Yucatán

Padre nuestro…Santificado sea tu Nombre

Ariel Juárez García

En la orilla noroeste del Mar de Galilea, frente a las muchedumbres que habían ido a buscarlo desde Jerusalén y otros lugares de Judea, así como de las ciudades costeras de Tiro y Sidón, Jesucristo –el Hijo de Dios– pronunció su ya famoso Sermón del Monte, al año y medio de su predicación.

En aquella ocasión –en tan sólo unos 20 minutos–, dio muestra de la mayor sabiduría que hombre alguno pudiera exponer de manera tan clara y sencilla ante un numeroso auditorio. Su famoso sermón quedó registrado en los capítulos 6 hasta el 9 del Evangelio de Mateo.

Sea que Jesús hablara en una forma popular de hebreo, o arameo, en esta ocasión propicia enseñó a sus discípulos a dirigirse en oración al “Dios verdadero Jehová” como el “Padre nuestro que estás en los cielos”, y añadió: “Santificado sea tu nombre” (Ver Evangelio de Mateo capítulo 6 versículo 9).

¿Por qué dijo Jesucristo en su oración modelo –conocida como la oración del “Padre Nuestro”–, que el nombre de Dios sea santificado entre todos sus discípulos?

La razón es que se seguía atacando, mancillando y calumniando el Santo Nombre de Dios: “Jehová”. Desde la creación del primer ser humano aquí en la Tierra, en el lugar conocido como jardín de Edén, Satanás el Diablo lanzó falsas acusaciones contra el Divino Creador e insinuó que es un Soberano injusto (ver Génesis 3:1-5). De ahí en adelante, el Diablo –identificado en el registro bíblico como el gobernante de este mundo impuro–, se aseguró de esparcir a los cuatro vientos tales mentiras (ver Juan 8:44; 12:31 y Revelación 12:9).

En concordancia con tales testimonios, muchas religiones han dado a entender que “Jehová Dios” es arbitrario, distante, cruel, vengativo y, que, en lugar de evitar que sucedan guerras sanguinarias, las respalda. Además, por si fuera poco, a menudo se atribuyen las maravillosas creaciones de Dios al producto del azar ciego de la evolución. En efecto, se ha difamado con saña el nombre divino, que Jesucristo siempre tuvo razón,… es preciso santificarlo y devolverle su legítima gloria.

En la mente de Jesús había razonamientos sólidos en este sentido, al tener en cuenta lo que cita el Salmo capítulo 99 versículo 3 que dice: “Elogien ellos tu nombre. Grande e inspirador de temor, Santo es”. Las palabras de este Salmo no tratan de un miedo malsano, sino de profunda devoción, de respeto que ennoblece en grado sumo a quien lo siente. Es apropiado, ya que la santidad de Dios –radiante, pura y gloriosa– está muy por encima de cualquier ser humano.

Al pedir Jesucristo que el nombre de Dios sea santificado, es decir, apartado como santo, tenía presentes todos los mandamientos registrados en los santos escritos hebreos (conocidos como el Antiguo Testamento), pues entre ellos se enaltecía el nombre de su Padre. Por ejemplo, el que señala el Salmo capítulo 83 versículo 18: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la Tierra”.

En realidad, el nombre de Dios, Jehová, aparece más de siete mil veces en el texto bíblico original escrito en hebreo y arameo (Antiguo Testamento). Una de ellas está en el libro del Exodo capítulo 3 versículo 15: “…Jehová…Este es mi nombre hasta tiempo indefinido, y este es la memoria de mí a generación tras generación”.

Vale la pena tomar en cuenta que La Traducción del Nuevo Mundo, en total, emplea 237 veces el nombre Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas (Nuevo Testamento).

Las mismas Escrituras Griegas Cristianas (Nuevo Testamento) revelan que, a menudo Jesús hizo referencia al nombre de Dios y que lo dio a conocer. Jesús dijo en una oración a su Padre: “Les he dado a conocer tu nombre a quienes me diste del mundo”. Y añadió: “Les he dado a conocer tu nombre, y seguiré dándolo a conocer” (Ver Evangelio de Juan capítulo 17 versículos 6, 11, 12, 26).

