Opinión

Troyanos o Peligro interior para la 4 T

Jorge Lara Rivera

Corolario lógico del amasijo de extrañas corrientes, fuerzas e idearios que coyunturalmente se unieron para echar del poder a la poderosa oligarquía de México resulta la centrifugación actual generada por el reclamo de la naturaleza de cada cual de sus componentes. MORENA misma amalgama, pero no fusiona individuos y grupos que se le fueron sumando a medida que era claro el poderoso caudal de voluntades transformadoras que lo hicieron posible y necesario. De ahí que al menos 3 –eso sin detenerse a hablar de los desfiguros producto del conservadurismo más acedo y reaccionario de la ex conductora televisiva Lily Téllez, metida a ‘legisladora’ ¡morenista! en el polémico tema de la legalización del derecho a la interrupción del embarazo y con respecto al asilo concedido al ya ausente mandatario boliviano– experiencias recientes pongan a prueba la prevalencia de los intereses nacionales transformadores sobre los particulares de esos componentes.

El increíble agandalle del gobernador Jaime Bonilla, de Baja California (cuyo oficial mayor en su administración, por cierto, está relacionado con una empresa que forma parte de las irregularidades financieras del caso Genaro García Luna, detenido en Estados Unidos por mentir y vínculos con la corrupción y el narcotráfico), que ha pretendido aplicar en su favor una atropellada extensión del mandato de 2 a 5 años recibido legítimamente en los resultados comiciales, conseguida legaloidemente con la compra de voluntades de diputados de la legislatura saliente, adversarios naturales sobre los que se alzó victorioso en las urnas, y que, triste, inevitablemente tras un simulacro de consulta popular desaseada que avaló tal disparate, ha llegado a la Suprema Corte donde espera resultado, manteniendo la expectación de los ciudadanos de allí y de toda la nación por las implicaciones que podría llegar a tener (a pesar de la reiterada negativa del jefe del Ejecutivo federal con respecto a ambiciones transexenales e intenciones reeleccionistas que sus enemigos le atribuyen).

Al respecto ha tenido lugar, hace unas semanas, la puntada por ignorancia, servilismo o provocación del diputado tabasqueño Charly Valentino Vera, desde el Congreso de ese Estado, con tal de congraciarse con el poderoso en turno, solicitando malhadadamente el cambio de uno de los pivotes de la democracia mexicana, construido de antiguo para poner dique a las ambiciones personalistas de los caciques políticos, al impulsar una desatinada propuesta para modificar el Artículo 83º de la Constitución Federal y acabar con el principio posrevolucionario de No reelección, atentando contra el mismísimo sistema democrático. (Sí, en otros países se permite la reelección e incluso contratar como funcionarios de gobierno a familiares –en Estados Unidos, para no ir más lejos, como ejemplifica el clan de Donald Trump–, pero su historia patria de sangre y horror no es la misma que la padecida por nuestro pueblo).

El más reciente de estos episodios vergonzantes ha tenido lugar en el Senado, con la insólita e insultante propuesta de modificar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, impulsada por la senadora Soledad Luévano Cantú, que en la práctica pondría fin al laicismo oficial que garantiza la libertad de creencias de todos, garantía conseguida a sangre y fuego en los campos de batalla en el siglo XIX con una guerra civil de 3 años, que debió encarar luego la segunda intervención francesa, y que volvería a ser violentamente exigible ante la Cristiada o Guerra Cristera en el siglo XX, y contra la cual el salinato socavó fuerza en nombre de la actualización del marco de libertades del Estado mexicano el reconocimiento de derechos políticos al clero, evidenciado con las actitudes confesionales de los regímenes panistas en la docena trágica. Todo ello, en el contexto del “explicable” y mezquino paso atrás de los legisladores del partido Verde Ecologista de México y del Partido del Trabajo, que causó se malograra en la Cámara de Diputados la propuesta que impulsaba MORENA para reducir el oneroso financiamiento público de los partidos políticos –demanda ciudadana recogida por el Ejecutivo con el más amplio apoyo popular. Votos verdosos y petistas acabaron sumándose a los del espectro opositor conformado por PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano.

De poco ha servido, para disipar recelos, que el propio Presidente Andrés Manuel López Obrador haya salido al paso de cada uno de estos traspiés rechazando esos despropósitos (que la Ley Bonilla se estará a lo que diga la Suprema Corte –aunque la credibilidad de Olga Sánchez Cordero quedó pa’l arrastre al ventanearse su doble discurso–, que no apoyaba la idea reeleccionista pronunciado en Tabasco, y que, con fundamentos históricos, rechaza la iniciativa contra el laicismo. Y ya se anuncia mayor fragmentación si se consolida el partido Redes Sociales de la inocente Elba Esther Gordillo Morales y sus huestes, que tan útiles resultaron para la elección presidencial en 2018. Está claro que pese a las buenas intenciones, la 4 T habrá de habérselas también contra estos enemigos interiores. ¿Entonces?