Opinión

La palabra y la memoria para las niñas y los colibríes… si pudieran leer*

Verónica García Rodríguez

Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz…en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores

(José Martí: 2007)

Cuando era niña yo no sabía que iba a ser madre a los dieciséis años, tampoco sabía que me casaría y me divorciaría, que sería madre de cuatro hijos, que de ama de casa regresaría a la escuela, me volvería académica, escritora, pero, que en realidad nunca dejaría de ser madre ni de ser ama de casa.

Lo que sí es cierto es que en tantas noches, con tantos cuentos, tantos libros, la palabra fue haciendo su magia, la que impulsa a buscar otros caminos, en este caso de la lectura a la escritura y, por supuesto, a la incontenible búsqueda de conocimiento, proceso al que Freire llama “construcción de libertad” y con ella, de transformación, porque si bien el individuo se transforma en su interior, poco a poco va transformando también su entorno.

Las mujeres y sus identidades

En la actualidad, ya entrada la segunda mitad del siglo XXI, a más de cien años de iniciada en Latinoamérica la lucha por los derechos de las mujeres, vemos algunas conquistas logradas, como el voto de la mujer y su derecho a ser votada, la reciente ley de paridad en México y otras más, pero aún no se cumplen por completo en los hechos, aún existen muchos casos de violencia doméstica, la doble jornada, violaciones y feminicidios. Al mismo tiempo hay una especie de radicalismo en las luchas feministas que incitan al odio entre los géneros y no a la igualdad de derechos.

Hoy, la mujer para ser socialmente aceptada tiene que ser “feminista” (entienda como lo entienda); moderna (estar a la vanguardia y tecnologizada); tiene que mirar al futuro y pensar en sí misma, pero siempre y cuando cumpla con los estándares de belleza y de conducta moral que dictan los modelos de familia, de la publicidad, el cine y la televisión, aunque éstos sean prácticamente irreales o inalcanzables.

¿De dónde puede agarrarse una niña o una joven indígena o mestiza en nuestra América para sentirse orgullosa de su madre o su abuela que no corresponde a los modelos de belleza que ve en la televisión ni le enseñan en la escuela según los prototipos de mujer exitosa?

¿Qué tan ciegos estamos que necesitamos ver en la pantalla grande una realidad tan cotidiana en la que la discriminación es tan evidente sobre nuestras mujeres indígenas, discriminación que se da de una mujer sobre otra mujer? ¿Qué tan necesitados estamos de la aprobación de Hollywood para afirmar nuestro talento latinoamericano? ¿Necesitamos de Vanity Faire, de Vogue, para validar la belleza de nuestras mujeres morenas y de rasgos indígenas?

Empoderamiento y sororidad

Las más actuales teorías de género nos hablan de dos palabras clave, que se han socializado entre las mujeres, aunque quizá si se han conceptualizado no se han concientizado como debieran interiorizarse, y son empoderamiento y sororidad. La primera, que es la más común, tiene que ver con el autoestima y la segunda, quizá la más compleja, tiene que ver con la solidaridad entre mujeres, que rompe con la histórica frase de “mujeres juntas ni difuntas”.

En algún momento, como en los cuentos de hadas, pareciera que a las mujeres nos borraron la memoria, nos hicieron olvidar el poder que tenemos de dar vida, y nos hicieron avergonzarnos de él, al grado de sobrevalorar la virginidad u ocultarnos durante nuestro período menstrual, cuando en realidad somos paridoras de vida, de luz y de lenguaje, somos nosotras las transmisoras de la lengua, que da sentido a la existencia, por eso se le llama lengua materna; y con cada palabra que enseñamos a los hijos y a los nietos transmitimos historia y cultura; sin embargo, en algún punto, nos hicieron olvidar. Nos hicieron olvidar a las abuelas, a las ancestras y sus conocimientos, a las guerreras, a las gobernantes y a las diosas.

