Opinión

El acuerdo Unión Europea-Mercosur

Michael Vázquez Montes de Oca La Economía Popular

El Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (en lo adelante UE o Unión) tras dos décadas de negociaciones, aprobaron un acuerdo que consolidará los vínculos políticos y económicos y creará posibilidades significativas para un crecimiento sostenible en ambos lados.

Mercosur está integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y como asociados Bolivia, Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Guyana y Surinam, al estar Venezuela suspendida desde el 2017. Conjuntamente suman alrededor de 800 millones de personas, casi una cuarta parte del PBI mundial, con más de US$100 mil millones de comercio bilateral de bienes y servicios y aunque será el mayor por el número de habitantes, a nivel de transacciones sigue siendo modesto en comparación con los US$680 mil millones de Estados Unidos con la Unión (primer inversor global, que supera el 30% del total planetario).

Las exportaciones de Mercosur en el año 2018 a la UE correspondieron en un 71,3% a productos primarios y las manufacturas en un 25.8% y sus importaciones un 12.5% y 84.1% respectivamente. Es el principal proveedor de mercancías agrícolas al bloque con el 20% (casi 70% de la alimentación animal procede de Brasil y cerca del 80% de la carne de vacuno importada de Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay).

La eliminación de barreras arancelarias tiene distintos tiempos, no es inmediata. Se ha informado que la Unión excluirá los gravámenes para el 93% de las exportaciones, de manera completa e inmediata en el 80% de los industriales y en las agrícolas se comprometió a liberalizar el 99% (incluye un 17.7% en cuotas o preferencias fijas y con un trato preferencial).

Por el mercado suramericano se prevé prescindir de la mayor parte de los impuestos, lo que abrirá nuevas oportunidades para los europeos que participan en licitaciones públicas o que proveen servicios informáticos, de telecomunicaciones o transporte, entre otros, lo que hará que ellas sean más competitivas, incluyendo autos y sus partes (arancel 35% y 14-18%), maquinaria (14-20%), productos químicos (hasta 18%), farmacéuticos (hasta 14%), ropa y calzado (35%) o tejidos de punto (26%).

La alianza busca un claro objetivo político, busca llevar calma y va más allá del libre comercio, al contener provisiones para que las partes cumplan con altos estándares; se basa también en un pilar de diálogo político y otro de cooperación, reforzando la migración, economía digital, investigación y educación, respeto a los derechos laborales y humanos abarcando los de los pueblos indígenas, responsabilidad corporativa y social, protección del medioambiente, la lucha contra el terrorismo, el lavado de dinero, el cibercriminal y la promoción de una conducta empresarial responsable, quedando protegidos los patrones de seguridad alimentaria europeos. También afianzará la colaboración de las dos partes a nivel multilateral y en asuntos globales.

Es largo el camino para que llegue a cristalizarse, son muchos los filtros externos e internos que debe sortear antes de ponerse en práctica. Debe ser refrendado por los 28 miembros del “viejo continente”, pueden pasar hasta dos años o más, teniendo en cuenta la corriente de pensamiento que cuestiona cada vez más el libre comercio y su impacto en el clima y en caso que lo aprueben, tendrá que ser validado por el Parlamento Europeo, aunque algunos analistas estiman que ahora éste podría mostrarse propenso al mismo, como respuesta al proteccionismo liderado por Donald Trump.

Hay recelos en algunos países; Francia, Irlanda, Bélgica y Polonia advirtieron sobre los riesgos que podía entrañar para “el sector agrario y ganadero”. En Francia desató un oleaje de críticas, su Presidente, que ha visto en el mismo una forma de hacerse fuerte frente a Trump, expresó que su país no tiene aún condiciones para implementarlo (ha estado entre los más escépticos hasta última hora y le inquieta la posibilidad de que Brasil abandone los Acuerdos de París sobre el cambio climático) y el campo francés es muy beligerante, teme por las consecuencias que las importaciones de carnes y azúcar pueden acarrear para su producción y los ecologistas impugnan principalmente la deforestación del Amazonas, aunque olvidan mencionar la complicidad con europeos y estadounidenses en el uso intensivo de pesticidas y fertilizantes y las gigantescas subvenciones de la Unión, que han sido siempre un instrumento de desequilibrio en detrimento de los países productores.

En Alemania, el representante del principal sindicato agrícola, habló de una asociación totalmente desequilibrada, que pondrá en peligro muchas granjas familiares; más matizada fue la reacción de las organizaciones españolas, que pidieron cautela, al expresar preocupación de que no tenga en cuenta ciertas producciones agrarias, especialmente algunas mediterráneas. Más de 340 organizaciones sociales, unos setenta eurodiputados y las principales entidades agrarias se han dirigido a la Comisión Europea para que lo frenen, dado que consideran que las decisiones que se tomen ahora afectarán la vida de las próximas generaciones.

