“Para ser feliz no basta con portarse bien, sino que hay que conocer el amor de Dios para regocijo de nosotros y de nuestra familia”, dijo ayer el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en la misa de confirmación que ofició ayer en la Santa Iglesia Catedral.
En su homilía, Rodríguez Vega explicó que, tal como en la parábola del Hijo Pródigo, Dios hace fiesta cada vez que uno de nosotros regresa a la Iglesia, pero no todos podemos regocijarnos de ello, pues tal como el hermano mayor del pasaje bíblico.
“Nos quedamos fuera de la fiesta por no estar de acuerdo con el trato a los que actúan mal y regresan a la casa del padre”.
“Así como el hermano mayor que siempre se mantuvo con el padre, fiel, trabajando, así hay muchas personas que son buenas, pero no disfrutan de la vida, pues no conocen el amor del Dios y su misericordia”, señaló el pastor de la grey católica de Yucatán.
Durante la misa en la Catedral, Rodríguez Vega recibió la Bandera de México para exhibirla en el estrado, con lo que la Iglesia se unió a los festejos patrios.
En su mensaje, el Arzobispo explicó que era necesario hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Padre Justo, diácono Alberto, religiosas y Carlos que vas a ser confirmado, hermanos y hermanas todos, muy querido Cristo Nuestro Señor: La palabra de Dios nos habla hoy de la misericordia, hemos escuchado todo el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas, tres parábolas de la misericordia que no aparecen en los otros evangelios.
La misericordia
Definitivamente la misericordia es uno de los hilos conductores del Evangelio de San Lucas, la parábola de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo, que contrastan con la primera lectura del Libro del Exodo, que parece que hablaba de un Dios distinto al padre de Jesús, el Dios del tiempo del éxodo que quiere condenar y acabar con el pueblo que ha sido infiel, un Dios que tiene que ser apaciguado por Moisés que intercede por el pueblo para que se detenga y no lo castigue.
Dios no cambia, Dios es el mismo de siempre y para siempre, somos nosotros los que vamos cambiando, los que vamos evolucionando, en la Biblia, aunque todo sea palabra de Dios, hay también una evolución, nos muestra de esta manera cómo el hombre va descubriendo el actuar de Dios y ciertamente la plenitud de la revelación viene con Cristo.
Así es que no es posible tomar aisladamente un versículo del Antiguo Testamento para con eso querer definir la fe, hay que ver todo el conjunto del Antiguo Testamento y sobre todo hay que verlo a la luz del Nuevo Testamento y sobre todo del Evangelio. Estamos hablando en la primera lectura de casi mil 300 años antes de Cristo, así es como entendían ellos al Señor, como un Dios vengador.
De todas maneras es palabra de Dios y nos deja grandes enseñanzas, el Dios que va educando a su pueblo, pero sobre todo que va educando al guía de su pueblo, Moisés, que antes quería que Dios le quitara esa misión, ahora la toma y se convierte en un buen pastor, en un buen mediador e intercede por su pueblo. Dios lo puso a prueba y Moisés reaccionó bien, para interceder por su pueblo, así Moisés pudo ser una figura que anunciaba al buen pastor que vendría, al gran mediador Cristo Jesús, el único que con su muerte y resurrección nos mostró la misericordia de Dios.
Pero hay algo más que hace la misericordia de Dios con el ser humano cuando tú tienes misericordia de alguien, le puedes ayudar a cambiar su vida. San Pablo, en la segunda lectura, nos dice lo que la misericordia de Dios hizo por él, cualquiera lo hubiera querido condenar porque no creía y porque perseguía a la Iglesia, pero Dios que tiene misericordia lo convierte en el gran apóstol que nosotros conocemos.
Jesús era criticado porque se le acercaban los publicanos y los pecadores, Jesús aceptaba su compañía no para pecar, sino para acercarlos a la misericordia de Dios y para que tuvieran un cambio de vida.
Fariseo y escribas
Los fariseos y los escribas creían tener la obligación de mantenerse a distancia de los pecadores, ellos pensaban que juntarse con ellos iba a contaminar su alma, por lo tanto desde lejos, no querían tener ningún trato con ellos, pero critican a Jesús porque él si los recibe.
Por eso Jesús cuenta estas tres parábolas que tienen algo en común, la alegría, la fiesta, alégrense conmigo porque ya encontré la oveja perdida, dice el pastor a los amigos y vecinos que reunió para compartir su alegría.
“Alégrense conmigo porque ya encontré la moneda perdida”, le dice aquella mujer a sus amigas y vecinas y después también este hombre que había perdido a su hijo menor, que se marchó de casa, que malgastó la fortuna y que regresa después abatido, miserable e irreconocible, pero el padre sale a su encuentro corriendo con su hijo, llega y lo abraza y lo cubre de besos y el muchacho le dijo lo que tenía pensado decirle.
“Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como uno de tus servidores”, pero el papá no le hizo caso, estaba loco de gusto, pronto le pide a sus criados que le pongan un anillo de la familia y reconocimiento como hijo, pónganle una túnica y sandalias en los pies, lo reviste de su amor, maten el becerro gordo, comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado, gracias.
Pero el hijo mayor, cuando llega, no quiere entrar y sale el papá a buscarlo y, como tantos papás que tratan de acercar a sus hijos que están divididos, el hijo mayor le reclama: “Tanto tiempo te he servido sin desobedecer una sola orden tuya y no me has dado ni siquiera un cabrito para comerlo con mis amigos, pero viene ese hijo tuyo que gastó tu herencia con malas mujeres y mandas matar al becerro gordo”.
La alegría de Dios
Hijo, tu siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo, cuánta gente se porta bien siempre, pero no goza de portarse bien, nunca hace nada malo, pero no ha experimentado el amor de Dios, no sabe, no conoce el amor de Dios, como le hace falta a mucha gente buena, conocer el amor de Dios para ser plenamente feliz.
Por eso el padre le dice al muchacho: “Era necesario hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”; con estas tres parábolas Jesús quiere hablar de la alegría de Dios, cuando una persona cambia de mala conducta a buena conducta, se arrepiente y se acerca a él, alegría de Dios, alegría de los ángeles y tú te alegras de Dios o te alegras con un chisme nuevo o algo malo que contar a los demás.
Gocemos de la alegría de Dios y si somos buenos gocemos también del amor de Dios nuestro padre.
(Víctor Lara Martínez)