Opinión

Sotanas y hábitos, la piel de Judas

Jorge Lara Rivera

En fecha reciente Jorge Mario Bergoglio Sívori (alias el Papa “Francisco”) quien en una carta de petición de perdón a víctimas de los estragos de la lascivia clerical “in genere” escribió que el diablo suele disfrazarse de luz (“una luz cegadora…” a juzgar por la negación que provoca en la propia Iglesia a admitir sus estragos), ha vuelto a prevenir contra Satán (fue durante una alocución ante jóvenes a quienes alertó de cómo ahora la gente ha caído en el garlito de obviarlo, olvidar su existencia e incluso de negársela).

Sin duda, tal fue el caso de la fanática adoración que el abyecto Marcial Maciel suscitaba entre la feligresía ligada a los Legionarios de Cristo, a sus Juventudes y a Christi Regnun, con su bien aprendido truco del edificante discurso de Valores y Pureza, mientras le daba vuelo a la hilacha metiendo mano donde no debía en niños y jovencitos.

Pronto hará un año (mayo, 2018) que el Vaticano “alargó” la dispensa (licencia) a su “Prefecto de la Secretaría de Asuntos Económicos” –tesorero–, y cercano consejero del Papa, el cardenal australiano George Pell, 3º en su jerarquía mundial, quien a la sazón enfrentaba numerosas denuncias por abusos sexuales cometidos contra menores durante su gestión en la isla continente de Oceanía además de un juicio por encubrimiento de pederastia por el cual a sus 77 recibió condena (3 de julio del 2018) y cumplió prisión domiciliaria allí, en Central Coast, en casa de su hermana. El revuelo que el caso suscitó en Australia puso al mismo tiempo al descubierto que allí lobos cuidan el rebaño: 7% de los sacerdotes católicos de Australia están acusados de abuso (entre 1950 y 2010) contra niños; incluso el arzobispo de Adelaida, Philip Wilson, fue condenado a un año de cárcel por encubrimiento de delitos de esta índole cometidos por curas (aunque en diciembre, en 2ª instancia se le exculpó). Tras haber faltado a la Ley de Dios mintiendo reiterada y contumazmente negando las denuncias, pese a sus probadas negligencia y omisión ante abusos sexuales perpetrados por sacerdotes y con el antecedente de culpabilidad en el juicio por encubrimiento de pederastia que le valió condena de prisión domiciliaria, el miércoles (13 del mes en curso) tras la declaración unánime de culpabilidad pronunciada por el jurado en diciembre del 2018, el juez Peter Kidd del Tribunal del Estado de Victoria, aunque muy misericordemente ha sentenciado al fementido cardenal australiano Pell en el juicio que se le siguió por 5 delitos de pederastia –incluso 1 de penetración oral– que cometió contra 2 menores que pertenecían al coro de la catedral de Melbourne, a 6 años de prisión, de la cual necesariamente tendrá que cumplir al menos 3 años con 8 meses antes de poder solicitar la libertad condicional.

(Y es que con respecto a su política de tolerancia cero, el Vaticano perdió credibilidad dejando mucho que desear en el modo de encarar la situación del cardenal Pell: no fue separado de sus funciones como responsable de las finanzas hasta 2 días antes de hacerse pública su condena por encubrimiento. Ni se le obligó a renunciar de su cargo, sino que su ministerio expiró de manera natural al llegar a los 75 años. No se le relevó como ‘staff’ en el ‘C9’ –organismo de cardenales que asesora al Papa en las reformas– hasta 2 años luego de que tuvo que volver a Australia en calidad de imputado, y únicamente porque Roma se enteró de que sería condenado.

Todo lo cual contradice la transparencia, control a los obispos y castigos concretos que ofreciera en la cumbre interepiscopal contra abusos a menores realizada a fines de febrero en la Santa Sede). En su condena, simbólica, se tomó en cuenta su avanzada edad, algo que el abusador no consideró en sus víctimas al perpetrar sus deleznables crímenes.

Con el antecedente de la impunidad lograda por P. Wilson, arzobispo de Adelaida, los abogados del cardenal pedófilo han apelado el fallo y se dice que dada su influencia (ya tiene una audiencia agendada con el Papa) tiene altas posibilidades de exculpación en 2ª instancia, entonces ¡quién es el diablo!