Ana María Aguiar
Ocurrió hace varios ayeres. El 19 de noviembre (1972) en la noche se iniciaron ciertas manifestaciones entre personas que se sentían ofendidas por la construcción del Parque Juárez en el sitio donde antes se celebraban las corridas de toros: comprensible, las corridas de toros son el alma de la fiesta del pueblo. Yo estaba viviendo en Tizimín y presencié gran parte de estos hechos. Oímos ruidos, la curiosidad nos venció y salimos a la puerta de la casa, mi mamá, Noé, yo, Gabriel Romero que convivía mucho con nosotros, la gente pasaba y pasaba. En ningún momento nos sentimos inseguros ante aquellas personas que caminaban por nuestra calle con machetes y algunos con botellas pero que saludaban correctamente “Buenas noches señito”, se bajaban amablemente el sombrero y continuaban su camino protestando en contra de lo que creían una injusticia. ¿Por qué tanta gente?- me preguntaba-. Es que se acercaba el convite de la fiesta de los Reyes y nadie les había explicado ampliamente que ya había otro lugar designado para las corridas. La puerta de la casa, bastante amplia, era de cristal y no sufrió ningún daño, considerando todo lo que ocurrió después.
Desde el escritorio de papá, Noé habló al gobernador Loret de Mola para informarle de lo que se estaba gestando. Don Carlos inmediatamente se encaminó a Tizimín acompañado del Procurador, del Director de Seguridad Pública y otras personas.
La fiesta del pueblo es tiempo sagrado, cuando el pasado se vuelve presente, un presente que es parte de nosotros aunque no sepamos comprenderlo y vivirlo. Los que hemos sido superados por la modernidad y la globalización, a veces olvidamos la importancia de las tradiciones y su significado para el pueblo.
Hace poco ocurrió un incidente que pudo llegar a mayores: en Chemax, durante la consulta acerca de la construcción del Aeropuerto, no sé por qué mi esposo estuvo por allá, pero a la vuelta me comentó que se encontraron con un grupo de ciudadanos armados de machetes que se negaban a votar porque no querían que el aeropuerto se construyera en el pueblo: “Si es a la derecha de tal calle va a desaparecer nuestro campo de beisbol”, “Si es a la izquierda se vuelan nuestra plaza de toros”. Un poco más y arde Troya. Afortunadamente llegó la señora Alpha Tavera Escalante, que posee humanidad y dotes de maestra, quien les explicó que el aeropuerto en cuestión se construirá en la Ciudad de México y sí les llevará muchas ventajas… entonces se tranquilizaron. Pero en esta ocasión hubo una persona cuerda que supo explicarles la situación.
Explicar y tranquilizar a la gente es algo que quizá no ocurrió en Tizimín con el resultado de la quema del Palacio Municipal, el centro de autoridad. Aquí agrego una anécdota que puede parecer frívola frente a los tristes sucesos de esa noche, pero yo me casé por lo civil en Tizimín y creo que en la noche del 19 de noviembre de 1972 se quemaron muchos documentos; además, el sacerdote que me casó en Mérida por la Iglesia, mi querido primo Eddie Pérez Salazar, colgó los hábitos y hoy vive felizmente casado en España dando cátedra en varias Universidades porque es un hombre muy culto y muy preparado. Conversando un día con el padre Joaquín Vásquez Ávila, “Padre Huachito” como le decimos cariñosamente, me aclaró que el matrimonio es un sacramento muy serio que no se borra con nada…. ¡Lástima!... Era muy emocionante pensar que estaba viviendo en pecado.
Aprovecho mencionar el tema “Tijuana” y el rechazo que se dio a la caravana de migrantes varados en la frontera con Estados Unidos con intención de entrar a este país. Recomiendo un artículo de Porfirio Muñoz Ledo publicado en el imprescindible PORESTO! publicado el 23 de noviembre de 2018 en el que habla de los migrantes/refugiados y explica la posición responsable de México ante este problema. Debemos recordar que todos somos “migrantes” desde el hombre que apareció en África un día y (hasta que la ciencia diga algo nuevo) de allí pasó a Asia, luego a Europa y al resto del mundo. Los mismos pueblos originarios de América llegaron de Asia y, los que tenemos antepasados europeos o de cualquier otro grupo humano, sabemos que vinieron a este mundo por necesidad, no por gusto, porque en su tierra natal carecían de futuro y oportunidades.
Entonces, en Tijuana hace falta que alguien les explique que todos somos migrantes. Hace falta que surja un liderazgo humanista entre la sociedad civil y la Iglesia, llámese Cottolengo, padre Solalinde, Cáritas, Rotarios, Leones, asilos de ancianos, centros para pacientes de VIH, Vicentinas, etc. En América en otros tiempos la Iglesia se ocupaba de la fundación de asilos, hermandades para ayudar a los pobres, casas para albergar a niños huérfanos, hospitales y toda realización de asistencia social hasta que el Estado se hizo cargo. Pero hoy el Estado está rebasado y no puede con tal carga. Entonces… No sólo son migrantes, tienen la calidad de refugiados y son nuestro prójimo.
Al amanecer del 20 de noviembre de 1972 hubo una ceremonia de desagravio frente al monumento de don Benito Juárez encabezada por el Gobernador, el alcalde Luis Fernely Rodríguez, Noé Peniche y otras personas que se habían movido toda la noche para tranquilizar a la gente disgustada. Afortunadamente sólo se había destruido la placa del monumento.