Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la CDMX, declaró que “Los vehículos con hologramas ‘cero’ y ‘doble cero’ son ‘viejos’ y contaminan”, claro, los nuevos son tantos juntos que contaminan también. Ese es el problema en la contingencia ambiental el congestionamiento vehicular, con 9.5 millones de automóviles (90%) y transporte público y de carga (5%), es parte importante del origen de la enfermedad urbano-industrial en una ciudad con una metrópoli que abarca 18 municipios de su entorno inmediato más allá del Distrito Federal ahora CDMX punto central de concentración de masas, 10 millones en la ciudad y 27 millones en su alrededor inmediato en el mínimo espacio, así podemos caracterizar este fenómeno con alguna denominación que indique su prejuicio a la salud y la vida, que comprenda la degradación de la existencia humana con la ecología y sus efectos en el corto, mediano y largo plazo.
Es una ciudad “diseñada” para los automóviles con más y mejores derechos humanos que cualquier ciudadano de a pie, incluyendo el escabroso tema de los “estacionamientos” improvisados, diseñados para quitar espacio a los peatones, o en edificaciones que concentran gases.
Cierto, nadie quisiera estar en los zapatos de Claudia, quien enfrenta el concepto de modo de vida moderno con sus parámetros de prestigio de imaginario de lo superior y lo inferior, dota al vehículo de su valor parte de la personalidad del propietario con la condición de ser “transporte indispensable” por las distancias que recorre cada día y la seguridad, dado la ineficiencia del transporte público.
Los efectos de la contingencia ambiental, los gases con partículas disueltas, dosis de químicos corrosivos por las emisiones industriales.
Y claro, ¿qué haría usted ciudadano, ser humano simple?, pues esperar qué hará el gobierno, y el gobierno nos da una explicación objetiva y clara, que se queda en la mañanera para doctas reflexiones posteriores en la barra de programas de radio-televisión e Internet.
Uno espera, como cuando te diagnostican cáncer, calificada como enfermedad terminal e incurable, sin conocer los avances de la ciencia, que los hay, pero son impagables para la mayoría. Así es el capitalismo, el modo de organización económica que conocemos y que nos cobra la vida.
Claudia no paró el flujo vehicular en plena contingencia, ella lo hubiera hecho sin dudar, pero las empresas monopólicas la habrían acusado de pérdidas millonarias irreparables, con sus portavoces Carlos Loret, la hija de Alejandro Lora, la chistosa, con Brozo el payaso tenebroso, Adela Noriega, Ciro Gómez Leyva, entre otros tiradores de los medios monopólicos de información, que usan 30 billonarios de lo que 19 son mega billonarios, cuando se habla de megaproyectos más que un trenecito de carga y pasajeros que atraviese de Sureste a Norte y de Pacífico al Golfo de México, o hablamos del dueño de los medios de comunicación y la información que le ha puesto un celular o más en la mano a cada mexicano que usa todo el día y que paga la renta más cara del planeta, o el que vende harina de maíz con transgénicos con agroquímicos, que mata a las abejas y especies polinizadoras, que talan los bosques, incluidas las reservas de la biosfera para dejarlas desérticas o sembrar plantaciones de palma para extraer aceite de coco. En las plataformas petroleras 200 embarcaciones que presionan sobre la Sonda de Campeche para enviar diariamente 2 y medio millones de barriles de petróleo: el tráfico legal e ilegal de armas o las hidroeléctricas operadas con gasolina, en fin, los dueños que no aparecen y no pagan sus delitos ambientales y cobran renta e interés impagables en los bancos y sus tiendas, pero no pagan sus impuestos. Vaya problema.