Es necesario recuperar la memoria de nuestras niñas para que puedan reconocerse herederas de grandes mujeres hacedoras de historia y cultura, para que puedan valorar a sus madres y abuelas, y a las mujeres de su comunidad. Esto podrá formar en un futuro mujeres empoderadas y sororas con otras mujeres, pero también con una identidad cultural más fortalecida que les permita interactuar en otros contextos sin olvidar sus raíces culturales.

El proyecto Ko’olelo’ob, migrantes del tiempo, que se trabajó durante 2016 con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes con hijas, madres y abuelas de cuatro comunidades mayas de Yucatán reveló que la palabra permite tejer un puente de comunicación intergeneracional que fortalece a su vez el empoderamiento de las mujeres y la relación familiar. Las madres reconocieron características de sus propias madres en sí mismas, lo que ayuda a comprender el proceso que tendrán con sus hijas. Las niñas miraron con asombro, jugando, lo grandioso de las características de sus madres y abuelas, de lo que las diferencia de las demás y de aquellas características y saberes que comparten. ¿Cómo no descubrirse poderosas?

“Yo soy una tunkul que en su sonido transmite mucha seguridad, quiero dar a conocer el arte de observar, conmigo se descubre todo el misterio que nuestra naturaleza encierra, yo puedo hacer que todo aquel que sienta temor, a mi lado pueda vencerlo. Como puedo ser misteriosa, también puedo hacer que aprendas mucho de la vida, porque junto a mí todo puede pasar” (García: 2016, 58). 1

Es necesario devolver la palabra a nuestras niñas, recordarles que tienen el poder de crear y que sólo a partir de la palabra podemos migrar en el tiempo, ser y hacer cualquier cosa que se propongan.

“Yo soy uj (Luna), porque me robé el poder brillar, flotar, estar en el cielo, y hacer la noche. Soy importantísima, ilumino el cielo, soy amiga del Sol y me rodean las nubes” (García: 2016, 53).2

Es indispensable incorporar en el currículum de educación básica el estudio de la filosofía como desarrollo del pensamiento para recuperar la palabra. “Lo único que necesitamos para ser buenos filósofos es la capacidad de asombro…” (Jostein: 2011, 11), ese asombro que los adultos hemos perdido, y que los niños tienen a montón pero que el sistema educativo se empecina en que lo pierdan, como si urgiera en que se vuelvan adultos, como si no fuera más divertido ver bocas abiertas y cerradas que un simple sombrero (Saint-Exupéry) o crear nuevos remedios y conjuros, como para “Detener el tiempo”:

Ingredientes: La casa de un caracol, ¼ de nube (gris), 3 polvos de viento, un reloj atrasado, un ala del grifo, la punta de la nariz de un gigante.

Preparación: Machacar la casa del caracol con el ¼ de nube, poner el polvo de viento encima del reloj con el ala de grifo abierta. Al final abre la nariz del gigante y ponlo todo ahí con los demás polvos. Tomarlo antes de bañarse (García: 2016, 69) 3

Aprender a leer y a escribir sin aprender a pensar es letra muerta y es lo que estamos arrastrando desde hace algunos años en la escuela formal, cada vez más egresamos universitarios incapaces de soñar y de querer cambiar el mundo, mentes brillantes al servicio de una tecnología estéril que ya no les permite buscar una dirección sin Google maps o imaginar siquiera cómo sería la vida sin un teléfono celular en las manos.

Es imprescindible y urgente incorporar contenidos con perspectiva de género en educación básica, en específico que rescaten la memoria histórica de mujeres latinoamericanas y que fortalezcan la identidad cultural de las niñas y el respeto de los niños para con las mujeres de su comunidad, que contribuya a la construcción de nuevas masculinidades y generar una nueva cultura de equidad y de convivencia para el futuro.

