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¿Por qué tantos nazis se refugiaron en Argentina después de la Segunda Guerra Mundial?

Pilar Faller Menéndez

Existe una percepción popular de que Argentina sostuvo una política de tolerancia hacia los partidarios de Hitler que se refugiaron en este país después de la Segunda Guerra Mundial, ¿es esto cierto? Hay quienes creen que Hitler estuvo en este país sudamericano, y que el Gobierno de Juan Domingo Perón encubrió a altas figuras del fascismo alemán.

Todo lo anterior ha circulado en la historia mundial, incluso las películas de Hollywood ubican Argentina como el país sudamericano que fue territorio amigable para aquellos partidarios del nazismo que migraron tras perder Alemania la Segunda Guerra Mundial.

Como siempre, en lo que se refiere a la historia, existe una parte verdadera y otra gran parte de mito. Sin embargo, en el año 2017, en las afueras de Buenos Aires, se descubrieron reliquias con la simbología nazi, como un busto de Hitler, objetos nazis y animales momificados, que provocaron que este debate se reavivara, por lo cual el historiador de la Universidad de Buenos Aires, Damián Finucci, fue entrevistado por el canal de televisión RT, a fin de esclarecer los hechos.

Finucci explicó que en las décadas de 1920 y 1930, Argentina recibió aproximadamente 70,000 inmigrantes alemanes, quienes no todos eran partidarios de Hitler, aunque el partido Nazi realizó proselitismo para ganarse el apoyo de aquellos ciudadanos que vivían en el extranjero. Posteriormente, ante la caída de Berlín los partidarios del nazismo se refugiaron en Argentina en 1945.

Estos nacionalsocialistas, buscaban influenciar a la sociedad civil argentina, por lo cual editaron publicaciones y construyeron cerca de 200 escuelas en Argentina, en las cuales se reproducía la cultura nazi. Estas escuelas eran privadas, y estaban al margen de la institucionalidad oficial argentina.

Finucci recordó que el acto de 1938 en el estadio Luna Park de la Ciudad de Buenos Aires, fue el hecho más significativo, ya que en él participaron 15,000 personas que celebraban la anexión de Austria a Alemania. En el evento se realizó una liturgia nazi, y el Himno Nacional Argentino fue saludado con el brazo en alto, un ademán nazi.

Finucci recordó que Argentina se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial, hasta pocos días antes que la guerra terminara. Finucci hizo hincapié en que la relación con los jerarcas nazis sí se dio. Dijo: “en relación a la política de apoyo que llevó a cabo el Partido Nacionalsocialista en las décadas de 1930 y 1940 “fue construyendo la posibilidad de tener salvoconductos”.

En algunos países sudamericanos, antes de la guerra, se formaron “grupos nazis” que posteriormente fungieron como la base de las operaciones para recibir no solamente a los jerarcas, sino a ciudadanos alemanes en general.

Los casos más famosos que enumeró Finucci, fue el de Adolf Eichmann “que llegó al país gracias al apoyo del Vaticano”. “Se cree que Josef Mengele conocido como “Angel de la muerte” estuvo en Paraguay y Argentina, pero posteriormente apareció muerto en Brasil”. Erich Priebke, conocido por haber sido el principal colaborador de Herbert Kappler en la Masacre de la Fosas Ardeatinas, en donde fueron asesinados 335 ciudadanos italianos, “se refugió en Bariloche, donde llegó a constituirse como un ciudadano ilustre del pueblo, y fue juzgado muchos años después”. Quien fue jefe de la Gestapo en Lyon, Francia, conocido como “El carnicero de Lyon”, Klaus Barbie, se instaló en Bolivia, en donde se cree que participó en grupos que terminaron capturando y asesinando a Ernesto “Che” Guevara.

Si bien no existe duda de que los líderes nazis antes mencionados arribaron a Argentina, encontró una explicación menos conspirativa y más racional e incluso citó a Raanan Rein, un historiador israelí que planteó lo siguiente: En realidad hubo una política en todos los países de buscar técnicos, ingenieros y diversos científicos firmados en Alemania”. Estados Unidos y la Unión Soviética, como Argentina, se sumaron a esta tendencia.

El historiador recalcó que “mediante esta política se encontraron muchas veces con criminales de guerra, pero dado el andamiaje nazi y producto de la concentración en la imagen de Hitler no eran tan conocidos”.

Otra explicación respecto a la llegada de los nazis a la Argentina, fue que su doctrina era afín a los primeros años de Juan Domingo Perón (1946-1955). Para Finucci eso “reviste todo un debate que es más diverso y difícil de precisar sin que haya un debate al respecto”.

El historiador israelí Raanan Rein, citado anteriormente, afirmó que Perón “no tuvo una fascinación con los nazis y tampoco una vinculación con ellos”, sino que siguió “como parte de la política internacional de querer captar mano de obra calificada” Siendo que Argentina fue uno de los países que más logró “atraer a estos científicos y técnicos”.

Una ironía, es que bajo el Gobierno peronista la comunidad judía en Argentina, tuvo una mayor visibilización, la cual llegó a tener cierta influencia. Al crearse el Estado de Israel, Argentina fue uno de los primeros países en enviar un embajador en Tel Aviv.

La pregunta que muchos se han hecho es a dónde fue Hitler cuando terminó la guerra. Finucci expresó que existen versiones de que Hitler no murió en Berlín, sino que huyó a América del Sur y el suponer si estuvo en Argentina o Paraguay “es entrar en un terreno de especulación donde empiezan a jugar los documentos de los servicios de inteligencia”, opinó.

Existe un documento de 1944 del periodista Abel Basti, que deja entrever la posibilidad de que Hitler hubiera escapado a Argentina. Basti escribió un libro con entrevistas y citas de documentos que fueron desclasificados de agencias de inteligencia que confirmarían la veracidad de este hecho.

Finucci no considera la teoría de Basti como un “fundamento suficiente”, aunque declara que “deja abierto el debate sobre cuál fue el desenlace final”. Su perspectiva de “seguir de cerca los estudios sobre los documentos desclasificados ayuda a pensar pero no puede servir como un elemento probatorio”. Considera que los documentos de organismos de inteligencia tienen como objetivo confundir y crear historias alternativas.

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