Opinión

De Peces y Populistas

Por León García Soler

A la mitad del foro

Largo el fin de semana y dejó para el jueves entrante la conmemoración del natalicio de Benito Juárez. Será porque este año cayó en domingo el día de San José y en la España de Franco se festejaba el 1º de mayo como Día de San José Obrero, una vez que en la Plaza de San Marcos el Vicario de Cristo fijó fecha y santo para tapar el Día del Trabajo y la memoria de los Mártires de Chicago. Cada quien lo suyo y a cada santo le llega su fiestecita. Aquí se adelantó en los mítines del Palacio Nacional que habría una estación de TV abierta para cada Iglesia.

Y malhaya quien haga una broma con la politiquera y madrugadora versión de la Visita de las Siete Casas, como sinónimo del recorrido de los del priato tardío por las antesalas del gabinete ampliado del que saldría ungido por “el dedazo” el sucesor del César sexenal. Se acabó lo que se daba. Andrés Manuel López Obrador habla a nombre del pueblo bueno y sabio, cada mañana, después del encuentro con los jefes militares de la Seguridad Pública, en espera de serlo de la Guardia Nacional; con la colaboración de doña Olga Sánchez Cordero, símbolo y signo de la equidad de género y de las variables de la que fuera Secretaría de Gobernación, Ministerio del Interior en el sueño fugaz de Porfirio Muñoz Ledo. Ah, también de Alfonso Durazo, quien tiene voz en el exterior del cónclave.

Y ahí, en la mañanera revivió la terca realidad y cambió de rumbo el populismo, bandera de AMLO al frente del pueblo bueno en la lucha contra los conservadores de las elites que por un tiempo estuvieron incrustados en la “mafia del poder”. Nadie hable del Mesías Tropical. Nadie se atreva a volver a comparar al tabasqueño con el venezolano Chávez. En sus primeras incursiones como aspirante a la Presidencia de la República, AMLO enfrentó la maquinaria electoral y a la oligarquía en ciernes. Y en ese entonces se popularizó su condena y denuncia del “compló” que impediría su arribo al poder del Ejecutivo de la Unión que se deposita en un solo individuo. El pasado 1º de julio los ciudadanos depositaron un alud de votos a favor de AMLO. Y el populismo alcanzó alturas de santidad.

Hasta que los idus de marzo llegaron y vino la acusación pública, desde la tribuna del hombre solo cada madrugada: No hay olvido para la corrupción y sus practicantes, siempre de gobiernos anteriores, del viejo gobierno destinado al basurero de la historia, a partir del arribo de la Cuarta Transformación. Pero Santiago Nieto, fiscal desdeñado en los tiempos del mal gobierno, apareció al lado del Presidente del Gobierno de México, y denunció a los promotores, inversionistas productores, y directores del documental “El Populismo en América Latina”, como autores y actores de una “campaña negra”. Y procedió el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público a interponer ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, una denuncia por delito equiparable a lavado de dinero.

Numerosos acusados y diversas organizaciones como el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, empresas como la minera Peñoles, junto a accionistas y publicistas de TV Promo y Grupo Promo, ambas sociedades de capital variable, así como el Bufete de Proyectos de Información Y Análisis, también SA de CV. Los indiciados hicieron un documental sobre el populismo en América. Y Andrés Manuel López Obrador habló de las cantidades invertidas en la obra que se exhibió en cines, televisión y redes. Desde 47 millones 900 mil pesos hasta 186 millones de la constructora OHL México y dos mil 500 millones “provenientes del programa de apoyo a la comunidad del Estado de México”. Nada que agregar a la acusación, salvo que más de dos mil millones para un documental son muchos millones y muy poco populistas.

Y de populismos se trata. De la confusión semántica y el caos político que resulta del uso y abuso del término. Según la Real Academia se trata de una “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Y de ahí a buscar el hilo de Ariadne y tratar de salir del laberinto. Si López Obrador ha sostenido que no ambiciona el poder, sino trabajar a favor de los de abajo: “primero los pobres por el bien de todos”; y si no quita el dedo acusador de los “conservadores”, de la elite concebida como deshonesta que, según los sociólogos, son vistos como la oposición “maniquea” del pueblo bueno: ¿por qué el disgusto y el juicio contra el tema del documental, espejo de campaña negra?

