Víctor Salas
La palabra “teatro” tiene dos connotaciones fundamentales, una es el edificio donde se hacen representaciones actorales y la otra es el género literario.
En el caso de Yucatán, existió una forma particular de dibujar y representar personajes ajenos completamente a los que se veían en el teatro clásico español, las representaciones cristianas franciscanas y más adelante en la opereta; de esas representaciones, en los primeros lustros del Siglo XX, fue dándose la idea hacer aparecer en la escena a una mestiza yucateca que empleara el habla de la región tal cual. Ella fue Vicentina Rey.
Más adelante se hizo fiebre esa manera teatral, llegando a tener representaciones en el Peón Contreras y en el interior del Estado con la compañía del gran comediante Pepe Talavera y León. Fue depurándose hasta inmiscuir a importantes escritores en sus textos.
La cúspide de esa actividad llegó con Fernando Mediz Bolio, Rubén Darío Herrera, Teodoro Zapata, y el teatro Colonial. Ellos hicieron un importante teatro musical que fue el que conocimos muchas personas de mi alzada y del que existen aún partituras, textos e imágenes impresas de la escenografía.
Continuadores de ese género teatral fueron los hermanos Herrera, Daniel, Mario y Fernando, apodados el “Chino”, “Sakuja” y “Cheto”, respectivamente. El último refugio de estos hermanos fue el Teatro Fantasio, lugar al que llegaba un Héctor Herrera, “Cholo”, quien ya vivía y triunfaba en la capital del país.
Desde el Teatro Colonial, los empresarios eran los mismos activos de ese género. El edificio del Colonial fue de don Fernando Mediz, el Fantasio lo trabajaba la familia Herrera junto con otros diletantes y actores. Finalmente, Cholo, junto con el apoyo del licenciado José Luis Carrillo (y, decía don Mario Herrera), de Víctor Cervera Pacheco, fundaron el Teatro Héctor Herrera en la calle 64 entre 65 y 67. Toda esta parte de la historia del teatro regional la conocí, no como espectador, sino como miembro activo de él, junto con Madelin Lizama, Narda Acevedo, “la China” Sabido, Leydi Acevedo, las hermanas Chelo y Lupita Cortés y un enorme etcétera.
Un anexo a esta historia fue el esfuerzo enorme de Ofelia Zapata por revivir ese teatro clásico, en el antiguo Teatro STIC.
Desde los años setenta del Siglo XX, el teatro regional fue totalmente Cholo, quien era su empresario y pagaba a diario una orquesta, un cuerpo de bailarines, un nutrido grupo de actores, técnicos, tramoyistas y personal de administración y taquilla.
Desaparecido ese gran histrión yucateco desapareció el teatro regional. Ningún actor regional al día de hoy cubre el triple requisito de trabajar en un edificio teatral, seguir textos regional y hacerle de empresarios teatrales (la excepción serían Ricardo Adrián, quien no hace género regional, y “Cuxum”, dedicado a las parodias contemporáneas).
Así pues, no es válido decir que teatro regional es de los bares, el de la televisión y mucho menos a de los travestis, por muy chistosos y graciosos y cómicos que sean. Desde esa lógica, el teatro regional es inexistente hoy y lo digo con la admiración y el respeto que siento por el “Nohoch”, el “Dzereco” y “Tina Tuyub”.
El Nohoch y el Dzereco son personas muy preparadas y cultas en la historia del teatro regional y no me dejarán mentir.
Así pues, el valor de conmemorar cada día dos de mayo al teatro regional resulta trascendente porque recordaremos en esa fecha algo que fue de suma importancia para nuestra historia vernácula y, de ese modo, sabremos por mucho tiempo que en Yucatán existió un género teatral llamado Teatro Regional Yucateco.
El Dr. Alejandro Cervera Andrade en su libro de 1947 titulado “El teatro regional de Yucatán”, nos puntualiza qué es y cuáles son las características de ese teatro rememorado.
En otro libro titulado “El Teatro en Yucatán”, Alfredo Barrera Vázquez, Leopoldo Peniche Vallado y Alejandro Cervera Andrade, hacen lo propio en ese sentido.