Una tarde cualquiera de escasa brisa y bochorno pegajoso, de esas que se repiten sin variaciones en la plácida Chetumal, el arquitecto Alberto Villanueva, a la sazón jefe del Catastro del
territorio de Quintana Roo, fue instruido a presentarse en la oficina del gobernador Rojo Gómez.
Casi medio siglo después, Villanueva recuerda los detalles de ese en- cuentro: “Me presentó a un abogado que se llamaba Carlos Nader. Me explicó que venía del Banco de México, que el banco iba a construir un centro turístico en la parte norte, y que necesitaban identificar a los propietarios de los terrenos. Ayúdele en todo, me dijo, pero con total discreción”.
El auxilio resultó vital. Al frente del catastro, Villanueva era sin duda el experto número uno en el espinoso asunto de la tenencia de la tierra. La oficina a su cargo no sólo controlaba el inventario de los pocos lotes regularizados en la zona norte, sino que también tenía identificados a los posesionarios y a los rentistas, ya que entre sus funciones contaba la de expedir los permisos de obra.
Durante semanas, Villanueva y Nader bucearon en un océano de escritu- ras vetustas, contratos improvisados y testamentos manuscritos, hasta armar una primera relación de los propietarios reales de la isla. Con las conclusiones de la búsqueda, Villanueva se entrevistó de nuevo con Rojo Gómez: “Buen trabajo, me dijo. Dígale a Nader que ya empiece a comprar”.
El proceso de adquisición de la isla está descrito en el capítulo Laisletadel Caribe (pág. 35), pero ese texto requiere algunas precisiones. El nombre completo del ingeniero Ponce , de Mérida, que se menciona como propietario de Punta Nizuc, era José María Ponce Rubio, vincu- lado por matrimonio a un apellido yucateco de abolengo, los Laviada. Y la persona identificada como Coral de Martínez era, en realidad, Vicente CoralMartínez , un político isleño que llegó a ser senador de la República en tiempos de López Portillo (lo cual explica que haya resis- tido tanto tiempo las presiones de Fonatur).
Villanueva aporta sus propios recuerdos: “Un lote pertenecía a la ac- triz Leticia Palma, tabasqueña, muy guapa, que en su momento tuvo
RELACIÓN DE PROPIETARIOS DE LOS RANCHOS EN 1969EnIslaCancún Lote Propietario Nombredelsitio Hectáreas
- Carmen Gómez Rul de Barbachano “Sacramento” 6-00-00
- Angelina Magaña Carrillo Vd de Smith o Spitt* “Santa Inés” 14-00-00
- Carmen Gómez Rul de Barbachano “Paso del Negro” 15-00-00
- Carmelita Magaña de Martínez “San Ignacio” 5-00-00
- María de los Santos Figueroa V de Galué “San Francisco” 10-00-00
- María de los Santos Figueroa V de Galué “San José” 4-78-56
- María de los Santos Figueroa V de Magaña “San Antonio” 22-00-00
- Ausencio Magaña Rodríguez “Cancún” 8-96-00
- Gilberto Galué Figueroa “Vista Alegre” 18-00-00
- Julio Patrón Cervera y Vicente Erosa Cámara “San Francisco” 6-06-43
- Salvador Borrego y Hinojosa “San Vicente” 11-12-68
- Salvador Borrego y Hinojosa “Santa María” 5-71-74
- Esteban Lima Zuno “Dos Hermanos” 12-49-72
- Petronilo Martínez Sabido “San Pablo” 3-46-64
- Mercedes Soto de Lima “San Pablo” 5-48-56
- Prisca Gómez Sabido V de Fernández “San Joaquín” 21-16-59
- Prisca Gómez Sabido V de Fernández “San Pablo” 1-50-40
- Isidora Pacheco 4-52-92
- Vicente Coral Martínez “San Miguel” 26-40-00
- Manuel Castilla Sánchez “Paso Victoria” 7-93-40
- Esteban Lima Zuno “Paso Piedras” 8-72-07
- Manuel Garrido Peña “Paso Ramos” 5-00-00
- Vicente Garrido Peña “Paso Ramos” 6-00-00
- José María Ponce Rubio “Santa Elena” o “Santa Eloína”** 12-64-43
- Flora Sánchez Vda. de Castilla “Ital” 41-60-16
- Marciano Pastrana “Santa Lucía” 7-75-44
- Antonio Pastrana “La Esperanza” 8-58-90
- Cándido Povedano Martínez “La Esperanza” 16-04-05
* En la relación del mapa figura como “Smith”, pero en el informe se asienta como “Spitt”.
