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Opinión

¿Otra hoguera en el Mediterráneo?

Jorge Lara Rivera

Mientras Arabia Saudita ha dado por concluido el amargo caso Jaamal Khashoggi –periodista árabe refugiado en Estados Unidos, a quien un comando asesinó en su consulado de Estambul, Turquía– con condenas a muerte y prisión para implicados en él, pese a la decepción de organismos internacionales defensores de derechos humanos y el escepticismo de países europeos (Previamente, siguiendo “la práctica tradicional de apoyo financiero a las víctimas de delitos violentos o desastres naturales” que forma parte de las costumbres de la cultura saudí-árabe, en 2018 cada uno de los 4 hijos –2 varones y 2 mujeres– del primer matrimonio de Kashoggi recibió 1 casa de 1 millón de dólares en Yedda y pagos mensuales de cientos de miles de dólares, o sea, decenas de millones de dólares hasta la reciente conclusión del juicio; y despidos de altos funcionarios y militares cercanos al príncipe heredero Salman Bin Salman). El deseo de aquella operación encubierta salpicó de modo irreparable a la Casa Real saudí, al grado de malograr el foro ‘Future Investment Initiative’ –el llamado ‘Davos del Desierto’– desairado por celebridades del mundo empresarial global y mandatarios y economistas de renombre mundial. Desprestigio al que contribuyó el gobierno turco con el perverso manejo que de la información sobre el asunto dio a través de filtraciones a los medios y declaraciones oficiales estentóreas –desde sus funcionarios relacionados con la materia hasta el propio presidente Recep Tayyip Erdogan–, evidenciando el cálculo político de Ankara y su determinación por erosionar la imagen del rey Salman Ben Abdelaziz al Saúd, cabeza del influyente reino rival de Turquía en la región y líder natural del Islam, quien recién retomó el control del gobierno e incluso autorizó la audaz medida de poner a cotizar en el mercado bursátil las acciones de ARAMCO, la mayor empresa petrolera del mundo.

Justo el expansionismo de Turquía, cuya hostilidad contra el pueblo kurdo le ha llevado a comportarse prepotente e invasivamente en las poblaciones de allende la frontera con Siria, buscando perseguir y exterminar a esa etnia (60 millones) despojada del Kurdistán, su patria ancestral milenaria, la cual fue botín de guerra de imperios diversos y luego de la I Guerra Mundial o Gran Guerra Europea dividida con el ‘Tratado de Lausana’ alevosamente en Irán, Iraq, Turquía y Siria, tras la traición al ‘Tratado de Sèvres’ que reconocía su independencia tras haber luchado junto a los aliados, pero que durante la guerra civil siria tuvo, de nuevo, la sensación de controlar un territorio mediante las Unidades de Protección Popular o Fuerzas de Autodefensa de la Federación Democrática del Norte de Siria, de nuevo traicionadas por europeos y estadounidenses. Y a la usanza desaprensiva e injerencista con que se conduce el Irán de los ayatolás respecto al atribulado Iraq postrero de la era Saddam Hussein (cuya estructura de gobierno ha infiltrado para su control desde las sombras al punto de provocar la rebelión de los patriotas en manifestaciones que son cruel y sangrientamente reprimidas, pero incesantes), Líbano (por medio de la corrupción de funcionarios vendepatrias y operando a través del grupo Hezbollá), Siria (donde tiene destacado equipo y personal militar de la llamada Guardia Republicana Islámica con miras a enfrentar a Israel), Yemen (a través de los hutíes, opuestos al gobierno constitucional de Saná y que tan útiles le han resultado para agredir encubiertamente a la Arabia Saudita –los ataques a refinerías y campos petroleros con ‘drones’, aviones no tripulados teledirigidos, lo ejemplifican–, a la cual esa teocracia chiíta disputa a los sunitas el liderazgo del mundo musulmán) y a la Franja de Gaza palestina, donde apoya a los fedayines de Hamas contra Israel (al cual por otra parte se acusa de buscar el derrocamiento del rey Abdulá II de Jordania para, de carambola, consumar la anexión de Gaza y quitarse de encima la ‘cuestión palestina’), mientras se acerca a Catar, rival de Arabia Saudita, buscando dividir a las monarquías del Golfo Pérsico, en tanto acuerda maniobras militares en el Índico con Rusia y China, adversarios de Estados Unidos; Ankara, que se distanció de Washington por la compra del S-400 ruso, ha resuelto en el neutral Túnez, a solicitud de Libia, intervenir en ese país de El Magreb enviando tropas por el Mediterráneo al África del Norte, en respaldo del gobierno de Trípoli, reconocido por la ONU (y apoyado por Catar, Italia y Turquía), enfrentado a la abierta rebelión que lleva más de 4 años del Gral. Jalifa Hafter (respaldado por Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Rusia, Francia y mercenarios de Sudán), aspirante a nuevo ‘hombre fuerte’ de ese país, tras la revolución que logró el derrocamiento del ajusticiado dictador Muhammar Kadafi, o sea: otro sangriento laboratorio de pruebas para potencias regionales y planetarias. Aquél es el pretexto oficial pero, tal vez, esté también detrás, tomar el control del petróleo libio.

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