Quintana Roo / Chetumal

Vida de una mujer migrante: desafíos, anhelos y pasado

El camino es cansado y agotador, pues cada vez que necesitan venir a la ciudad, Rosa y su hijo deben estar despiertos desde las 04:00 a.m. para poder subir a la primera combi

Vida de una mujer migrante: desafíos, anhelos y pasado
Vida de una mujer migrante: desafíos, anhelos y pasado

Rosa F. viaja alrededor de tres horas, al menos una vez a la semana, desde el poblado de Canaán, una pequeña comunidad situada en la Ribera del Río Hondo, hasta Chetumal para llevar a su hijo al Centro de Rehabilitación Integral de Quintana Roo (CRIQ), donde recibe sesiones de terapia física.

El camino es cansado y agotador, pues cada vez que necesitan venir a la ciudad, Rosa y su hijo deben estar despiertos desde las 04:00 a.m. para poder subir a la primera combi que conduce a la capital de Quintana Roo y llegar de manera puntual a la cita.

Sin embargo, cualquier momento de incertidumbre se desvanece cuando ve los avances de salud en su hijo y la calidad de vida que le ofrece a su familia con su arduo trabajo de todos los días. Rosa F., compartió que es originaria de Buenavista (La Independencia), una comunidad en el estado de Chiapas con apenas una cantidad 1,736 habitantes.

Señaló que se emancipó de la casa de sus padres a partir de que cumplió 18 años. Desde pequeña se percató de la pobreza en la que se encontraban varias familias de la comunidad, incluyendo la suya, y el constante esfuerzo que sus padres realizaban para brindarle a ella y a sus hermanos las mejores oportunidades.

Reveló que en Buenavista todas las personas comparten el mismo trabajo, son “jornaleros”, como ellos mismos se autonombran, y se dedican a la siembra de café, maíz, semillas y demás hortalizas que posteriormente sirven para el comercio o para llenar las mesas de cada hogar: “Ahí se come lo que se cosecha”, declaró. Señaló que le hubiese gustado cursar la universidad, sin embargo, la falta de oportunidades le hizo dedicarse al trabajo doméstico desde temprana edad.

Compartió que, en busca de un mejor futuro, abandonó su pueblo natal, y se dirigió a Ensenada, Baja California, juntos con su demás hermano. En Ensenada estuvo alrededor de 5 años en casas residenciales y tiendas departamentales como trabajadora de limpieza. Sucesivamente, hizo lo mismo hasta pasar por Sonora, Tabasco y actualmente vive en Quintana Roo.

Mencionó que la mayoría de los jóvenes en Buenavista abandonan la comunidad cuando llegar a cumplir entre los 17 y 20 años de edad, puesto que todos buscan un mejor futuro y mayores oportunidades para vivir: “Todos abandonan sus hogares para encontrar una vida mejor, pues ahí no hay futuro”, aseguró.

Mencionó que la nostalgia la suele llenar de tristeza en ocasiones, pues, pese a las carencias que sufrió en su pueblo natal, añora nuevamente sus calles, sus casas y sus atardeceres. Sin embargo, el sueño de ver realizados a sus dos hijos es más fuerte y el motivo que todos los días la sostiene.