TIHOLOP, Yaxcabá, Yuc., 28 de agosto.- Al mirar la cotidianidad entre los mayas actuales, es inevitable ver las prácticas socioculturales que todavía persisten.
En una aproximación etnográfica, vemos cómo nuestra sociedad se trasforma, pero gran parte de los elementos que nos dan identidad cultural todavía persisten, porque tiene un vínculo con la vida, desde el nacimiento hasta la muerte.
El Jéetsméek (abrazar a horcajadas), posee un alto grado de simbolismos en las comunidades mayas; ya que es considerado como un ritual de iniciación, tanto para niñas y niños.
La ceremonia se realiza en los primeros meses de vida, a partir de los tres meses, en el caso de niñas, y luego de los cuatro meses en el caso de niños. Este acto considerado como el equivalente al bautismo maya, y es una práctica que se había observado entre los mayas de Yucatán, como algo común y desde luego, ritual de iniciación (Landa 1966).
En acontecimiento lleno de simbolismo, pudimos observar el ritual con la familia Kumul Cox, y pudimos comprender la importancia de esa práctica, llena de elementos como: xtóop, chaay, Je’, k’aj (pepita gruesa, chaya, el huevo y el pinole), pero también, un lápiz, una libreta y una imagen religiosa como elementos sincréticos.
Para la familia, el Jéetsméek, es ka’apúutsíijil (es renacer en la vida) y esos elementos sirven para guiar el sendero y camino de nuevo ser.
Los padrinos han de ser personas con solvencia moral en la comunidad, “porque han de velar por la vida del niño o niña, porque son como los segundos padres”, aseguran.
Durante el ritual, pudimos notar que primero hicieron 13 vueltas por el joven padrino en sentido de las manecillas del reloj, cuyo símbolo es “waach’iik (abrir), y luego 9 vueltas por la madrina, k’al-iik (cierre).
Los ancianos juegan un papel fundamental, porque en ellos recae la responsabilidad de contar con maíz las 9 y 13 vueltas, y también dar los sabios consejos a los nuevos compadres.
Luego de la ceremonia y la entrega del ahijado, se repartió entre los presentes la comida servida en la mesa, y finalmente, la familia invitó al banquete para un convivio familiar.
Esta costumbre ancestral todavía persiste en esta parte suroriental del Estado de Yucatán, y a menudo está asociado con el rito del lavamanos y besamanos que hemos expuesto en este espacio. No obstante, todo indica que poco a poco va perdiendo elementos esenciales, porque hace algunos lustros era costumbre que los niños menores de 10 años sigan a los padrinos con sus utensilios de milpa.
En la actualidad, varios elementos esenciales se van perdiendo, por lo que es necesario que las nuevas generaciones, llamados alfa, aprendan a preservar nuestras tradiciones y costumbres.
(José Marcelo Tamay Poot)