Cien días y se acaba el tiempo. La aprobación por unanimidad plural en el Senado de la iniciativa de reforma constitucional que instituye a la Guardia Nacional, se empaña en los prolegómenos de la seguridad pública a cargo de una corporación de origen militar. Bajo mando militar, así sea por cinco años. No se puede negar el incremento incesante de la violencia criminal, o dejar de ver la actividad del narcotráfico. Será por las impecables razones de la disciplina a lo dicho por el líder, ya Presidente de la República, que decretó concluida “la guerra contra el crimen”. La que declaró el ex presidente Felipe Calderón, con el proverbial palo al avispero. Pero no basta culpar al pasado ante el Bajío incendiado y el estallido por ausencia del Estado en Veracruz, donde debiera gobernar Cuitláhuac García Jiménez.

En cien días de constante actividad, de incesante campaña para no dejar el contacto con el pueblo, para cumplir a su manera y “mandar obedeciendo”, se proyecta la imagen de quien se ha propuesto “transformar a México”; y hacerlo en un corto sexenio que equivalga a dos. Pero hay entre sus leales seguidores y quienes insisten en que el populismo es una ideología e izquierda. Aunque el mundo entero se ahogue en la marea de populistas de derecha que se han hecho del poder, así como algún sobreviviente del populismo de izquierda que padezca el intervencionismo de la extrema derecha.

Y la euforia de aquellos que declaran solemnemente que el 1º de julio no hubo una elección, sino “una revolución”. ¿Por eso hablan de la Cuarta Transformación y no de la Cuarta República? ¿Por eso han cambiado el lema de la papelería oficial que ahora dice “Gobierno de México” y no Gobierno de la República? De ser así, sobran motivos para inquietarse ante la propuesta presidencial de modificar la propuesta ciudadana y de instituir la revocación de mandato presidencial. López Obrador ha declarado que no aspira a la reelección, que es maderista fiel al lema de Sufragio Efectivo-No reelección. Pero el incluir la revocación o aprobación del mandato en las elecciones intermedias, no debió ser a propuesta del Presidente. Sobre todo de quien recibió un firme y avasallador mandato de ser el titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión durante cinco años y diez meses, un sexenio corto conforme a la norma establecida en aras de reducir el largo interregno de inquietante duplicidad y dudas.

Eso y la innegable, indudable influencia del nombre de un Presidente de la República, así no fuera tan popular como es ahora López Obrador. Y podría llegar a serlo en 2021. La mayoría en la Cámara de Diputados, en el Senado de la República y el milagro de la austeridad convertida en abundancia al eliminar a los delegados de las dependencias federales y enviar sólo a uno, verdadero jefe político del porfiriato, se traduce en el mando único, en el centralismo de un hombre solo. Imposible olvidar que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.

Sobre todo en la hora de “transformar a México” con un escapulario en la mano. Y de ejercer el poder bajo palabra, la de gobernar para todos, sin excepción, sea cual fuere la escala social, trátese de varones o mujeres, y de cualquiera que sea la religión que profesen. No es metáfora lo del escapulario que exhibió y cuyo texto transmitió a los mexicanos del común: ¡Detente enemigo, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo! Nadie puede reprocharle la fe religiosa, Pero Andrés Manuel López Obrador protestó solemnemente “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen...” Y la nuestra establece claramente que la República es democrática, federal, laica...

De ahí que suenen las alarmas al declarar el Presidente López Obrador que a cada Iglesia se le otorgará una concesión de televisión abierta. De ahí que no sea por potenciales intereses creados que haya críticas y protestas por la designación como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de Yasmín Esquivel Mossa, sino por los antecedentes en su carrera. Porque en funciones de Magistrada del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del (entonces Distrito Federal) no se excusó de actuar en proceso en el que era parte su marido.

Apenas algo más de cien días y se diría que ya se ha transformado tanto a México que el Presidente del poder tempranero ha señalado públicamente a reporteros y analistas críticos de su gobierno, sin dejar de expresar su absoluto respeto por la libertad de expresión; o que súbitamente haga pública su sospecha de faltas o delitos por “omisión” cometidos por José Narro, ex rector de la UNAM, ex secretario de Salud y precandidato a presidente del CEN del PRI. Y de inmediato, diría que él no se mete en eso, que eso lo haría un hipócrita.

Y como dijo al asegurar que no se reelegiría Presidente de la República: “No soy un ambicioso vulgar”. Juárez no debió de morir...