** En la relación del mapa se escribe como “Santa Elena”, mientras que el informe lo marca como “Santa Eloína".
NOTA: En la relación original del mapa, aparece como propietario del lote 25 “A” el señor Manuel Castilla, pero en el mapa no se ubica este sitio.
pleitos con Jorge Negrete cuando era dirigente de la ANDA. Negrete la hizo expulsar, la vetó, y nunca volvió a filmar. Y había otro pedacito que era de Vicente Erosa Cámara, el exalcalde de Mérida, cerca del Sheraton.”
Tomando como base el Informe de los predios de la costa del Mar Ca-ribe , elaborado por Enrique Gamboa Alonzo, delegado en el territorio del Departamento de Asuntos Agrarios (DAAC), el periodista Francisco Verdayes publicó años después un croquis de predios y una relación de los propietarios de la isla en 1969. Aunque pone en duda las gestiones de
Nader (contraviniendo los testimonios de Enríquez Savignac y de Alberto Villanueva), aporta valiosa información sobre la posesión fragmentada de los lotes y sobre sus dimensiones. Con disfraz o sin él, el asunto es que Nader logró enajenar la mayoría de los lotes e incorporarlos a los activos de Infratur, que de esta manera estuvo en condiciones de arrancar la construcción de su ciudad turística. El episodio, que requirió la interven- ción directa del jefe del catastro, permite imaginar el desorden que reina- ba en los registros oficiales, plagados de posesionarios y prestanombres. Y es que, si Cancún era un embrollo, la tenencia de la tierra en Quintana Roo podía definirse como un gigantesco rompecabezas.
La colonización moderna del territorio se inició en tiempos del porfi- riato, cuando el gobierno federal autorizó a dos compañías a poblar la zona oriental de Yucatán, a cambio de cuantiosas extensiones de tierra. La primera, El Cuyo y Anexas, propiedad del empresario yucate- co Ramón Ancona Bolio, inició la explotación de salinas en la costa (El Cuyo), de palo de tinte en el interior (Solferino), y construyó un ingenio azucarero en las cercanías de Chiquilá, frente a Holbox. Quebró a prin- cipios de siglo, y sus activos fueron confiscados por los bancos, pero su huella es aún palpable en la zona limítrofe con Yucatán.
Más significativa para Cancún fue la Compañía Colonizadora de la Costa Oriental de Yucatán, del empresario Faustino Martínez, quien inicia labores instalando tres campamentos. El más próspero de todos fue Yaliquín (o Yali- kín, o Yalicim, dependiendo del mapa que se mire), situado en las cercanías de Cabo Catoche (y de Boca Iglesias), cuya producción llegó a alcanzar 6 mil toneladas de palo de tinte por temporada, volumen que para ser desplazado requería un parque de 100 plataformas y un hato de 700 mulas. Merced a ese auge, Yaliquín creció hasta tener una población de 600 personas, que en época de cosecha se incrementaba hasta mil 500, una multitud si tomamos en cuenta que a principios de siglo todo el norte de Quintana Roo, incluyendo las islas, sumaba 3 mil 809 habitantes (y todo el territorio, 9 mil 109).Pero su prosperidad resultó pasajera: la comunidad desapareció sin de- jar rastro y en los mapas modernos de Quintana Roo la zona aparece como un páramo despoblado, parte de la reserva ecológica de Yum Balam.
Los dos campamentos restantes se instalaron en la periferia del actual Can- cún: El Meco, junto a las ruinas mayas del mismo nombre, que combinaba la explotación del chicle con la pesca; y San José de Las Vegas, que debe su nombre a la introducción del cultivo del tabaco, iniciada a principios del siglo XX por familias provenientes de Puerto Rico. Vestigios del casco de la hacienda todavía existen en la zona de las sascaberas, a un costado del bulevar que conduce al aeropuerto, e incluso funcionaron como restaurante durante algunos años.
Más cercano a San José, pero tal vez adscrito a El Meco, hay también noticias de una ranchería, Buenaventura, que se extendía hasta la ribera de la laguna
Un mapa de las extensionesotorgadas a los colonizadoresdurante el porfiriato. En la zonade Cancún se aprecian dos víasde ferrocarril, que conducíanhasta las vegas de tabaco de San José y los almacenes en las cercanías del actual PuertoJuárez. El sistema ferroviarioque comunicaba Yalicim eranotable.