A manera de conclusión

Hoy más que nunca, los latinoamericanos debemos sentirnos orgullosos de nuestra historia y riqueza cultural, ya lo dijo Martí “Injértense en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas” (Martí: 2002, 18). Dejemos de trasladar modelos educativos extranjeros y aplicándolos de forma estandarizada y de comparar la calidad educativa de nuestras escuelas con países europeos, como Finlandia, que dista mucho de las características económicas, políticas, geográficas y culturales de nuestros países que tienen una diversidad étnica maravillosa, pero que implica un reto para las políticas públicas.

No sigamos empeñados en mirar el acto educativo como un acto casi sacramental en el que desprendemos al individuo de su entorno, de su propio contexto, para seguir reproduciendo individuos enajenados socialmente y de sí mismos. No ignoremos la responsabilidad que tenemos desde la escuela para erradicar la violencia de género y la discriminación, en la que todavía nos falta mucho por hacer.

Dice Freire que “hay que encontrar los caminos exactos para la creatividad de los alumnos, de los niños y las niñas, un camino de libertad. La revolución se hace porque, precisamente no hay libertad” (Espadas: 2017).

Recuperar la palabra y la memoria de las mujeres latinoamericanas, libertarias, mujeres indígenas heroicas, ancestras, es también permitir a nuestras niñas reconocerse como herederas de estas mujeres míticas y sabias. Es darles el recuerdo y la palabra, la filosofía como una herramienta para el desarrollo del pensamiento creativo y la exploración de la condición de género con respeto a su espacio cultural, cosmovisivo, histórico y contemporáneo. Porque como dice el poeta maya Isaac Carrillo Can:

“La voz es la voz, es la hija de los pensamientos, el fruto que se come dulce, y lleno de sabor, que se viste de fiesta y sale a la plaza a perfumar historias con su canto. La voz es la madre de los poemas, de los cuentos, de las historias nocturnas, la voz es la abuela de los conjuros, de las súplicas, de las invocaciones. La voz, el regalo de los dioses para que la memoria permanezca a pesar que el tiempo quiera llevársela”. (García: 2016)

“Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo” (Martí, 2017), devolvámosles pues la palabra y la memoria a nuestras niñas, “por” y para “el equilibrio del mundo”. (veronicagarcia.rdz@gmail.com)

Referencias

DE SAINT-EXUPÉRY, Antoine. “El principito”. Dante. México, 2016.

GARCÍA RODRIGUEZ, Verónica. “Ko’olelo’ob, migrantes del tiempo, hijas madres y abuelas escribiendo la memoria. FONCA/SEGEY. Mérida, 2016. Disponible en: http://unidadeditorial.yucatan.gob.mx/KOOLELOOBMIGRANTES-DEL-TIEMPO.php . Fecha de consulta: 20 de enero de 2019.

GARDER, Jostein. “El mundo de Sofía. Novela sobre la historia de la filosofía”. Grupo Editorial Patria/ Edit. Siruela. México, 2011.

MARTÍ, José. “La Edad de Oro”. Centro de Estudios Martianos/SEGEY. Mérida, México, 2017.

MARTÍ, José. “Nuestra América”. Centro de Estudios Martianos/Universidad de Guadalajara. México, 2002.

PÉREZ, Esther y Martínez, Fernando. “Diálogo con Paulo Freire” en Hablando con dos educadores populares: Paulo Freire y Frei Betto. Colección Educación Popular del Mundo Num. 28. Edit. Caminos. La Habana, 2017.

* Leído en la IV Conferencia Mundial Por el Equilibrio del Mundo en La Habana, Cuba.

1 Texto escrito por María Raz, una mamá de la comunidad maya de Yaxkukul en Yucatán.

2 Texto escrito por Emelyn Berenice Chin Hoil, estudiante 6° de Primaria de la comunidad maya de Oxkutzcab.

3 Texto escrito por Vanessa de 10 años de edad de la comunidad maya de Cansahcab.