En Argentina, la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur alertó sobre el funesto impacto que tendrá para el sistema productivo de la región en general y para ciertas ramas estratégicas en particular y afirmó que es la sentencia de muerte de muchas fábricas y de gran parte del trabajo decente y de calidad; el diputado del Frente de Izquierda y candidato presidencial Nicolás del Caño aseguró que se trata de un arreglo ruinoso para los trabajadores y de beneficios para los agro negocios y las multinacionales y los camioneros se sumaron a la desconfianza y dudas que se despertó en los sindicatos, que señalan entre las principales objeciones la amenaza que suponen sus pares.

Según los especialistas consultados, los principalmente favorecidos serán los grandes agroexportadores del Mercosur (la carne argentina podría ser el rubro más agraciado), y en Europa, el industrial. Al analizar los perdedores, se invertiría la situación, quedarían ubicados los industriales del Mercosur, el tsunami transformará muchas empresas (PYMES y no tanto) en fáciles presas para su adquisición a precio vil; las compras públicas han sido siempre un bocado exquisito, sus montos y rubros están reflejados en los presupuestos; los campesinos lo serán en Europa, siendo los trabajadores franceses los más movilizados en su contra.

¿Por qué el apuro si se inició el proceso en 1995, interrumpido varios años y retomado en 2016 y despacio? La respuesta está en el lento crecimiento económico y un relativo fuera de juego de los actores que suscriben el compromiso, ya que ninguna de las partes es protagonista de las principales ligas contemporáneas, Estados Unidos y China con su guerra comercial y monetaria.

Supone una herramienta de profundización de las relaciones de subordinación de las economías periféricas a las centrales, fortaleciendo el perfil merco sureño de proveedor de productos primarios y abortando cualquier intento de industrialización que pudiera surgir. Tiene un fuerte contenido geopolítico; en principio ampliará la influencia de la Unión en la región, forma parte del forcejeo entre el multilateralismo que promueve conjuntamente con China frente al proteccionismo del gobernante Trump y al mismo tiempo es un fuerte aval a Macri, el cual, alentado por los resultados, anunció que está hablando con Brasil para tener un pacto similar con Estados Unidos, justo cuando comienza la campaña electoral donde aspira a su reelección.

La posibilidad de que Argentina y Brasil busquen el convenio fue recibida con una alta dosis de escepticismo en Washington, donde la idea fue calificada de “inverosímil”, y una eventual negociación se avizora complicada por los intereses de ambas partes. A los obstáculos y desafíos, se suman los dilemas que provoca la presencia en América Latina de un tercer actor: China, que inquieta enormemente a los norteamericanos. El Acuerdo no iguala las ambiciones que suelen tener los modernos estadounidenses; no hay ningún indicio de que la administración de Trump esté atraída.

Otra consecuencia indirecta de la firma, fue el anuncio de que Argentina y Brasil van a crear el “peso-real” como régimen monetario común, invitando además a Uruguay y Paraguay, con la aspiración de que cuando sea derrocado el Presidente Nicolás Maduro, se incorpore Venezuela. La noticia no ha tenido mayores repercusiones, que las del comentario de los que ven transcurrir la crisis sin la menor idea de cómo salir de ella y por Macri-Bolsonaro ni siquiera es eso, es apenas el deseo de poner alguna providencia que facilite el intercambio regional, ante el retroceso constante y la inestabilidad monetaria,

Nada se puede esperar del libre comercio, la libre competencia o el librecambio, todos mecanismos monetario-mercantiles desde el origen del capitalismo, que sólo sirven para un desarrollo que asegura la lógica de las ganancias acumuladas para la dominación y reproducción del orden capitalista.

Los pueblos de la región, necesitan discutir el rumbo liberalizador que empuja la derecha y retomar una senda de amplio consenso para el cambio del modelo productivo y de desarrollo. La pugna sobre el gobierno del globo terráqueo ya no radica en naciones, sino en las corporaciones multinacionales, que fijan las condiciones de emisiones de dólares, euros y de las restantes monedas que pesan universalmente.

Se está ante una variante actualizada de la lógica colonialista de trocar oro y riquezas por espejitos y cuentas de colores; la diferencia es que ahora se busca legalizar esa vieja técnica mediante instrumentos jurídicos vinculantes y obligatorios, los tratados internacionales de “última generación”, que forman parte del despliegue estratégico de los países desarrollados y en especial de las grandes corporaciones transnacionales para continuar acumulando ganancias y extrayendo recursos de los países del sur.

El neoliberalismo es dominante mental y culturalmente en gran parte del planeta; en grandes secciones de la sociedad se ha perdido una visión de futuro, dicho de otra manera, el futuro queda subsumido al mercado, al consumo y la rentabilidad de menos del 1% de la población mundial.

El comercio, entonces, es libre para los ricos, para las transnacionales, para los inversores, no para los pobres; la riqueza de pocos genera la pobreza de la mayoría y se alimenta de ella. Al despertar de ese letargo un día, con un mínimo de realismo, por solidaridad o por egoísmo, la promesa del desarrollo en los términos en que está concebida, sólo puede merecer el rechazo a la barbarie de un sistema tan deshumanizador como el capitalismo.