más legítimo de los gobernantes. La mentira es imperdonable y lo imperdonable no tiene perdón y por eso no tiene perdón el montaje de Fox para instaurar un juicio contra AMLO.

Y como bien dice el refrán “hay que poner las barbas a remojar cuando veas las de tu vecino cortar” y lo ocurrido con relación al juicio político que a Trump se le instaura, sin importar el resultado que tenga, tendría que hacer recapacitar a AMLO en dos cosas inaceptables. Ofreció combatir la corrupción y está rodeado de corruptos. Ofreció barrer las escaleras desde arriba y ha convertido a la impunidad, en el caso incluso de genocidas como Calderón y Peña, en regla de gobierno de la 4T y no es a mano alzada que el pueblo debe demandar lo que le compete hacer al Ministerio Público.

Y es falso que se haya aprobado la construcción del mal llamado Tren Maya. Y aunque así hubiera sido se habría mentido al no informar antes que lo que se aplica es el Plan Puebla Panamá y que por eso a un año de ofertas en contrario, hechas a lo largo de los 18 años de campaña, no se han tocado los mega proyectos de muerte de fauna, de flora sembrada de transgénicos y de cerdos, de cancelación de vidas humanas, que acaban con la Península de Yucatán y al contrario se amenaza, cuando no se asesina, a quienes se oponen a éste. Mintiendo, con la consulta manipulada sobre si se quiere o no el mal llamado Tren Maya, lo que se instaura es el negocio de los ricos, convertidos en mucho más ricos por la 4a, de los “polos de desarrollo”, que además van a servir para contratar como limpiadores de baños a los mayas despojados o en vendedores de chicles o de artesanías, junto a los inmigrantes en el tercer país de asilo en que nos hemos convertido con MORENA.

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