En las Escrituras Griegas Cristianas, también aparece la forma abreviada del nombre de Dios. Por ejemplo, está presente en la palabra “Aleluya”, que aparece en el registro bíblico del Apocalipsis capítulo 19 versículos 1, 3, 4 y 6. Esta palabra procede de una expresión hebrea que literalmente significa “alaben a Jah”. Pues bien, Jah es la forma abreviada del nombre Jehová. Además, muchos nombres que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se derivan del nombre de Dios. De hecho, según explican diversas obras, el nombre de Jesús “el Hijo de Dios”, significa ‘Jehová es salvación’.

Muchos idiomas de Africa, América, Asia, Europa y las islas del Pacífico emplean el nombre de Dios con frecuencia. Quienes tradujeron las Escrituras Griegas Cristianas a esos idiomas decidieron incluir el nombre de Dios por razones similares a las explicadas anteriormente. También se han empleado durante siglos formas similares del nombre de Dios.

En este sentido, la traducción del Pentateuco de William Tyndale, de 1530, usa la forma Iehouah. Esta es la primera Biblia en inglés que contiene una traducción del nombre de Dios.

La traducción de los Salmos de Bernardino de Rebolledo, de 1661, usa la forma Jehova. La Biblia de Scío de San Miguel, de 1791, usa la forma Iehováh en las notas. La versión Torres Amat de 1824 usa la forma Jehovah, y la Reina-Valera de 1862, la forma Jehová.

La traducción de la Biblia conocida como American Standard Version, (Versión Normal Americana) original, de la cual ésta fue una revisión, usó el nombre Jehová (en su forma Jehovah) por todas las Escrituras Hebreas.

Algunas versiones de extenso uso que contienen el nombre son la de la Biblia Valera (en español, publicada en 1602), la versión de Almeida (en portugués, publicada en 1681), la versión original Elberfelder (en alemán, publicada en 1871), así como la American Standard Version (en inglés, publicada en 1901).

Algunas traducciones que se han publicado en años recientes, como la Biblia en rotumano, (publicada en 1999) usa 51 veces la forma Jihova en 48 versículos. Y en 1989 se publicó en una lengua de Indonesia llamada batako toba una versión que emplea 110 veces la forma Jahowa.

Hay que tener en cuenta que “Jehová”, o “Jehovah”, también ha llegado a ser extensamente conocido como el nombre de Dios hasta en contextos no bíblicos.

Uno de los autores más reconocidos es Franz Schubert, quien compuso la música para el poema lírico titulado “La Omnipotencia”, escrito por Johann Ladislav Pyrker, en el cual el nombre “Jehová” aparece dos veces. También se utiliza al fin de la última escena de la ópera “Nabucco”, de Verdi.

Además, el oratorio “El rey David”, del compositor francés Arthur Honegger, da prominencia al nombre “Jehová”, y el renombrado autor francés Víctor Hugo lo usó en más de 30 obras suyas. Tanto él como Lamartine escribieron poemas que llevaron el título “Jehová”.

Muchas versiones de las Escrituras Griegas en idiomas europeos, africanos, asiáticos, americanos y de las islas del Pacífico usan con liberalidad el nombre “Jehová”, para que los lectores vean claramente la diferencia entre el Dios verdadero y los falsos.

De todas las oraciones cristianas, muchos consideran que la más repetida es la que Jesús –el Hijo de Dios– enseñó: “El Padre Nuestro”. Y, sin embargo, es también de las oraciones menos comprendidas. Millones de personas la repiten de corrido día tras día –con frecuencia varias veces al día– sin pensar en lo que implica. Pero, Jesús nunca quiso que lo hicieran así, El puso el ejemplo al dar testimonio del santo, puro y limpio nombre de su Padre: “Jehová”.