Opinión

Agresiones de Estados Unidos contra América Latina y el Caribe - El caso de Nicaragua

Michael Vázquez Montes de Oca

En su decisión de retomar el control de América Latina y el Caribe el imperio norteamericano debe hacer desaparecer a los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela prioritariamente.

En 1979 un levantamiento encabezado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrocó a la dictadura de la familia Somoza, respaldada por Estados Unidos y que había gobernado desde los años 30. En 1984 su candidato presidencial, Daniel Ortega, obtuvo una victoria aplastante en las primeras elecciones libres celebradas en décadas.

En dicha fecha existían enormes problemas en el país, la guerra había producido más de 50 mil muertos, miles de familias que carecían de hogar, sus escasas infraestructuras en ruinas, altas tasas de analfabetismo, pobreza extrema, muy deficiente salud pública y una deuda exterior de 1600 millones de dólares. Muchos profesionales cualificados y expertos hombres de negocios huyeron, se produjo una escasez de alimentos y combustible.

Se emprendió la labor de reconstrucción, creando una nueva estructura política y económica, con el objetivo de mejorar las condiciones de la población, en especial la más pobre. Nacionalizó las pertenencias de la familia Somoza y la oligarquía que la rodeaba; dentro de los cambios económicos impulsados, el reparto de las tierras fue una de la prioridades, consiguiendo llevar a cabo una reforma agraria parcial, aunque la mayor parte de las tierras y los negocios permanecieron en manos del sector privado; se garantizaba la propiedad privada y el respeto a los derechos humanos y programaba a Nicaragua como no alineado e inicialmente recibió ayuda de países extranjeros, incluso de los Estados Unidos.

Fueron creadas granjas cooperativas que congregaban a pequeños productores, facilitándoles el acceso a créditos, herramientas e insumos, fomentándose la producción agrícola para el consumo propio y la exportación. La economía fue organizada como mixta con predominio del sector público, se nacionalizó la banca y se tomó el control del comercio exterior al ser la exportación de productos agrícolas la base de la obtención de recursos para la importación de alimentos y otros bienes de consumo.

La educación se consideró prioritaria, en 1979 el índice de analfabetismo era mayor del 50% y en 2 años quedó reducido a un escaso 13%; se realizaron políticas sanitarias y de educación superior, así como un plan de infraestructuras, que lograron reducir muy ostensiblemente las tasas de enfermedades y la mortalidad infantil.

Se tomaron medidas de dinamización social tendentes a implicar a todos los sectores sociales en la reconstrucción y lograr los objetivos. Fueron creados los Comité de Defensa Sandinista (CDS) para enfrentar las acciones contrarrevolucionarias, los sindicatos tomaron relevancia, se extendieron los sindicatos al mundo rural, aunque sobrevivieron organizaciones independientes. Nacieron y se potenciaron organizaciones de participación ciudadana, grupos de mujeres, estudiantes y jóvenes.

Sin embargo, los logros iniciales se vieron socavados por el impacto de una oposición armada (la “contra”) organizada y promovida por Estados Unidos, el colapso de los precios internacionales de las materias primas a principios de la década de 1980 y los errores de la política sandinista, incluido un excesivamente y ambicioso programa de inversiones a gran escala.

En 1990 una población cansada de la guerra, votó por una amplia coalición liderada por Violeta Chamorro, pero para obtener una muy necesitada financiación el Fondo Monetario Internacional (FMI) este le obligó a adoptar políticas económicas excepcionalmente austeras. A mediados de dicha década, Arnoldo Alemán, un populista de derecha que posteriormente fue condenado a diez años de cárcel por corrupción, ganó las elecciones y en el 2001 lo sucedió quien había sido su vicepresidente, Enrique Bolaños, un líder empresarial ferozmente antisandinista.

Ortega volvió a asumir la presidencia en 2007 gobernando gracias a una estrecha alianza con los principales grupos empresariales de Nicaragua, el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), la principal organización empresarial privada, con la que había tenido una relación extremadamente conflictiva en la década de 1980, con la American Chamber of Commerce [Cámara Estadounidense de Comercio], que incluye a las principales empresas estadounidenses y con el apoyo de los líderes de los principales sindicatos, que están afiliados al FSLN.

