Quintana Roo

Quintana Roo registra más de 90 casos de depresión en cuatro semanas

En Quintana Roo, un promedio de 25 personas son diagnosticadas a la semana; 38 han tratado suicidarse.
Yucatán encabeza la  lista en la Península  con 111 pacientes  cada siete días;  mientras que en  Campeche, son 40
Yucatán encabeza la lista en la Península con 111 pacientes cada siete días; mientras que en Campeche, son 40 / Christopher Delgado

Durante las últimas cuatro semanas, Quintana Roo ha registrado 98 casos de depresión, lo que equivale a un promedio de aproximadamente 25 diagnósticos por semana o 3.5 casos diarios. Además, en lo que va del año, al menos 38 personas han intentado quitarse la vida, de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica.

Mientras tanto, en otros estados del sureste, la situación también es preocupante. En Yucatán se registraron 445 casos de depresión durante las últimas cuatro semanas, lo que equivale a un promedio semanal de 111 casos y aproximadamente 15.8 diagnósticos diarios. Campeche, por su parte, acumuló 160 casos en ese mismo periodo, con un promedio semanal de 40 y alrededor de 5.7 casos diarios. Si bien las cifras varían entre entidades, los especialistas coinciden en que hay una tendencia creciente en todo el país, con jóvenes como principal población afectada.

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Estas cifras no solo reflejan una estadística, sino una emergencia silenciosa que va ganando terreno en escuelas, hogares y espacios públicos. En estados como Quintana Roo, donde las condiciones de vida, el acceso limitado a atención psicológica y la presión social se combinan, el riesgo se multiplica. La depresión no distingue clase social ni entorno, pero sí castiga más fuerte donde hay menos herramientas para defenderse.

Apenas hace unos días, un joven decidió quitarse la vida dentro de una frutería en Cancún. Su muerte fue un recordatorio doloroso de que, aunque los números reflejan una realidad alarmante, detrás de cada cifra hay una historia, una persona que tal vez no encontró una salida o alguien que no supo cómo pedir ayuda.

En la entidad, las condiciones de vida y presión social son un detonante / Christopher Delgado

Los especialistas como Darwin Fernández y Ricardo Hinojosa advierten que la salud emocional de los jóvenes atraviesa una crisis silenciosa. Ambos coinciden en que la dificultad para relacionarse, la presión constante por encajar y la dependencia de los entornos digitales están minando la estabilidad mental de muchos adolescentes. El vacío emocional crece, especialmente cuando no hay herramientas para gestionar lo que sienten.

En escuelas, universidades y hogares, los síntomas suelen ser ignorados. El aislamiento, la falta de motivación o los cambios en el comportamiento muchas veces son atribuidos a “etapas” o “rebeldía”, cuando en realidad pueden ser señales claras de un cuadro depresivo. Y cuando no se atienden a tiempo, se corre el riesgo de que ese malestar emocional se transforme en una urgencia.

Los intentos de quitarse la vida se relacionan con la salud mental / Christopher Delgado

Darwin Fernández ha insistido en que uno de los grandes retos actuales es la baja tolerancia a la frustración, ya que la mayoría de los jóvenes ha crecido en una dinámica donde todo debe ser rápido: respuestas, recompensas, atención. Pero la vida no siempre funciona así, y cuando se enfrentan a la espera, al fracaso o al rechazo, no siempre saben cómo reaccionar. Ahí es donde se activa el desánimo, el sentimiento de vacío y, en algunos casos, el deseo de desaparecer.

Ricardo Hinojosa, por su parte, apunta a la falta de redes de apoyo como uno de los factores más determinantes, debido a que cuando el entorno familiar no es sólido, cuando en casa no se habla de emociones o hay violencia, el joven queda expuesto y si en la escuela tampoco encuentra contención, o si sus amigos no son un espacio seguro, todo se complica. A veces, lo único que tienen es un teléfono, y en lugar de encontrar ayuda, caen en comparaciones, juicios o presiones que empeoran el malestar.

Esta enfermedad psicológica afecta a gente de todas las edades / Christopher Delgado

En zonas vulnerables de Cancún, la realidad es aún más compleja. Jóvenes que crecen en contextos de carencias económicas, con padres ausentes o problemas familiares, viven con una carga emocional constante. Muchos de ellos normalizan la tristeza, el enojo o la indiferencia. No saben que lo que sienten puede atenderse, porque nadie les ha enseñado a ponerle nombre a lo que les pasa y cuando el dolor se acumula, explota.

La depresión no siempre se ve, ya que según los especialistas no siempre hay llanto o palabras de advertencia. En muchos casos, las personas que están en riesgo siguen con su vida cotidiana, trabajan, estudian, sonríen; por eso, los expertos insisten en la importancia de prestar atención a los pequeños cambios, a las señales sutiles, a las frases que parecen insignificantes pero que en realidad son gritos de auxilio disfrazados.

Tanto Darwin Fernández como Ricardo Hinojosa coinciden en que la salud mental debería ser parte fundamental de la educación, ya que no basta con enseñar materias académicas si no se enseña también a reconocer y manejar las emociones.