Opinión

El despojo también es corrupción

María Teresa Jardí

El mismo día que se realizó la marcha de mujeres hartas de poner el cuerpo y perder la vida sin que nada mejore y al contrario el genocidio aumente de manera alarmante, incluso en la Ciudad de México donde un promedio de 9 mujeres son asesinadas cada día, a las que se suman las violadas, golpeadas, torturadas, lesionadas por maridos, hijos, padres, familiares, policías y un largo etcétera, que suma a otras mujeres también como verdugos conscientes e inconscientes porque en no pocos casos son a su vez víctimas impotentes frente a los que tienen aunque sea un ápice más de poder. Porque de ejercicio de poder sobre el otro nos habla la exhibición de la ira contenida y la violencia desatada que aumenta de tono, amenazando con arrasar como imparable río desbordado lo que encuentre a su paso.

La evidente provocación, de un hombre joven dando un puñetazo a un reportero, difundida en vivo, ocurrida en la marcha de mujeres convocada para exigir el respeto al más elemental de los derechos como es el derecho a la vida pisoteado de manera alarmante en México, visibilizada que ha sido la violencia, que en contra de las mujeres se tolera también en la capital de la República, al bajo precio de la ruptura de una puerta de vidrio, debe ser castigada.

En el entendido de que ojalá y no nada tenga que ver el utilizado como provocador con la necesidad de extender la Ley garrote tabasqueña al resto del país en aras de garantizar el despojo que empresas extranjeras cometen. Ley garrote necesaria para el otorgamiento de regalos como La Selva Lacandona para Alfonso Romo y el aumento de la siembra de transgénicos con la bendición también de Víctor Villalobos, quien se desempeña como titular de la Sader. Alarmante el aceleramiento destructivo que no permite respiros.

Convertido el béisbol en deporte nacional por decreto. A la riada de furia incontenida de las mujeres se debe sumar la destrucción del Club Vaqueros de Xochimilco.

En la Jornada del sábado se nos informa que: “...Después de que por 42 años fue campo de entrenamiento del Club Vaqueros de Xochimilco, donde entrenaban 450 niños y adolescentes, en 60 minutos trabajadores de la alcaldía encabezada por el morenista José Carlos Acosta, lo destruyeron. Niños y jóvenes que se encontraban ahí fueron desalojados por la fuerza y vieron pasar el trascabo que tiró el graderío, oficinas, bancas, cafetería, techumbres y hasta el muro perimetral con la zona ecológica de Xochimilco. A pesar de que algunos jóvenes intentaron impedir la acción, fueron enfrentados por golpeadores acompañados por policías de la alcaldía y personal de vía pública. Los sujetos de la alcaldía eran jóvenes que vestían pantalón de mezclilla, gorras y mariconeras, (halcones como los del echeverrismo o porros de otros o paramilitares todos lo mismo añado yo) los cuales se sentaron cerca de la valla de policías que se formó mientras la maquinaria pesada derrumbaba las estructuras, y pese a que se dijo que eran trabajadores, no realizaron alguna labor, sólo intimidaron. A lo lejos y con el rostro enrojecido, los usuarios veían impotentes la destrucción... Daniel Rocha, presidente del club, manifestó que el autoritarismo con que se condujo la alcaldía se debió a un adeudo de 260 mil pesos que se tenía por dos años de renta. La moratoria, narró Rocha, no fue en esta administración, “al llegar a dirigir el club sabía que teníamos el adeudo y me reuní con Francisco Pastrana –director general de jurídico y gobierno– a quien le dije que se pagaría, pero quería que lo hiciera en cinco días... El último intento para exponer cómo se harían los pagos fue hace mes y medio: ‘Llegué a las oficinas del alcalde (morenista) José Carlos Acosta, la cita era a las dos de la tarde. Atendía a algunas personas. Supuse que habría que esperar y así fue. A las cinco de la tarde me dijeron que se había ido. No me quiso recibir’...”.

El desalojo llevado a cabo en el conocido coloquialmente como “Club Vaqueritos” que a tantos jóvenes y niños proporcionaba esparcimiento, también es corrupción.