Víctor salas
Xavier Dzul no fue un niño de campo llevando una vida bucólica. Él fue habitante de la selva maya, intrincada, espesa, plena de vida no humana; por eso sus opiniones al respecto son contundentes: “la naturaleza es brutal y si eres débil, puedes morir dentro de ella”. Nació y vivió en Edzna. Creció con nombre maya y sin conocer más lenguaje que el de la fauna, la flora, el viento, el agua y las constelaciones que se miran en esa ciudad de esplendor pétreo. Su misma imagen actual es como la de un felino o un reptil, y su voz tiene la paz y la calma que le vienen de una infancia solitaria, alejada del sacudido escándalo de las ciudades modernas.
Un azar de la vida lo llevó a Xalapa donde al querer estudiar en la Facultad de Danza, se encontró con que no tenía papeles escolares, ni acta de nacimiento ni nombre asentado en el registro civil, que le diera calidad de ciudadano mexicano. Se acogió al plan de educación para adultos para ir cubriendo requisitos sociales. Desde ese momento, su vida fue como un curso intensivo en todo, porque al poco tiempo ya tenía la oferta de irse a New York para estudiar en la Martha Graham School`s. Al llegar a la urbe de hierro, estuvo un año sin hablar por desconocer el idioma inglés. Su mente iba, con violencia, de la selva vegetal a la selva de concreto. El shock cultural fue tremendo. No llegaba a los diecinueve años y sus experiencias en las costumbres del hombre moderno, eran escasas.
Su talento y personalidad eran tan grandes, que la propia Martha Graham le ofreció, llegado el momento, estar en su compañía principal, y como punto de partida, le asignó un lugar entre los artistas de su segunda compañía.
El joven Javier Dzul, ya encarrilado en la danza neoyorquina, bailó con las más importantes compañías de la gran manzana. Lo hizo con Alvin Ailey, Merce Cunningham, Paul Taylor y José Limón. Así, adquirió la visión americana de la danza. En ese marco dice que vivió el racismo, pero “no me afectó porque no lo entendía”.
Después de tanto bailar y expresar lo que personas ajenas querían de él, le llegó el momento de sentir deseos de expresar lo propio, de buscar crear su propia compañía. “Lo hice. Hice mi compañía, para bailar yo. Luego me di cuenta que el importante no era yo, porque tenía que entrenar a mis bailarines, montar coreografías, conseguir sus salarios y organizar lo referente a las presentaciones. Hoy, mi vida es la compañía y tratar de mantenerme como bailarín, porque no he llegado hasta donde quiero llegar; No he dado todo lo que tengo que dar en el escenario. Por ejemplo, transformar mi cuerpo en un animal”. Al escuchar esas palabras, mi memoria va hasta la función de la noche anterior y recuerda la enorme capacidad que tiene su cuerpo para convertirse en ocelote, jaguar, reptil o ave, para mirar astros y constelaciones y transmitir esas vivencias en trazos coreográficos.
Mi primera idea coreográfica fue hacerla con temática maya y con un personaje como tal. Me salió un trabajo grotesco. A nadie le gustó y más bien la rechazaron. Me puse a pensar y buscar la manera de que me entendieran. Me llevó tiempo pero lo conseguí. Hoy, los americanos admiran mi trabajo más que nadie.
“Todo lo que sucede en New York tiene calidad. Esa realidad te empuje a hacer cosas en esa línea, porque si tu trabajo no tiene calidad, los teatros, no te los dan. Debido a eso, en esa ciudad, todos viven como en una lucha constante por ser, porque los patronos, van a ver teatro y si les gusta algo, inmediatamente, te hablan y brindan apoyo económico. Esa realidad me ha permitido tener mi compañía por muchos años, con la que he compuesto una enorme cantidad de coreografías”.
Un deseo que le ha surgido a Javier Dzul, y se le ha convertido en una especie de necesidad, es dar a conocer su trabajo en todo México. Es una labor que se antoja ardua, pero en realidad, sería justa y necesaria, porque el tiene cosas importantes para dar a conocer y su fecundidad creativa, brinda un placer que sería significativo para todos los públicos de México. En estos tiempos de la Cuarta Transformación, lo pienso posible. Ojalá, esto sea así.