Jorge Lara Rivera
Echar gasolina a una hoguera aumentará, sin duda, el fuego pero conlleva riesgo de que la llamarada alcance a quien la vierta y el chiporrotear extienda el incendio a otra parte, algunos próximos por el reguero que se deja. El bombardeo estadounidense el 3 de enero en Iraq, a las afueras de Bagdad y en Mosul, durante el cual falleció Qassem Soleimani, principal estratega iranio de operaciones militares, encubiertas o no del corrupto régimen teocrático chií en el extranjero con fuerzas especiales del Quds, unidad especial de la Guardia Republicana Islámica (fuerza paramilitar iraní clasificada como ‘organización terrorista’ por Estados Unidos), con Abu Mehdi al Muhandis, 2ª cabeza de ’Kataeb Hezbollah’, parte de ‘Hashd al Shaabi’ que aglutina milicias proiraníes integradas en el Estado iraquí –causa de protestas civiles iraquíes masacrados por el gobierno de Iraq –, y otros 6 milicianos, aviva la ya elevadísima tensión de la explosiva zona, exacerbada por el previo del domingo. La ira persa acusa la dimensión del golpe que se da tras las maniobras navales conjuntas que realizó con Rusia y China en el océano Indico.
El canciller Mohamed Javad Zarif lo tachó de “acto de terrorismo internacional” y advirtió que “los Estados Unidos son responsables de las consecuencias de su aventura temeraria”, mientras aseveraba que en la lucha contra el terrorismo, el comandante Soleimani era el “más efectivo en la lucha contra el ISIS, Al Nusrah, Al Qaeda y las demás”; el ayatolá Alí Hoseini Kameini, líder supremo de esa teocracia, jura “dura venganza”; y su pelele, el presidente Hassán Rohaní, dice que EE.UU. “no se da cuenta del gran error que ha cometido”, pero “verá las consecuencias de su error no sólo hoy sino también en los años venideros” (Curioso: Wang Yi, titular de Relaciones Exteriores de China –que se anexó Tíbet, invadió Vietnam, despojó a India, amenaza a Taiwán, reprime en Hong Kong y a los uigures en Xinjiang, disputa a Japón las islas Senkaku y construyó islas artificiales para apoderarse de más mar patrimonial– habla de “abuso de la fuerza”, “arriesgados movimientos militares” y “violaciones al derecho internacional” por EE. UU.).
Tal furia revela también rabia por frustración e impotencia inocultables, pues estos días Teherán no las tiene todas consigo: más allá de las manifestaciones de acarreados oficialistas tras la muerte del mílite, la ira popular mostrada en masivas protestas de la población por el deterioro de la economía doméstica pese a la violenta represión (4 mil asesinados y miles de detenidos torturados), persiste, latente, y amenaza potencialmente la permanencia en el poder de los clérigos; y la drástica reducción de las exportaciones petroleras por sanciones internacionales deja poco margen de maniobra al autoritario régimen que ha devenido en un factor de desestabilización en Medio Oriente (independientemente de la injustificable presencia e intervencionismo de Washington creando y administrando los conflictos de esa región, como su imperialismo suele hacer en el resto del mundo).
Las constantes provocaciones de Irán en el Estrecho de Ormuz, sus amagos a los países del Golfo Pérsico y el mar de Arabia, y los ataques a la infraestructura de la industria petrolera saudiárabe habían quedado sin proporcionalidad al agravio infligido, pero el ataque con 1 cohete disparado por Hezbollá el 27 de diciembre contra una instalación militar iraquí, donde resultó muerto 1 contratista norteamericano, fue demasiado: 5 bombardeos estadounidense a esa milicia financiada por Irán en Iraq y Siria que dejaron 25 muertos y 50 heridos, fue la primera respuesta el domingo siguiente, así como el anuncio de envío de 750 soldados a la región. Manifestaciones de repudio los siguieron el lunes. Pero el asalto y el cerco orquestados por Irán a través de las ‘Fuerzas de Movilización Popular’ iraquíes, que controla, contra la Embajada de Estados Unidos en Bagdad los días 30 y 31 de diciembre, resultaron la gota que derramó el vaso.
Así, el aventurerismo injerencista iranio para dañar a sus enemigos: a Arabia Saudita desde Yemen vía los hutíes; a potencias europeas, incluida Turquía, los Estados Unidos y Saudi Arabia en Siria con fuerzas Quds desplegadas en la zona; a Estados Unidos y a los nacionalistas en Iraq infiltrando al gobierno para controlarlo y con apoyo a milicias chiítas; y a través de Hezbollá (Partido de Dios) y Hamas en Líbano y la Franja de Gaza palestina, respectivamente, contra Israel; sin exponer territorio ni población propios, parece haber encontrado tropiezo.
Trump ha dicho que la medida atajó ataques planeados contra diplomáticos e intereses de su país, que no busca un cambio de régimen en Irán, ni la guerra contra ese país, pero que tomará las medidas que estime convenientes si sus ciudadanos, personal o instalaciones son atacados. Si la imprudencia gana a la contención de las partes, todos lo lamentaremos porque precipitará al planeta a una gravísima crisis energética y económica, y peor: a una guerra de alcances, por alianzas secretas y declaradas entre los involucrados, todavía no previsibles.