A su regreso al poder, emprendió un programa contra la pobreza llamado “Hambre Cero”. Se había benefició del petróleo suministrado por Venezuela en condiciones muy ventajosas y según el acuerdo firmado, Nicaragua pagaba la mitad y la otra mitad era un crédito a bajo interés y a largo plazo que proveía fondos para invertir en una amplia gama de proyectos pero a medida que se deterioraba la situación en Venezuela fue disminuyendo y en 2017 no se recibió ninguno y desde entonces ha tenido que comprarlo en el mercado internacional y los gastos sociales financiados se han tenido que reducir, el programa ha ido disminuyendo y entre 2018 y 2022 se irán retirando paulatinamente las tarifas subvencionadas.

Con una población de 6.2 millones de personas en 2017, tiene el segundo ingreso per cápita más bajo de las Américas. Su economía ha crecido mucho, entre 2010 y 2017 el promedio del crecimiento económico fue un poco inferior al 5% al año, el tercero más alto en América Latina.

Por más de una década Nicaragua fue ejemplo para América Latina y el Caribe de desarrollo en paz, equidad, inclusión, seguridad y enormes avances sociales para su pueblo, pero quizás el principal error del gobierno de Daniel Ortega fue olvidar que no se podía contar con una alianza incondicional con los grupos empresariales y otros factores de la que, ante una coyuntura que les permitiera tomar el poder, conspirarían contra la administración izquierdista del FSLN y esa coyuntura se ha presentado con la llegada de las fuerzas reaccionarias lideradas por Donald Trump y su política de restauración conservadora. Como quizá era de esperar, Estados Unidos y su embajador han sido el principal soporte de los opositores al FSLN.

Impulsando este escenario y, a la vez, aprovechándose de él, Ileana Ros-Lehtinen, congresista republicana de origen cubano y Roger Noriega, ex subsecretario de Estados Unidos, son la cabeza visible en una cruzada contra Nicaragua. La base principal de la operación se instalaría en Costa Rica con el apoyo de la Fundación Arias del ex presidente, a través de la cual proyectan canalizar el sustento económico inicial a las acciones subversivas y la campaña mediática contra el gobierno de Daniel Ortega y la embajada de Estados Unidos en San José está al tanto del plan, dadas sus estrechas relaciones con Arias y la fundación.

Organizaciones financiadas por la NED, archiconocida pantalla de la CIA, trabajan en ambientes juveniles para movilizarlos a través de las redes sociales digitales en busca de que las fuerzas de seguridad ejerzan la violencia contra los activistas y eventuales manifestantes y poder pasar a la segunda fase, consistente en sentarla en el banquillo de los acusados ante organismos internacionales y regionales por supuestas violaciones a los derechos humanos. Todo, al igual que la derecha en Venezuela, Bolivia y Ecuador, invocando tácticas pacíficas, pero buscando que corra sangre.

Pero faltaría la guerra económica, de modo que fue aprobada la ley Nica o Nica Act que la priva de créditos de los organismos internacionales, a menos que restaure la democracia, según el criterio de Estados Unidos y asesta un rudo golpe a la inversión extranjera, necesitada desesperadamente por todos, mucho más si son pobres.

La Revolución realizó una reforma agraria dando tierras a los campesinos que no las tenían, la intervención de empresas y de la banca en busca de un sistema productivo mixto con un sector público fuerte y controlado desde el Estado, pero esto propicio la desconfianza del sector privado, tanto nacional como internacional que produjo una caída de las inversiones. La guerra de agresión, organizada y financiada por los Estados Unidos, a la que le hizo frente, obligó a dedicar recursos enormes a la defensa y a la restauración de los daños materiales que los combates provocaban.

Los objetivos del sandinismo, el derecho a una alimentación digna, a una vivienda, a la salud, a la educación que inicialmente fueron llevados a cabo por diferentes programas, se perdieron al ser abandonados por los gobiernos de carácter liberal de la década de los años 90.

El guión del golpe suave aplicado en Honduras contra Zelaya, en Paraguay contra Lugo, en Brasil contra Dilma Rousseff, el mismo que quiso imponerse en Venezuela Bolivariana contra Maduro, y el que pretende imponerse hoy contra Daniel sigue al pie de la letra el manual de Washington y su Guerra no Convencional, con el claro objetivo de apoderarse de nuestros países. Han resurgido y se incrementan las actitudes injerencistas de Washington contra Managua en coherencia con el propósito de Trump y sus aliados de acabar con todo lo que signifique socialismo o izquierdismo en la región, pero nuestros pueblos hasta ahora resisten.

El tiempo dirá de quién fue la victoria final.