Yucatán

'Tambo”: otra manera de decir 'cárcel” en Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

He aquí lo que dice el DRAE acerca de la voz “tambo”:

TAMBO s.m. 4 Méx. Vulg. Cárcel.

Por su parte, el diccionario regional del Dr. Güémez Pineda, registra:

tambo s.m. 1 Apócope de tambor: tambo de gas, tambo de miel. 2 (Coloq.) Cárcel.

Finalmente, el juvenil de Edgar Rodríguez, señala:

Tambo (Palomillas): Cárcel. Tanque.

Ciertamente “tambo” es otra manera de llamar a la cárcel en México. Y en Yucatán se usa desde algún tiempo, por influencia capitalina.

Ejemplo:

El museólogo Lara anda revisando las mesas del Moncho’s y levanta hasta los manteles donde “acecha” como buscando a alguien.

-¿Qué hace, don Museólogo? Ya me “revolvió” mis manteles… -protesta el mesero.

-Ando buscando a mi mecánico y veletero “Gasolina”. Me urge. ¿Qué, no lo has visto?

-La última vez que lo vi andaba “cuete” junto con el Barrigas.

-Sí, pero ¿dónde los viste, alcahuetón?

-Saliendo del antro del Mulix, aquí enfrente. Andaban “briagos” gritando y bailando con don Simi…

-¿Y ahorita dónde estarán los borrachines esos?

-Me dijo mi jefe que en el “tambo”…

-¡Ay, Dios mío!

Los Refritos (concluye)

-Me gustaría mucho -le dijo- proteger en esta ocasión la industria nacional, tan necesitada de estímulos; pero, francamente, su mercancía no me interesa. ¿Por qué no se la ofrece usted a un vecino de al lado? Hace años él me dijo que necesitaba una revolución, y hasta llegó a solicitarla públicamente, poniendo, a modo de artículos, anuncios en los periódicos. Seguramente se entenderá usted con él.

Y he aquí al vendedor plegando y sacudiendo su muestrario ante los ojos del líder.

-Sí -decía éste-. Yo necesitaba una revolución; pero ahora he puesto en mi casa el aire acondicionado y soy trabajador “d” de la CFE y tengo gratis la electricidad. Llévesela usted a alguno de esos rebeldes principiantes que todavía no se han instalado…

Y la peregrinación continuó; pero en vano. Todos los políticos rechazaban la revolución. ¿Qué hacer?

-Si no hay algún particular que me la tome -decía el vendedor-, tendré que llevarla a una casa del Monte de Piedad para ver si la empeño…

Jorge A. Mijangos H.